Tal vez no apareciera. O tal vez sí. ¡Maldita lluvia! Clara escudriñaba la calle por la ventana, a través de un círculo que había abierto en el vaho del cristal, como una escotilla. Pegó la nariz y sintió el frío del exterior. No vendría. ¿O sí? Se apartó y se arrellanó en la silla tonet. Delante, humeaba el café que el camarero le había servido sin que ella se hubiera percatado. De la cestita que había en la mesa tomó un sobre de azúcar y lo vertió en el líquido negro. Miró de nuevo por el ojo de buey de la ventana. Seguro que no venía. Abrió otro sobre de azúcar y se volvió a servir. Sonrió. La semana pasada había estado tan atento, tan cariñoso, que ella pensaba que a lo mejor… Alargó la mano y se hizo con un tercer sobre de azúcar que espolvoreó en la bebida caliente. Al despedirse, habían juntado sus mejillas y ella sintió como si… Fue un instante nada más pero... Distraídamente, abrió otro sobre de azúcar que dejó caer en la taza. Contempló de nuevo la calle desierta mientras daba golpecitos en el mantel con el mango de una cucharita. Nada. Le había asegurado que vendría el próximo martes, y sin embargo… Pero se le iba a enfriar el café, así que, reparando por primera vez en la cestita del azúcar, seleccionó un sobre de sacarina y se puso sólo la mitad. No le gustaba el café demasiado edulcorado.