La Cuaresma es el Camino. La Meta: la Resurrección.



La propuesta que entraña el tiempo de Cuaresma es interesante por demás. Ella simboliza la brevedad y la fragilidad de la vida humana. Es decir, la Cuaresma es un reflejo de la condición limitada tuya y mía como personas humanas que somos. Cuando decimos condición limitada, ¿qué es lo queremos decir? Que ser humano es un proyecto en constante construcción, más que un estado permanente otorgado al nacer.

Ninguno de nosotros decidió estar aquí comenzando a existir al instante, comenzamos a padecer, a sufrir, a necesitar de otros. Por eso todos necesitamos ser ayudados y guiados. "necesitar de" significa que hemos de "complementarnos con", es decir, que somos interdependientes y como tal, necesitamos de los demás.

Hoy en día estamos acostumbrados a hablar de nuestros triunfos. Sin embargo, no nos gusta oír hablar acerca de nuestra insuficiencia humana, huimos de ella. Tenemos miedo de que los demás noten nuestro lado frágil. Nos escondemos y disfrazamos nuestras sombras y fallos. Sin embargo, esto es un aspecto real y evidente de nuestras vidas. Negarlo o ignorarlo es un engaño que nos aleja del proyecto de seguir siendo más humanos día a día.

Por eso lo más esencial para la vida cristiana es el Amar. Acción que llama al compromiso con los demás. Desde esta perspectiva la limosna y el ayuno, no sólo durante la Cuaresma, tienen sentido.

Cuaresma es un lapso de tiempo que nos puede ayudar a ver la vida como un camino. ¿Qué tal si nos dejamos llevar por el soplo de la brisa suave, de la novedad de Dios (Cf. 1Re 19, 9-18; Is 43, 19; Ap 21, 5)? Él quiere reavivar nuestra realidad humana, nuestra identidad como hijos e hijas suyas. El latir de Dios está en nosotros, la dimensión eterna de nuestra vida también es un hecho palpable.

En esta Cuaresma, podemos hacer una prueba: dejar que la debilidad de Dios nos haga fuertes (1 Cor 1, 25; 2 Cor 12, 9; ). Ser fuertes es vencernos a nosotros mismos, superar nuestra miseria, encontrar plenitud de vida en Cristo, el que venció la fragilidad y la muerte. Vencer, es abrazar tus dolores, tus padecimientos, tu cruz y con ellos caminar, aprender, y usar lo aprendido para ayudar a los demás y así no detenernos ni permitir que otros se detengan. Porque, en definitiva, la Cuaresma desemboca en la Pascua de Resurrección, todo renace, se renueva. Este es el futuro que se nos ofrece a todos (Cf. Jn 14, 1-4).



Por Hna. Daisy Torres fsp