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La situación de los cristianos en los países árabes


Durante los últimos meses se está haciendo común asistir en los medios de comunicación a la matanza, defenestración y aislamiento de las minorías religiosas, especialmente la cristiana, en países de mayoría musulmana. Mientras, éstos exigen respeto a Occidente cuando se les pide respeto a la libertad religiosa y exigen más derechos ante el silencio de los estados europeos.
El balance de la situación de los cristianos en países islámicos es escalofriante. Sólo hace falta hacerse eco de algunos ejemplos ocurridos en los últimos tiempos. Egipto muestra claramente esto. En Nochevieja se produjo una matanza de cristianos en una iglesia copta. Las autoridades civiles religiosas y civiles emitieron una tímida condena en un país en los que los cristianos son ciudadanos de segunda.
Este silencio fue denunciado y evidenciado por un sacerdote copto en una contundente carta a la máxima autoridad religiosa. Pero en vez de luchar contra el integrismo, Egipto ha llamado a consultas a su embajador en el Vaticano por lo que considera injerencias del Papa al pedir respeto a la libertad religiosa.
Sin embargo, la transigencia con los fundamentalistas islámicos es bastante común. Otro ejemplo muy claro es Pakistán. La condena a la horca de la cristiana Asia Bibi, acusada de blasfemia, ha puesto de manifiesto esta intolerancia. Aún está encarcelada y además ha sidoasesinado el gobernador que se atrevió a defenderla y a criticar la Ley Antiblasfemia.
Pero detrás de este acontecimiento se esconde la cruda realidad de los cristianos. Durante las inundaciones que asolaron Pakistán el pasado mes de agosto, a muchos cristianos se les negó ayuda humanitaria, pese a ser enviada por países y organizaciones de inspiración cristiana, y se les instaba a convertirse al islam o a morir de hambre. En otros casos se inundaron aldeas cristiana para salvar los campos de autoridades civiles.
Ni siquiera los obispos y cardenales se libran de los ataques de los radicales musulmanes. Gravísimo fue lo que ocurrió con el asesinato del presidente de la Conferencia Episcopal de Turquía el pasado mes de junio. Monseñor Luigi Padovese fue decapitado por su chófer al grito de ‘Alá es grande’ para más tarde subir al tejado con su cabeza. En un principio se tildó de loco al asesino hasta que las autoridades turcas tuvieron que reconocer el radicalismo religioso del autor y queeste conductor había sido nombrado por el propio Ejecutivo turco.
Más suerte tuvo el cardenal Gabriel Zubeir Wako, arzobispo de Jartum. Durante una misa ante más de 10.000 personas en la que se conmemoraba al patrón de Sudán, un terrorista islámico intentó matar con una daga al prelado. Tuvo que ser el ayudante del cardenal el que redujese a este radical. Al odio religioso se unía el hecho de intentar intimidar a los cristianos de cara al referéndum que se celebró el pasado fin de semana por el que el sur del país, de mayoría cristiana y animista, votaba separarse del norte donde está instaurada la sharia.
Irak es igualmente objetivo prioritario para los extremistas musulmanes. Muchos cristianos se han visto obligados a abandonar eel país y los que quedan están sufriendo atentados constantes. Lacatedral siria de Bagdad y los ataques a distintas iglesias han dejado un triste balance de muertos. Del mismo modo, en Nigeria en las últimas horas decenas de cristianos han muerto a manos de radicales islámicos en un intento de estos de instaurar la sharia. Estos son algunos ejemplos de lo ocurrido en países de mayoría musulmana. En este sentido, el Vaticano ha recordado, pese a las consecuencias de sus palabras, que el 80 por ciento de los creyentes perseguidos en el mundo son cristianos.
Miedo y silencio en Europa
Por otro lado se encuentra la situación que viven los musulmanes en Occidente, cada vez más silencioso ante la masacre de las minorías. Sólo Italia, Francia, Hungría y Polonia han denunciado estos días los ataques sufridos por los cristianos.
De hecho, la respuesta de los países islámicos al drama de la campesina cristiana Asia Bibi fue el intento de un total de 57 estados de conseguir validar ante Naciones Unidas las penas por blasfemia. Los países occidentales lo rechazaron pero no profirieron duras críticas a esta iniciativa.
El silencio y también el miedo se instaló en Europa tras la publicación de las viñetas de Mahoma en varios diarios. Su autor está amenazado de muerte y ha sido víctima de atentados. Sin embargo, en vez de una férrea defensa de la libertad se criticó al viñetista por ofender los sentimientos religiosos de los musulmanes. Defensa que por ejemplo en España no se hace cuando se vulnera este mismo derecho para los católicos.
Incluso en la misma ciudad de Roma, el dictador libio Muamar al Gadafi se congratuló de la rápida expansión del islam por toda Europa y dijo que esta religión "debe ser" la de todo el continente. El primer paso, dijo, sería la entrada de Turquía en la Unión Europea.

Por criticar al islam fue juzgado en Holanda el diputado Geert Wilders, que llegó a decir que el islam es un "régimen totalitario" comparándolo con el libro de Hitler, el Mein Kampf". Mientras tanto, y por poner otro ejemplo, en España una discoteca murciana tuvo que cambiar su nombre "La Meca" ante las amenazas que había recibido pese a que llevaba años llamándose así.

Fuente

Las leyes antijudías visigodas españolas


El Emperador de la decadente Roma, Constantino, en unión del español Osio, convocaron al Concilio de Nicea (lugar situado en la actual Turquía) en el año 325, en donde fue declarada la divinidad de Cristo, pero Arrio se opuso, pues lo consideró sólo un ser humano y no aceptó el “dogma de la Trinidad”, entonces se le asesinó y estallaron las “guerras arrianas”. Con esta acción de intolerancia nació el nuevo credo con el que se intentó prolongar la vida al imperio romano.
De la antigua Germania y Escandinavia migró el pueblo godo hacia el Mar Negro, en donde, en el siglo IV, el obispo Ulfilas, lo convirtió al arrianismo. Bajo el empuje de los Hunos, esta población se dividió en dos partes: Los Visigodos y los Ostrogodos. Los primeros migraron a Italia y a España y establecieron gobierno en la Península Ibérica e impulsados por el arrianismo atacaron a los cristianos.
El rey visigodo arriano, Leovigildo (año 573), ocupó Carcasona en 586. Su hijo, Recaredo I, gobernó entre los años 586 a 601, el cual continuó la guerra. Pero San Leandro convirtió a Recaredo al catolicismo y éste ataco a sus antiguos aliados en Septimania (587) y en Lusitania (588) y así concluyeron las largas guerras arrianas en España. Recaredo, en el III Concilio de Toledo (589), abjuró del arrianismo, con lo que pretendió crear la unidad cristiana en la naciente España.
Para comprobar que era católico auténtico y ya no era arriano, prohibió a los judíos casarse con mujeres cristianas; los israelitas no podrían obtener cargos públicos que les permitiera tener jurisdicción sobre los cristianos.
Sisebuto –hijo de Recaredo I- (612 a 621), para comprobar ser auténtico católico, pues temía que no le creyeran en vista de que los arrianos no persiguieron a los israelitas, radicalizó su política y promulgó leyes en contra de los judíos, obligando a noventa mil judíos a bautizarse, confiscándoles sus bienes. Además aplastó las rebeliones de astures, rucones y vascones y luchó en contra de los bizantinos. Sisebuto decidió iniciar la persecución y despojó a los florecientes judíos para proveerse de fondos, bajo el pretexto de que los hebreos se atrevieron a establecer en Toledo su centro político, económico, social y cultural y religioso, mereciendo por ello ser torturados para que abjuraran de su credo. No tomó en cuenta que Toledo fue fundada por los judíos, que llegaron a la Península Ibérica a bordo de naves fenicias. Además, ordenó que los hijos de los hebreos fueran separados de sus padres y educados en conventos en el cristianismo. Quedaron anulados los matrimonios mixtos, a menos que el consorte judío admitiese bautizarse. Los judíos que insistiesen en mantenerse como judíos (calificados por ello como relapsos), deberían llevar una Estrella de David en sus ropas, para que la población cristiana los reconociera y se les consideró no aptos para ser testigos, ni para ocupar cargos públicos. Estas exigencias abrieron la compuerta a la corrupción, porque “dádivas quebrantan peñas” (como lo escribió el judío Don Miguel de Cervantes Saavedra en Don Quijote).
Se acentuó la vida del “Pueblo Apartado”. La separación hizo que permanentemente fuesen considerados los judíos como extranjeros.
Sin embargo los judíos estaban muy identificados con Sefarad, (España) e incluso, modificaron la liturgia religiosa practicada al sacar el rollo de la Ley del Hejal Hakódesh (el Arca en donde reposan los Rollos de la Ley de Moisés) y decían: “Pues de Toledo saldrá la Ley…..” en lugar de decir: De Sión saldrá la Ley…”
En el Libro de Abdías, en La Biblia, se hace referencia a los judíos que viven en Sefarad. Los que han escrito sobre el tema, han introducido la duda afirmando que esta cita bíblica se refiere a Sefarda, Siria. Lo cierto es que durante las persecuciones y castigo por ser el Pueblo que mató a Cristo, (pueblo deicida), los sefaraditas alegaron que ellos no vivían en Jerusalén cuando aconteció ese hecho, pues llevaban siglos viviendo en la Península desde la época de Salomón, pero a pesar de ese alegato sufrieron las penas dictadas por deicidas, tanto por los germánicos visigodos, como por los diferentes Concilios Toledanos que posteriormente se celebraron.
El IV Concilio Toledano, (año 633), presidido por san Isidoro, se dedicó a organizar la persecución a los judíos.
El VI Concilio de Toledo, en el año 638, estableció, que no se tolerará vivir en España a ninguno que no sea católico. Además, los reyes al ascender al trono, deberían ratificar solemnemente la legislación antijudía.
El IX Concilio de Toledo, en el año 655, dispuso que los judíos quedarían bajo la autoridad de los obispos, para comprobar que los hebreos celebraran los ritos cristianos y no practicaban ritos judíos.
El XI Concilio de Toledo, a petición del rey Ervigio, estableció, que los jueces civiles, deberían tener un asesor eclesiástico para tratar casos de judíos, con el objeto de que se hiciesen respetar las diferentes leyes antijudías.
El XVI Concilio de Toledo (690), prohibió a los judíos acudir a los muelles a contratar.
El XVII Concilio (694) se pronunció porque “debería protegerse la antigua gloria de la unidad religiosa”. Además, denunció, que los judíos conspiraban poniéndose de acuerdo, con los enemigos del otro lado del mar (los árabes de Africa del Norte) para destruir el cristianismo.
Una parte del judaísmo huyó a otros países, otros fueron a vivir entre la nieve de Los Pirineos y los que se quedaron a vivir en las ciudades, quedaron sujetos al “capitis diminutio máxima, media o mínima”, es decir, obligados a perder derechos de familia, con las consecuencias de orden sucesorio y de familia: Las mujeres casadas perdían su patrimonio y los hijos quedaban al cuidado de familias cristianas (mancipium) y pasaban a ser “alieni juris”) (enfermas mentales). Además si la capitis diminutio era máxima, esto significó esclavitud, con pérdida de ciudadanía y de familia.
Así los visigodos destruyeron plenamente la personalidad jurídica de los judíos. Los acreedores pasaron a apoderarse de los bienes del deudor e incluso éste podía ser vendido como esclavo, hasta satisfacer la deuda. 
La “poderosa” tiranía de los visigodos y de los eclesiásticos, condujo a los judíos a la desesperación. Las germánicas leyes visigodas las revivió Hitler en Alemania nazi y los fascistas mexicanos las pondrán en práctica en México en 2014.
La “fuerza” de la tiranía, en realidad fue debilidad, porque los árabes invadieron España en 711 y nadie pudo contener la invasión, naciendo la España Árabe que vivió hasta enero de 1492. Las represiones a las manifestaciones sociales siempre debilitan al Estado. Se racionalizó echando la culpa a los judíos de los errores de la tiranía, diciendo que ellos abrieron las puertas de España a los árabes. Este sentimiento duró siglos y se avivó mediante el clero en 1492, por ello la expulsión.
Estos antecedentes permiten comprender por qué los españoles fueron tan brutales con su inquisición, quemando vivos a judíos, indios, corsarios y a quienes se opusieron a la dictadura virreinal, muriendo 52 millones de indios en América y esta fiereza llegó a empujar a los judíos de Nueva España y de América a vivir 300 años en cavernas, a construir casas sobre lagos, en selvas, desiertos y en lugares inaccesibles a los inquisidores y a su jauría sedienta de dinero y de sangre y a pesar de todo, el Pueblo Judío sobrevivió manteniendo su Fé en A’.

Los progromos


Un pogromo (del ruso погром, pogrom: «devastación») consiste en el linchamiento multitudinario, espontáneo o premeditado, de un grupo particular, étnico, religioso u otro, acompañado de la destrucción o el expolio de sus bienes (casas, tiendas, centros religiosos, etcétera). El término ha sido usado para denotar actos de violencia sobre todo contra los judíos, aunque también se ha aplicado para otros grupos, como es el caso del linchamiento polaco contra las minorías étnicas (alemanes y ucranianos) en Galitzia.

El origen histórico de la palabra se remonta a 1881, cuando el zar Alejandro II fue asesinado en la ciudad de San Petersburgo por Ignacy Hryniewiecki, lo cual produjo en la Rusia meridional una oleada de violencia que se prolongó hasta 1884. Se calcula que, como consecuencia del pogromo, cerca de dos millones de judíos rusos emigraron hacia los Estados Unidos y Argentina en el periodo comprendido entre 1880 y 1920. Ése no fue el único brote antisemita ocurrido en Rusia. Son numerosos los pogromos documentados durante la Revolución rusa de 1917 y la posterior Guerra Civil Rusa (1918-1921); así, durante la Revolución Bolchevique, los judíos acaudalados fueron, como el resto de las clases acomodadas, duramente perseguidos. Y, por su lado, la participación de colectivos judíos menos favorecidos, en favor de la revolución, motivó su posterior represión por parte del Ejército Blanco.
Antes de que la palabra fuera reconocida, otros actos de violencia indiscriminada han sido documentados, siendo los pogromos de 1096, durante la Primera Cruzada, los primeros en ser documentados. Otras cruzadas también inspiraron este tipo de actividad violenta no sancionada por las autoridades o hasta motivada por ellas mismas. Asimismo se califica como pogromo la persecución de judíos en la Europa del siglo XIV, por habérseles acusado de provocar un brote de peste negra.
Los pogromos no acabaron con la Segunda Guerra Mundial. En 1946 estalló uno en Kielce (Polonia). Murieron cuarenta y dos judíos y aproximadamente cincuenta fueron heridos. En enero de 1990, en Bakú (la capital de Azerbaiyán), la minoría armenia de la ciudad fue expulsada y atacada; unos 400 armenios murieron en varios días de pogromo, cientos resultaron heridos, y todos los 36 000 armenios (de un total de 220 000 en 1987) que no habían abandonado la ciudad entre 1988 y 1989, tuvieron que huir vía ferry hasta Turkmenistán, o en avión a Rusia o Armenia.

Pogromos contra judíos

En la Rusia zarista

Los ataques violentos contra judíos se remontan al menos a las Cruzadas o incluso antes (véase Castillo de York), pero el término pogromo referido a una algarada antisemita premeditada sólo empezaría a emplearse a principios del siglo XIX. Se cree que el primer pogromo así llamado se dio durante los disturbios de 1821 en Odesa, tras la muerte del patriarca griego ortodoxo en Constantinopla, durante la cual se asesinó a 14 judíos. Otras fuentes, como la Enciclopedia Judía, datan el primer pogromo en 1859, ocurrido igualmente en Odesa. El término se hizo común tras una serie de altercados violentos antijudíos que asolaron el sur de la Rusia Imperial (moderna Polonia, Ucrania, Moldavia) en el período 1881-1884, después de que se acusara sin evidencia alguna a los judíos como culpables del asesinato del zar Alejandro II.
Durante dicha oleada de ataques, se destruyeron miles de hogares judíos, muchas familias se vieron condenadas a la pobreza extrema, un número incierto de mujeres fueron víctimas de violación; en 166 ciudades rusas se produjeron numerosísimos asesinatos de hombres, mujeres y niños. El nuevo zar Alejandro III culpó a los judíos de estos sucesos y promulgó una serie de duras restricciones sobre los judíos. Los pogromos continuaron durante más de tres años acompañados por la inactividad, cuando no hubo cooperación, por parte de las autoridades.
Una oleada aún más sangrienta de pogromos se desencadenaría en el período 1903-1906, dejando tras de sí un balance de 2000 judíos muertos y muchos más heridos. The New York Times describió así el Primer Pogromo de Kishinev, sucedido en la Pascua de 1903:
«Los disturbios antisemitas en Chisinau, Besarabia, son peores de lo que la censura permitirá publicar. Estaba sobradamente planeada una masacre generalizada contra los judíos el día siguiente a la Pascua rusa. La turba estaba dirigida por sacerdotes, y el lema general, "Matad a los judíos", fue repetido por toda la ciudad. Los judíos fueron tomados por sorpresa y acabaron masacrados como corderos. El número de víctimas ascendió a 120 y el de heridos a 500. Las escenas de horror de esta matanza están más allá de cualquier descripción. Los bebés fueron literalmente despedazados por la turba frenética y sedienta de sangre. La policía local no realizó ningún esfuerzo para impedir el reinado del terror. A la puesta del sol, las calles estaban repletas de cadáveres y heridos. Aquellos que pudieron escapar de la muerte huyeron de la ciudad, ahora prácticamente vacía de judíos.» 
Al menos algunos de los pogromos fueron organizados o apoyados por la policía secreta zarista, la Ojrana. Hechos como la indiferencia de la policía rusa o el ejército fueron debidamente informados, por ejemplo, durante los tres días del pogromo de Kishinev de 1903, así como en ciertos artículos incendiarios de tendencia antijudía aparecidos en la prensa con anterioridad, indicio de que la policía sabía con antelación de algunos pogromos y optó por no actuar. Algunos miembros del ejército también participaron activamente en las matanzas de Białystok (junio de 1906) y Siedlce (septiembre de 1906). El movimiento antisemita más activo durante este período fue el de las Centurias Negras, que participaría en los pogromos.
Incluso con excepción de estas explosiones de violencia, los pogromos fueron comunes: hubo disturbios antijudíos en Odesa en 1859, 1871, 1881, 1886 y 1905, cuyo saldo fue de cientos de víctimas.

Durante la Revolución rusa

Durante la Revolución rusa de 1917 y la posterior Guerra Civil se produjeron numerosos pogromos: se estima que entre 70.000 y 250.000 judíos civiles fueron asesinados en todo el extinto imperio ruso; el número de judíos huérfanos superó los 300.000. En el libro 200 años juntos, Aleksandr Solzhenitsyn aporta las siguientes cifras extraídas del estudio de Nahum Gergel (1951) sobre los pogromos en Ucrania: de 887 pogromos contabilizados, aproximadamente se le achaca un 40% a las fuerzas ucranianas de Symon Petliura, un 25% al Ejército Verde y diversos grupos nacionalistas, un 17% al Ejército Blanco, especialmente a las fuerzas de Antón Denikin, y un 8.5% al Ejército Rojo. Cabe aclarar que el gobierno bolchevique, al menos oficialmente, no tenía una política antisemita, de hecho los pogromos zaristas se dirigían contra los intelectuales y activistas políticos ligados al movimiento revolucionario. Frente a esto, el ejército blanco, ligado al zarismo derrocado, estaba embebido de las tradiciones antisemitas del antiguo régimen ruso. No obstante, se conoce que las autoridades soviéticas censuraron varios documentos de testigos oculares sobre atrocidades bolcheviques en pogromos, como es el caso del escritor Serguéi Gusev-Orenburgski, que publicó en 1921 un manuscrito con prólogo de Máximo Gorki con todos los testimonios: Bagrovaya kniga. Pogromi 1919-1920 Ukraine, pero que, como contaría más tarde en Estados Unidos, le fue censurado, junto a dicho prólogo, todo lo referente a las atrocidades cometidas por el bolchevismo. 

Fuera de Rusia

Los pogromos se extendieron a través de la Europa Central y Oriental, y otros disturbios antisemitas sucedieron en cualquier lugar del mundo. En 1918 y durante los años 30 hubo pogromos esporádicos en Polonia. En 1927 hubo pogromos en Oradea, Rumanía. En 1929, en Palestina tuvo lugar la matanza de Hebrón, perpetrada por árabes palestinos contra las comunidades judías de Jerusalén y alrededores. En América, hubo un pogromo contra los extranjeros en general (y en especial contra los judíos, en la llamada "caza del ruso", gentilicio con el que aún hoy se identifica a los judíos en Argentina, organizada por la ultraderechista Liga Patriótica Argentina) en Argentina, durante la Semana Trágica. Este último pogromo tuvo como antecedentes los ocurridos durante la Huelga General del Centenario (mayo de 1910).
En el mundo árabe se produjeron varios, que desempeñaron un papel fundamental en la emigración masiva desde países árabes a Israel. En 1945, un disturbio antijudío en Trípoli (Libia) cobró 140 víctimas, y en el de Farhud, en Irak, hubo entre 200 y 400 judíos muertos.

Influencia de los pogromos

Con los primeros pogromos de finales del siglo XIX, se produjo un impacto en la opinión pública mundial y, junto con las duras leyes promulgadas, una numerosa emigración judía. Dos millones de judíos huyeron de Rusia entre 1880 y 1913, teniendo como destino principal los Estados Unidos.
En respuesta a estos pogromos y las opresiones del período zarista, los judíos empezaron a ejercer el activismo político. El Sindicato General Judío Laborista, coloquialmente llamado "El Dique", y la participación judía en los movimientos bolcheviques se vieron directamente influidos por los pogromos. De manera similar, la organización de ligas de autodefensa judías (que contuvieron a los pogromistas en ciertos lugares durante el segundo pogromo de Chisinau), tales como Hibbat Zion, derivaron en una aceptación general del sionismo, especialmente entre los judíos rusos.

Uso moderno: ataques a otras comunidades

Otros grupos étnicos fueron víctimas de este tipo de algaradas premeditadas, en diversas ocasiones y en diferentes países. En el pogromo de Estambul de 1955, por ejemplo, una turba numerosísima de turcos atacó a personas de origen griego.
Un ejemplo moderno de disturbio racial calificado por algunos como pogromo fueron los sucesos de agosto de 1991 en Crown Heights, Brooklyn. La Masacre contra los sijes de 1984 en India que ocurrieron tras el asesinato de la primera ministra Indira Gandhi son considerados como un pogromo contra la comunidad sij en Delhi. De igual manera, tras los disturbios de 2002 en Guyarat (India), se acusó al gobierno indio de dirigir un pogromo antimusulmán (a su vez, el gobierno achacó la causa al terrorismo).
Otros casos actuales de pogromos contra otros grupos de ciudadanos fueron las numerosas acciones anticaucásicas por parte de skinheads rusos:
21 de abril de 2001 en Yásenevo, un barrio periférico de Moscú, cerca del supermercado "Yásenevo", contra comerciantes de los países del Cáucaso.
30 de octubre de 2001 en el mercado de Tsarítsyno de Moscú.
El pogromo del 9 de septiembre de 2004 en Ekaterinburgo (Rusia), dejó varios muertos y la mayor parte de los comercios propiedad de personas de origen caucásico destruidos.
Fuera de Rusia:
En julio de 1977, como consecuencia de la victoria electoral del Partido Nacional Unido en Sri Lanka, se produjo un pogromo antitamil respaldado por el gobierno.
Pogromo contra la población serbia del 17 al 18 de marzo de 2004, en la provincia serbia administrada por la ONU de Kosovo-Metohija.
El genocidio de Ruanda también ha sido descrito en ocasiones como un pogromo. Fuente: wikipedia

La auténtica historia de Zugarramurdi



Entre 1609 y 1612, docenas de aldeanos de las regiones que hoy pertenecerían a Navarra y País Vasco murieron a causa de la brujería. Pero, al contrario de lo que la leyenda y el desconocimiento podrían afirmar, no fueron las artes oscuras de hechiceros o brujas lo que acabó con sus vidas: todas ellas fueron víctimas de la justicia, que condujo al ahorcamiento y quema pública de ochenta personas en el Labourd y ocho en Logroño, donde se encontraba el Tribunal de la Inquisición y previamente habían fallecido trece personas en las mazmorras.

¿Qué ocurrió para que en las cuencas del Bidasoa y el Baztán tuviese lugar un proceso de criminalización vecinal y persecución que llegó a marginar sectores enteros de la sociedad? Por una parte, la intervención del monarca francés Henri IV, que acabó con la útil y frecuente solución parroquial de las acusaciones de brujería, que solía concluir de manera pacífica, e impuso la intervención externa de una Comisión contraria a las directrices de la Inquisición, que no creía en brujas, pactos diabólicos y la utilización de castigos.

La nueva situación condujo a “la incomprensión de las nuevas acusaciones del tribunal por parte de los acusados; encierro nocturno de los niños y adolescentes en las iglesias para que no les raptase el diablo; aprovechamiento de ciertos vecinos para dar listas de acusados a niños a trueque de incentivos económicos; amenazas, castigos y torturas de vecinos por otros vecinos para que se autoacusasen”, explica el profesor y antropólogo Mikel Azurmendi a El Confidencial. “En fin, un querer salvarse cada cual como fuere, aun recurriendo a la delación falsa”.

Azurmendi ha expuesto en dos libros, el ensayo Las brujas de Zugarramurdi (Almuzara) y la novela Las maléficas (Hiria) lo acaecido en la aldea navarra y la comarca de Bidasoa durante aquellos años, siguiendo la obra del historiador Julio Caro Baroja y desmintiendo las visiones tópicas que sobre el proceso ha dado la cultura popular, como es el caso de la reciente película de Álex de la Iglesia.

“¿Cree alguien que sea meramente sensato hacer aparecer en su film a una víctima de Zugarramurdi, Graciana de Barrenechea (septuagenaria muerta entre sufrimientos horribles en las mazmorras de Logroño) solazándose en rituales libertarios demoníaco-lúbricos?”, se pregunta el escritor. “¿Cree alguien que se premiaría hoy en Europa una película donde a una víctima de Auschwitz se la propusiera como personaje báquico proclamando la excelencia de ser cocinada en el horno junto a millones de compañeros judíos?”

Entre la realidad y el mito

La fecha de inicio de los luctuosos acontecimientos es 1608, cuando los señores de Urtubi-Alzate y Sant Per solicitan ayuda urgente al monarca francés “para limpiar de brujas el país de Labourd” tras un conflicto de facciones en San Juan de Luz. Ese mismo año es creada una Comisión con plenos poderes de represión que haría huir a la población labortana hacia España y una mujer de Zugarramurdi acusa a varias vecinas de brujería, lo que provoca que el abad de Urdax solicite ayuda a la Inquisición. “La aldea quedó partida en dos pues un tercio de ella quedó acusada y lista para pasar a ser llevada ante el tribunal de Logroño”, explica Azurmendi.

Si hacían confesar a su chaval que era brujo pero que había sido captado, era perdonado y la familia no tenía nada que temer
Los inquisidores Becerra y Valle Alvarado dieron pábulo a la teoría de la brujería y acuñaron el término de aquelarre para nombrar las supuestas reuniones de hechiceros y brujas en el bosque. Un proceso en el que el funcionamiento del tribunal favorecía la delación del vecino: “La manipulación de los niños/adolescentes por los párrocos de Vera de Bidasoa y de Lesaca fue infame; el que esos chavales contasen a sus padres como si fuesen historias verdaderas sus sueños y ensueños nocturnos ponía a los progenitores en el disparadero más terrorífico”, explica Azurmendi. “Si hacían confesar a su chaval que era brujo pero que había sido captado por X, el chaval era perdonado y la familia no tenía nada que temer”.

En el Auto de Fe celebrado entre el 7 el 8 de noviembre de 1610 en Logroño, 18 personas salvaron la vida al confesar sus culpas, pero otras seis fueron pasto de las llamas. En los meses siguientes, la situación degeneraría de tal modo que en abril de 1611, el obispo de Pamplona escribiría una carta al inquisidor general en la que hablaba del "deterioro" de la situación social provocada por los predicadores enviados por Felipe III en la que se producía la tortura y asesinato de vecinos. 

Mucha ideología, menos religión

Hay que entender lo ocurrido como la consecuencia de un proceso de cambio en la historia europea, que Azurmendi considera como el momento en el que nace la ideología, es decir, “el abandono de tener que legitimar el estado de cosas político-social de la monarquía mediante la pura religión y su reemplazo por formas simbólicas y culturales de legitimación mucho más complejas, como por ejemplo, el pacto con el diablo considerado como crimen político de lesa majestad divina punible con la pena de muerte”.

Si tú quieres volver independiente el País Vasco, inventas que existe un conflicto político ancestral entre España y el País Vasco
La acumulación de poder (judicial, legislativo y coercitivo) en manos de los monarcas absolutistas los empujó a buscar nuevas coartadas para emplear mano dura con el pueblo con el objetivo de pugnar en fronteras, como la del Bidasoa, la más antigua de Europa: “Para levantar esa frontera hubo que construirla antes en la imaginación de los fronterizos: a base de amedrentar a la población fronteriza que ni hablaba francés ni español y que la traspasaba sin saber que pasaba una frontera. La persecución de una supuesta brujería echó el cemento para sedimentarla en la mente de la población”.

Azurmendi compara repetidamente la situación vivida en las aldeas con aquella que tuvieron que afrontar los internos de los campos de concentración. Por una parte, “la situación de absoluta alienación de la personalidad en la que quedaba el campesino acusado, arrancado de su familia, llevado preso a cien kilómetros de su aldea, encerrado en una mazmorra, incomunicado bestialmente durante meses o años y sometido a incomprensibles interrogatorios hasta que se declarase culpable, si no quería ser sometido al tormento o tortura”. Aquellos que lograron sobrevivir a las acusaciones, “quedaron como despojos humanos”.

La persecución que se repite a lo largo de los siglos

Un círculo vicioso del terror que favorecía la denuncia del vecino, y que el antropólogo considera parte del “lote humano de nuestras sociedades”. “Entre nosotros, los vascos, hasta ayer mismo un vecino siempre podía decir ‘algo habrá hecho’ ante un asesinado de ETA para quedar bien ante otros vecinos o hasta podía denunciar a alguien para congraciarse con ellos”, añade Azurmendi con conocimiento de causa, ya que ha sido víctima de dos intentos de atentado por parte de ETA, lo que le hizo abandonar en 2002 su plaza en la Universidad del País Vasco y marcharse a Estados Unidos.

Mikel Azurmendi, uno de los fundadores del Foro de Ermua.La invención de enemigos ha sido, pues, un proceso recurrente a lo largo de los siglos. “Si tú quieres volver independiente el País Vasco, inventas que existe un conflicto político ancestral entre España y el País Vasco, te inventas batallas inexistentes de los vascos contra los españoles, borras de la memoria los hechos incontrovertibles de vinculación económico-social entre la tierra vasca y la española”, explica el profesor. “A ese conflicto lo calificas de genocida y decides hacer una lucha terrorista contra España –que llamas ‘frente militar’– para que parezca que hay un conflicto armado entre España y País Vasco”.

“Mutatis mutandis, con la brujería pasó algo similar. Los teólogos forjaron para sí una imaginación demoníaca completamente nueva y, persiguiendo a la gente y obligándola a confesar lo que ellos querían, creyeron que era real aquello que habían imaginado”, añade Azurmendi, que asegura que ha escrito los dos volúmenes “pensando en las víctimas, en los únicos perdedores de la historia”.

Un héroe para la eternidad

La razón por la que lo ocurrido en Navarra es uno de los procesos contra la brujería más conocidos de Europa es la localización en el año 1968 por Gustav Henningsen de toda la documentación inquisitorial, como explica Azurmendi, “pormenorizada hasta un extremo insólito gracias a un inquisidor de aquel tribunal que, tras desconfiar del procedimiento ilegal de sus dos colegas de tribunal, habló con más de mil acusados y levantó miles de folios de testimonios de víctimas y testigos directos”.

La Inquisición se comprometió a no ajusticiar nunca a nadie más por brujería

El justiciero se trataba de Alonso de Salazar y Frías, que se opuso a las teorías sobre la brujería fomentadas por puro interés y que consiguió, finalmente, que en 1614, que la Suprema de la Inquisición “se excusase de su mala información y de graves errores en toda aquella persecución, y adquiriera el compromiso de nunca más ajusticiar a nadie por brujería tras haber concedido amnistía completa a los penados en el Auto de Logroño de 1610”.

En 1617, el justiciero inquisidor informó al Alto Tribunal que la paz había retornado a la zona, lo que puso punto y final a uno de los episodios más oscuros de la historia de Europa, pero también de aquellos que mejor pueden ayudarnos a entender nuestro presente: “Para mí las víctimas del terrorismo etarra, del yihadismo musulmán, de las monarquías antiguas o modernas, de los nacionalismos nazifascistas o comunistas así como las de los inquisidores son igual de inocentes y la injusticia cometida contra ellas requiere nuestra mirada no sólo compasiva sino la que hagamos buscando la verdad”, concluye Azurmendi.

Alonso de Salazar y Frías

Alonso de Salazar nació en Burgos en 1564 en el seno de una familia de mercaderes y altos funcionarios. Estudió derecho canónico en Salamanca y Sigüenza y posteriormente se ordenó sacerdote. Fue destinado a las diócesis de Jaen y Toledo donde trabajó a las órdenes del obispo de ambas, Bernardo de Sandoval y Rojas, hermano del Duque de Lerma, valido de Felipe III.

Accedió al Santo Oficio en 1609, incorporándose en julio de 1610 al tribunal de Logroño donde los inquisidores Alonso Becerrra Holguin y Juan del Valle Alvarado ya tenían abierto un gran proceso por brujería en el que se mostraron mucho más intolerantes que Salazar. Este proceso fue la primera y última gran causa por brujería que se produjo en España y tuvo lugar en las localidades navarras de Zugarramurdi y Urdax.

A la llegada de Salazar el proceso ya estaba en marcha. Se inició cuando una tal María de Ximildegui afirmó haber participado en akelarres en presencia de otras personas de Zugarramurdi. Algunos de los denunciados admitieron los hechos y denunciaron a su vez a otras personas. Las coincidencias en los testimonios terminaron de convencer al tribunal de la veracidad de las denuncias. Estos incluían descripciones de las orgías, del aspecto de las apariciones demoníacas y de los ritos llevados a cabo.
En junio de 1610 los inquisidores acordaron la sentencia de culpabilidad de veintinueve de los acusados. Sin embargo Alonso de Salazar y Frías]], quien al haberse incorporado al tribunal en julio del año anterior no había participado en los interrogatorios de los principales inculpados, votó en contra de la condena a la hoguera de María de Arburu por falta de pruebas. Tras la celebración del auto de fe en noviembre de 1611 —en el que dieciocho supuestos brujos y brujas fueron reconciliados, seis fueron quemados vivos y cinco lo fueron en efigie— Salazar comenzó a dudar también de la culpabilidad del resto.  
En los meses siguientes al auto de fe se desató una fiebre por la caza de brujas en toda la región que se materializó en miles de acusaciones. La dudas de Salazar sobre la culpabilidad de los condenados fue secundada por otros importantes clérigos que atribuían las confesiones a la superstición y a la incultura, tales como el obispo de Pamplona, Venegas de Figueroa.
Por este motivo el Consejo de la Inquisición ordenó a Salazar que visitara las montañas de Navarra con el objeto de recabar información y testimonios de primera mano, con órdenes de no forzar las confesiones y no amenazar a los cuestionados. A partir de mayo de 1611 recorrió durante casi ocho meses la zona en plena fiebre de brujería. Recabó miles de testimonios inconsistentes y contradictorios, no pudiendo encontrar ninguna prueba sólida de que los aquelarres hubieran tenido lugar. Los testigos se contradecían y supuestos ungüentos y pócimas resultaron ser falsos. En un informe al Inquisidor General escribió que no había encontrado un sólo testimonio sólido de que hubiesen tenido lugar actos de brujería y que las declaraciones de los supuestos testigos por sí solos no debían ser tomados como prueba suficiente.
En el informe final de 1613 denunció la pobre instrucción ya que no se anotaron los cambios en las declaraciones de los acusados ni sus contradicciones. Concluyó que no era posible determinar que se hubiera producido acto alguno de brujería ya que los hechos descritos eran con frecuencia imposibles, como volar por el aire o asistir a aquelarres mientras las brujas permanecían en la cama, y que, en caso de que efectivamente hubiese intervención del Demonio, cómo era posible que sus actos fueran denunciados de forma tan fácil, incluso con el testimonio de niños pequeños.
Así tras la revisión a fondo del caso ordenada por el Consejo de la Suprema Inquisición Salazar se arrepintió completamente de la sentencia que él también había firmado al considerar que se había cometido una "terrible injusticia". Salazar escribió en su informe final lo siguiente: 
Cometimos culpa el tribunal... [al no reconocer] la ambigüedad y perplejidad de la materia. Cometimos [defectos] en la fidelidad y recto modo de proceder... en que no escribíamos enteramente en los procesos circunstancias graves... ni las promesas de libertad que les hacíamos, creaciones entre sí... y otras sugerencias para que acabasen de confesar toda la culpa que queríamos, reduciéndonos nosotros mismos a escribir sólo para llevar mayor consonancia de hacerlos culpados y delincuentes. Tanto que también por esto dejamos de escribir muchas revocaciones.
En 1614 la Suprema promulgó unas "instrucciones" o criterios de obligado cumplimiento, que seguían fielmente las recomendaciones dadas por Salazar y que formaron la base de la jurisprudencia posterior en la materia. Entre ellas se incluyeron métodos para recabar testimonios fiables basados en hechos empíricos y no en meros testimonios de segunda mano. También se desacreditó el Malleus Maleficarum, que había sido el manual seguido hasta entonces por el Santo Oficio sobre brujería y que se basaba en leyendas y casos sin confirmar. Además se siguieron recomendaciones de Salazar de mantener en lo posible la discreción sobre estos casos para evitar el contagio y la paranoia sobre la existencia de brujería. Según el propio Don Alonso, hacia 1617 pudo informar al Alto Tribunal de que la paz se había impuesto de nuevo en las tierras de Navarra.


Crímenes de lesa humanidad en Corea del Norte


En una decisión que no tiene precedentes, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (CDH) ha aprobado una resolución histórica que establece una Comisión de Investigación que examinará “las violaciones sistemáticas, generalizadas y graves de los derechos humanos” en Corea del Norte.
Varias agencias de Derechos Humanos y organizaciones cristianas, entre ellas la Christian Solidarity Worldwide, han llevado adelante una campaña durante dos años para convencer a la ONU de la necesidad de centrar la atención internacional en los crímenes perpetrados contra el pueblo de Corea del Norte por uno de los regímenes más brutales del mundo.
CSW recomendó por primera vez una investigación internacional en 2007 en su informe Corea del Norte: un caso para responder, Un Llamado a la Ley. En 2011 ayudó a establecer la Coalición Internacional para acabar con los crímenes contra la humanidad en Corea del Norte (ICNK), que reúne a más de 40 organizaciones de derechos humanos en todo el mundo en la petición de investigar la violación de derechos en Corea del Norte.
A principios de este año el Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Navanethem Pillay, se hizo eco de estas campañas mientras que el Relator Especial sobre la situación de los derechos humanos en Corea del Norte, Marzuki Darusman, describió los abusos del gobierno de Corea del Norte en materia de derechos como “atroces” y recomendó el establecimiento de “un mecanismo más detallado para la investigación” en su informe más reciente.
La Comisión de Investigación indagará la violación de derechos humanos como “el derecho a la alimentación, los campos de prisioneros, la tortura y los tratos inhumanos, las detenciones arbitrarias, la discriminación, las violaciones de la libertad de expresión, violaciones del derecho a la vida, violaciones de la libertad de movimiento, y las desapariciones forzadas, en particular en forma de secuestros”, con el fin de garantizar la plena responsabilidad, en particular cuando estas violaciones pueden constituir crímenes contra la humanidad.
El director de CSW, Andrew Johnston acogió “con satisfacción esta resolución, que es el resultado de años de abogacía y campañas”. “Esperamos que la Comisión de Investigación exponga el alcance de violaciones del gobierno de Corea del Norte en materia de derechos y suponga los primeros pasos hacia la justicia para el pueblo de Corea del Norte, que han sufrido terriblemente bajo uno de los regímenes más brutales y opacos del mundo”, concluyó.
En los últimos días ha aumentado la tensión entre Corea del Norte y los países a los que considera enemigos, en especial Estados Unidos, Japón y Corea del Sur.
“EEUU no debe que olvidar que la Base de la Fuerza Aérea de Anderson en Guam, donde despegan los B-52, y las bases navales en Okinawa y el resto de Japón, donde hay submarinos nucleares, se encuentran dentro del alcance de tiro”, ha asegurado el portavoz del Comando Supremo del Ejército Popular.
En el comunicado divulgado por la agencia estatal KCNA, el portavoz militar advirtió a EEUU de que “reaccionará a las bombas del enemigo con un ataque nuclear más poderoso”, una amenaza que, aseguró, “no es para nada un discurso vacío”.
La agresiva campaña de amenazas verbales que Corea del Norte inició hace dos semanas en respuesta tanto a los ejercicios militares de Seúl y Washington como a las nuevas sanciones impuestas sobre el país por la ONU tras su última prueba nuclear de febrero. Fuente:www.cbn.com