Las leyes antijudías visigodas españolas


El Emperador de la decadente Roma, Constantino, en unión del español Osio, convocaron al Concilio de Nicea (lugar situado en la actual Turquía) en el año 325, en donde fue declarada la divinidad de Cristo, pero Arrio se opuso, pues lo consideró sólo un ser humano y no aceptó el “dogma de la Trinidad”, entonces se le asesinó y estallaron las “guerras arrianas”. Con esta acción de intolerancia nació el nuevo credo con el que se intentó prolongar la vida al imperio romano.
De la antigua Germania y Escandinavia migró el pueblo godo hacia el Mar Negro, en donde, en el siglo IV, el obispo Ulfilas, lo convirtió al arrianismo. Bajo el empuje de los Hunos, esta población se dividió en dos partes: Los Visigodos y los Ostrogodos. Los primeros migraron a Italia y a España y establecieron gobierno en la Península Ibérica e impulsados por el arrianismo atacaron a los cristianos.
El rey visigodo arriano, Leovigildo (año 573), ocupó Carcasona en 586. Su hijo, Recaredo I, gobernó entre los años 586 a 601, el cual continuó la guerra. Pero San Leandro convirtió a Recaredo al catolicismo y éste ataco a sus antiguos aliados en Septimania (587) y en Lusitania (588) y así concluyeron las largas guerras arrianas en España. Recaredo, en el III Concilio de Toledo (589), abjuró del arrianismo, con lo que pretendió crear la unidad cristiana en la naciente España.
Para comprobar que era católico auténtico y ya no era arriano, prohibió a los judíos casarse con mujeres cristianas; los israelitas no podrían obtener cargos públicos que les permitiera tener jurisdicción sobre los cristianos.
Sisebuto –hijo de Recaredo I- (612 a 621), para comprobar ser auténtico católico, pues temía que no le creyeran en vista de que los arrianos no persiguieron a los israelitas, radicalizó su política y promulgó leyes en contra de los judíos, obligando a noventa mil judíos a bautizarse, confiscándoles sus bienes. Además aplastó las rebeliones de astures, rucones y vascones y luchó en contra de los bizantinos. Sisebuto decidió iniciar la persecución y despojó a los florecientes judíos para proveerse de fondos, bajo el pretexto de que los hebreos se atrevieron a establecer en Toledo su centro político, económico, social y cultural y religioso, mereciendo por ello ser torturados para que abjuraran de su credo. No tomó en cuenta que Toledo fue fundada por los judíos, que llegaron a la Península Ibérica a bordo de naves fenicias. Además, ordenó que los hijos de los hebreos fueran separados de sus padres y educados en conventos en el cristianismo. Quedaron anulados los matrimonios mixtos, a menos que el consorte judío admitiese bautizarse. Los judíos que insistiesen en mantenerse como judíos (calificados por ello como relapsos), deberían llevar una Estrella de David en sus ropas, para que la población cristiana los reconociera y se les consideró no aptos para ser testigos, ni para ocupar cargos públicos. Estas exigencias abrieron la compuerta a la corrupción, porque “dádivas quebrantan peñas” (como lo escribió el judío Don Miguel de Cervantes Saavedra en Don Quijote).
Se acentuó la vida del “Pueblo Apartado”. La separación hizo que permanentemente fuesen considerados los judíos como extranjeros.
Sin embargo los judíos estaban muy identificados con Sefarad, (España) e incluso, modificaron la liturgia religiosa practicada al sacar el rollo de la Ley del Hejal Hakódesh (el Arca en donde reposan los Rollos de la Ley de Moisés) y decían: “Pues de Toledo saldrá la Ley…..” en lugar de decir: De Sión saldrá la Ley…”
En el Libro de Abdías, en La Biblia, se hace referencia a los judíos que viven en Sefarad. Los que han escrito sobre el tema, han introducido la duda afirmando que esta cita bíblica se refiere a Sefarda, Siria. Lo cierto es que durante las persecuciones y castigo por ser el Pueblo que mató a Cristo, (pueblo deicida), los sefaraditas alegaron que ellos no vivían en Jerusalén cuando aconteció ese hecho, pues llevaban siglos viviendo en la Península desde la época de Salomón, pero a pesar de ese alegato sufrieron las penas dictadas por deicidas, tanto por los germánicos visigodos, como por los diferentes Concilios Toledanos que posteriormente se celebraron.
El IV Concilio Toledano, (año 633), presidido por san Isidoro, se dedicó a organizar la persecución a los judíos.
El VI Concilio de Toledo, en el año 638, estableció, que no se tolerará vivir en España a ninguno que no sea católico. Además, los reyes al ascender al trono, deberían ratificar solemnemente la legislación antijudía.
El IX Concilio de Toledo, en el año 655, dispuso que los judíos quedarían bajo la autoridad de los obispos, para comprobar que los hebreos celebraran los ritos cristianos y no practicaban ritos judíos.
El XI Concilio de Toledo, a petición del rey Ervigio, estableció, que los jueces civiles, deberían tener un asesor eclesiástico para tratar casos de judíos, con el objeto de que se hiciesen respetar las diferentes leyes antijudías.
El XVI Concilio de Toledo (690), prohibió a los judíos acudir a los muelles a contratar.
El XVII Concilio (694) se pronunció porque “debería protegerse la antigua gloria de la unidad religiosa”. Además, denunció, que los judíos conspiraban poniéndose de acuerdo, con los enemigos del otro lado del mar (los árabes de Africa del Norte) para destruir el cristianismo.
Una parte del judaísmo huyó a otros países, otros fueron a vivir entre la nieve de Los Pirineos y los que se quedaron a vivir en las ciudades, quedaron sujetos al “capitis diminutio máxima, media o mínima”, es decir, obligados a perder derechos de familia, con las consecuencias de orden sucesorio y de familia: Las mujeres casadas perdían su patrimonio y los hijos quedaban al cuidado de familias cristianas (mancipium) y pasaban a ser “alieni juris”) (enfermas mentales). Además si la capitis diminutio era máxima, esto significó esclavitud, con pérdida de ciudadanía y de familia.
Así los visigodos destruyeron plenamente la personalidad jurídica de los judíos. Los acreedores pasaron a apoderarse de los bienes del deudor e incluso éste podía ser vendido como esclavo, hasta satisfacer la deuda. 
La “poderosa” tiranía de los visigodos y de los eclesiásticos, condujo a los judíos a la desesperación. Las germánicas leyes visigodas las revivió Hitler en Alemania nazi y los fascistas mexicanos las pondrán en práctica en México en 2014.
La “fuerza” de la tiranía, en realidad fue debilidad, porque los árabes invadieron España en 711 y nadie pudo contener la invasión, naciendo la España Árabe que vivió hasta enero de 1492. Las represiones a las manifestaciones sociales siempre debilitan al Estado. Se racionalizó echando la culpa a los judíos de los errores de la tiranía, diciendo que ellos abrieron las puertas de España a los árabes. Este sentimiento duró siglos y se avivó mediante el clero en 1492, por ello la expulsión.
Estos antecedentes permiten comprender por qué los españoles fueron tan brutales con su inquisición, quemando vivos a judíos, indios, corsarios y a quienes se opusieron a la dictadura virreinal, muriendo 52 millones de indios en América y esta fiereza llegó a empujar a los judíos de Nueva España y de América a vivir 300 años en cavernas, a construir casas sobre lagos, en selvas, desiertos y en lugares inaccesibles a los inquisidores y a su jauría sedienta de dinero y de sangre y a pesar de todo, el Pueblo Judío sobrevivió manteniendo su Fé en A’.

Los progromos


Un pogromo (del ruso погром, pogrom: «devastación») consiste en el linchamiento multitudinario, espontáneo o premeditado, de un grupo particular, étnico, religioso u otro, acompañado de la destrucción o el expolio de sus bienes (casas, tiendas, centros religiosos, etcétera). El término ha sido usado para denotar actos de violencia sobre todo contra los judíos, aunque también se ha aplicado para otros grupos, como es el caso del linchamiento polaco contra las minorías étnicas (alemanes y ucranianos) en Galitzia.

El origen histórico de la palabra se remonta a 1881, cuando el zar Alejandro II fue asesinado en la ciudad de San Petersburgo por Ignacy Hryniewiecki, lo cual produjo en la Rusia meridional una oleada de violencia que se prolongó hasta 1884. Se calcula que, como consecuencia del pogromo, cerca de dos millones de judíos rusos emigraron hacia los Estados Unidos y Argentina en el periodo comprendido entre 1880 y 1920. Ése no fue el único brote antisemita ocurrido en Rusia. Son numerosos los pogromos documentados durante la Revolución rusa de 1917 y la posterior Guerra Civil Rusa (1918-1921); así, durante la Revolución Bolchevique, los judíos acaudalados fueron, como el resto de las clases acomodadas, duramente perseguidos. Y, por su lado, la participación de colectivos judíos menos favorecidos, en favor de la revolución, motivó su posterior represión por parte del Ejército Blanco.
Antes de que la palabra fuera reconocida, otros actos de violencia indiscriminada han sido documentados, siendo los pogromos de 1096, durante la Primera Cruzada, los primeros en ser documentados. Otras cruzadas también inspiraron este tipo de actividad violenta no sancionada por las autoridades o hasta motivada por ellas mismas. Asimismo se califica como pogromo la persecución de judíos en la Europa del siglo XIV, por habérseles acusado de provocar un brote de peste negra.
Los pogromos no acabaron con la Segunda Guerra Mundial. En 1946 estalló uno en Kielce (Polonia). Murieron cuarenta y dos judíos y aproximadamente cincuenta fueron heridos. En enero de 1990, en Bakú (la capital de Azerbaiyán), la minoría armenia de la ciudad fue expulsada y atacada; unos 400 armenios murieron en varios días de pogromo, cientos resultaron heridos, y todos los 36 000 armenios (de un total de 220 000 en 1987) que no habían abandonado la ciudad entre 1988 y 1989, tuvieron que huir vía ferry hasta Turkmenistán, o en avión a Rusia o Armenia.

Pogromos contra judíos

En la Rusia zarista

Los ataques violentos contra judíos se remontan al menos a las Cruzadas o incluso antes (véase Castillo de York), pero el término pogromo referido a una algarada antisemita premeditada sólo empezaría a emplearse a principios del siglo XIX. Se cree que el primer pogromo así llamado se dio durante los disturbios de 1821 en Odesa, tras la muerte del patriarca griego ortodoxo en Constantinopla, durante la cual se asesinó a 14 judíos. Otras fuentes, como la Enciclopedia Judía, datan el primer pogromo en 1859, ocurrido igualmente en Odesa. El término se hizo común tras una serie de altercados violentos antijudíos que asolaron el sur de la Rusia Imperial (moderna Polonia, Ucrania, Moldavia) en el período 1881-1884, después de que se acusara sin evidencia alguna a los judíos como culpables del asesinato del zar Alejandro II.
Durante dicha oleada de ataques, se destruyeron miles de hogares judíos, muchas familias se vieron condenadas a la pobreza extrema, un número incierto de mujeres fueron víctimas de violación; en 166 ciudades rusas se produjeron numerosísimos asesinatos de hombres, mujeres y niños. El nuevo zar Alejandro III culpó a los judíos de estos sucesos y promulgó una serie de duras restricciones sobre los judíos. Los pogromos continuaron durante más de tres años acompañados por la inactividad, cuando no hubo cooperación, por parte de las autoridades.
Una oleada aún más sangrienta de pogromos se desencadenaría en el período 1903-1906, dejando tras de sí un balance de 2000 judíos muertos y muchos más heridos. The New York Times describió así el Primer Pogromo de Kishinev, sucedido en la Pascua de 1903:
«Los disturbios antisemitas en Chisinau, Besarabia, son peores de lo que la censura permitirá publicar. Estaba sobradamente planeada una masacre generalizada contra los judíos el día siguiente a la Pascua rusa. La turba estaba dirigida por sacerdotes, y el lema general, "Matad a los judíos", fue repetido por toda la ciudad. Los judíos fueron tomados por sorpresa y acabaron masacrados como corderos. El número de víctimas ascendió a 120 y el de heridos a 500. Las escenas de horror de esta matanza están más allá de cualquier descripción. Los bebés fueron literalmente despedazados por la turba frenética y sedienta de sangre. La policía local no realizó ningún esfuerzo para impedir el reinado del terror. A la puesta del sol, las calles estaban repletas de cadáveres y heridos. Aquellos que pudieron escapar de la muerte huyeron de la ciudad, ahora prácticamente vacía de judíos.» 
Al menos algunos de los pogromos fueron organizados o apoyados por la policía secreta zarista, la Ojrana. Hechos como la indiferencia de la policía rusa o el ejército fueron debidamente informados, por ejemplo, durante los tres días del pogromo de Kishinev de 1903, así como en ciertos artículos incendiarios de tendencia antijudía aparecidos en la prensa con anterioridad, indicio de que la policía sabía con antelación de algunos pogromos y optó por no actuar. Algunos miembros del ejército también participaron activamente en las matanzas de Białystok (junio de 1906) y Siedlce (septiembre de 1906). El movimiento antisemita más activo durante este período fue el de las Centurias Negras, que participaría en los pogromos.
Incluso con excepción de estas explosiones de violencia, los pogromos fueron comunes: hubo disturbios antijudíos en Odesa en 1859, 1871, 1881, 1886 y 1905, cuyo saldo fue de cientos de víctimas.

Durante la Revolución rusa

Durante la Revolución rusa de 1917 y la posterior Guerra Civil se produjeron numerosos pogromos: se estima que entre 70.000 y 250.000 judíos civiles fueron asesinados en todo el extinto imperio ruso; el número de judíos huérfanos superó los 300.000. En el libro 200 años juntos, Aleksandr Solzhenitsyn aporta las siguientes cifras extraídas del estudio de Nahum Gergel (1951) sobre los pogromos en Ucrania: de 887 pogromos contabilizados, aproximadamente se le achaca un 40% a las fuerzas ucranianas de Symon Petliura, un 25% al Ejército Verde y diversos grupos nacionalistas, un 17% al Ejército Blanco, especialmente a las fuerzas de Antón Denikin, y un 8.5% al Ejército Rojo. Cabe aclarar que el gobierno bolchevique, al menos oficialmente, no tenía una política antisemita, de hecho los pogromos zaristas se dirigían contra los intelectuales y activistas políticos ligados al movimiento revolucionario. Frente a esto, el ejército blanco, ligado al zarismo derrocado, estaba embebido de las tradiciones antisemitas del antiguo régimen ruso. No obstante, se conoce que las autoridades soviéticas censuraron varios documentos de testigos oculares sobre atrocidades bolcheviques en pogromos, como es el caso del escritor Serguéi Gusev-Orenburgski, que publicó en 1921 un manuscrito con prólogo de Máximo Gorki con todos los testimonios: Bagrovaya kniga. Pogromi 1919-1920 Ukraine, pero que, como contaría más tarde en Estados Unidos, le fue censurado, junto a dicho prólogo, todo lo referente a las atrocidades cometidas por el bolchevismo. 

Fuera de Rusia

Los pogromos se extendieron a través de la Europa Central y Oriental, y otros disturbios antisemitas sucedieron en cualquier lugar del mundo. En 1918 y durante los años 30 hubo pogromos esporádicos en Polonia. En 1927 hubo pogromos en Oradea, Rumanía. En 1929, en Palestina tuvo lugar la matanza de Hebrón, perpetrada por árabes palestinos contra las comunidades judías de Jerusalén y alrededores. En América, hubo un pogromo contra los extranjeros en general (y en especial contra los judíos, en la llamada "caza del ruso", gentilicio con el que aún hoy se identifica a los judíos en Argentina, organizada por la ultraderechista Liga Patriótica Argentina) en Argentina, durante la Semana Trágica. Este último pogromo tuvo como antecedentes los ocurridos durante la Huelga General del Centenario (mayo de 1910).
En el mundo árabe se produjeron varios, que desempeñaron un papel fundamental en la emigración masiva desde países árabes a Israel. En 1945, un disturbio antijudío en Trípoli (Libia) cobró 140 víctimas, y en el de Farhud, en Irak, hubo entre 200 y 400 judíos muertos.

Influencia de los pogromos

Con los primeros pogromos de finales del siglo XIX, se produjo un impacto en la opinión pública mundial y, junto con las duras leyes promulgadas, una numerosa emigración judía. Dos millones de judíos huyeron de Rusia entre 1880 y 1913, teniendo como destino principal los Estados Unidos.
En respuesta a estos pogromos y las opresiones del período zarista, los judíos empezaron a ejercer el activismo político. El Sindicato General Judío Laborista, coloquialmente llamado "El Dique", y la participación judía en los movimientos bolcheviques se vieron directamente influidos por los pogromos. De manera similar, la organización de ligas de autodefensa judías (que contuvieron a los pogromistas en ciertos lugares durante el segundo pogromo de Chisinau), tales como Hibbat Zion, derivaron en una aceptación general del sionismo, especialmente entre los judíos rusos.

Uso moderno: ataques a otras comunidades

Otros grupos étnicos fueron víctimas de este tipo de algaradas premeditadas, en diversas ocasiones y en diferentes países. En el pogromo de Estambul de 1955, por ejemplo, una turba numerosísima de turcos atacó a personas de origen griego.
Un ejemplo moderno de disturbio racial calificado por algunos como pogromo fueron los sucesos de agosto de 1991 en Crown Heights, Brooklyn. La Masacre contra los sijes de 1984 en India que ocurrieron tras el asesinato de la primera ministra Indira Gandhi son considerados como un pogromo contra la comunidad sij en Delhi. De igual manera, tras los disturbios de 2002 en Guyarat (India), se acusó al gobierno indio de dirigir un pogromo antimusulmán (a su vez, el gobierno achacó la causa al terrorismo).
Otros casos actuales de pogromos contra otros grupos de ciudadanos fueron las numerosas acciones anticaucásicas por parte de skinheads rusos:
21 de abril de 2001 en Yásenevo, un barrio periférico de Moscú, cerca del supermercado "Yásenevo", contra comerciantes de los países del Cáucaso.
30 de octubre de 2001 en el mercado de Tsarítsyno de Moscú.
El pogromo del 9 de septiembre de 2004 en Ekaterinburgo (Rusia), dejó varios muertos y la mayor parte de los comercios propiedad de personas de origen caucásico destruidos.
Fuera de Rusia:
En julio de 1977, como consecuencia de la victoria electoral del Partido Nacional Unido en Sri Lanka, se produjo un pogromo antitamil respaldado por el gobierno.
Pogromo contra la población serbia del 17 al 18 de marzo de 2004, en la provincia serbia administrada por la ONU de Kosovo-Metohija.
El genocidio de Ruanda también ha sido descrito en ocasiones como un pogromo. Fuente: wikipedia

La duplicación de la circunferencia

El famoso teorema de Banach-Tarski dice que es posible cortar una esfera en una cantidad finita de partes, las cuales, convenientemente reordenadas (y sin que sean deformadas de ninguna manera), permiten armar dos esferas iguales a la original.

Mi intención en esta entrada es mostrar un resultado parecido al teorema de Banach-Tarski; un resultado que, aunque menos espectacular, es tan paradójico como él. En esta entrada voy a mostrar cómo se puede cortar una circunferencia en una cantidad infinita numerable de partes que, convenientemente reordenadas, permiten armar dos circunferencias iguales a la original (de hecho, podría armarse una cantidad infinita numerable de circunferencias iguales a la original).

Obviamente, el aspecto paradójico del teorema de Banach-Tarski consiste en que nuestra intuición nos dice que si cortamos un cuerpo en una cantidad finita de partes y las reordenamos entonces el volumen total debería conservarse. El aspecto paradójico del resultado que aquí mostraré es similar ya que, quizás no nuestra intuición, pero sí los axiomas de la medida nos dicen que la longitud debería igualmente conservarse si una curva es cortada en una cantidad numerable de partes y estas son reordenadas.

Sea C entonces una circunferencia; vamos a comenzar definiendo en ella una relación de equivalencia. Para ello, para cada número racional q con $0\leq q < 1$ consideramos el movimiento que consiste en girar todos los puntos de C un ángulo de q.360° en sentido contrario al de las agujas del reloj. A todos los movimientos así definidos los llamaremos giros válidos.
Definimos entonces la siguiente relación: dos puntos P y Q de C están relacionados si y sólo si es posible llegar de P a Q mediante un giro válido. No es difícil probar que se trata, en efecto, de una relación de equivalencia.

Llamemos V a un sistema de representantes de la relación, es decir, V contiene exactamente un punto de cada una de las clases de equivalencia determinadas por la relación definida más arriba. Una consecuencia de esta definición es que cada punto P de la circunferencia C existe un único punto Q de V tal que se puede llegar de Q a P mediante un giro válido; y ese giro también es único.

A continuación, para cada número racional q con $0\leq q < 1$ llamamos Vq al conjunto que se obtiene aplicando simultáneamente a todos los puntos de V el giro válido de q.360°. Por ejemplo V1/3 se obtiene girando los puntos de V 120° en sentido antihorario (nótese que V0 = V). De lo dicho más arriba se deduce, por un lado, que C es la unión de todos los Vq y, por el otro, que no hay puntos que pertenezcan simultáneamente a dos Vq diferentes.

Dado que el conjunto de todos los números racionales es numerable, entonces la circunferencia C ha quedado partida en una cantidad igualmente numerable de partes Vq disjuntas dos a dos. Tenemos así definidas, entonces, cuáles son las partes en que la circunferencia es cortada, veamos ahora cómo reordenarlas para completar la duplicación.

Para comenzar con la duplicación, notemos en primer lugar que dos cualesquiera de las partes en que hemos cortado a C pueden obtenerse, una de la otra, mediante un giro válido. Por ejemplo, V1/2 resulta de girar 60° a V1/3. Separamos entonces las partes que hemos definido y, aprovechando el hecho de que los racionales son numerables, las numeramos 1, 2, 3, 4,… (la imagen se sale de marco porque sigue infinitamente hacia la derecha).
A continuación separamos las partes, colocando por un lado las partes “pares” y por el otro las “impares”.
Finalmente aplicamos, tanto en la fila superior como en la inferior de la imagen, un “corrimiento” al estilo hotel de Hilbert. Con más precisión, en la fila superior de la imagen giramos la parte número 3 de modo que ocupe el lugar de la parte 2 (es decir, rotamos V1/3 para transformarla en V1/2), al mismo tiempo rotamos la parte 5 para que ocupe el lugar de la 3, y así sucesivamente hasta “llenar todos los espacios en blanco”. El resultado final es una copia de la circunferencia C. Luego repetimos el mismo proceso en la fila inferior; giramos la parte número 2 para que ocupe el lugar de la 1, la 4 para que ocupe el lugar de la 2, y así sucesivamente. Logramos así construir una segunda copia de la circunferencia C, la cual, en consecuencia hemos duplicado.

No es difícil modificar la idea (véase aquí) de tal modo que se pueda obtener una cantidad infinita numerable de copias de la circunferencia C. Y con mínimas variantes puede aplicarse también para lograr la multiplicación de un círculo al que le falte su centro (para esto último, a cada punto de conjunto V le adjuntamos el radio que lo une con el centro del círculo, aunque sin incluir al centro en sí mismo).

De modo que, si así lo desean, pueden multiplicar hasta el infinito, sin costo de material, toda su colección de discos compactos… aunque, claro, tal vez la música registrada en ellos quede un poco alterada.

Esta entrada participa en la Edición 5.3: Felix Klein del Carnaval de Matemáticas cuyo anfitrión es Juegos Topológicos.

HOSPITALIDAD

En los inicios de la Pascua toda una semana de celebraciones en torno a la Hospitalidad subrayado todo, este año, por las celebraciones del Centenario de la muerte de San Benito Menni