La trata de personas


La trata de personas o comercio de personas es el comercio ilegal de personas con propósitos de esclavitud reproductiva, explotación sexual, trabajos forzados, extracción de órganos, o cualquier forma moderna de esclavitud es un delito internacional de lesa humanidad y viola los derechos humanos tanto como de la persona. También se lo denomina la esclavitud del siglo XXI. Leer más


FLORECERA

Sabemos que después de todo lo rudo del invierno ha de brotar la vida con la primavera.

NUDOS


Las actividades del nazismo en la Argentina


La idea de llevar el nazismo organizado a Buenos Aires fue de los marineros mercantes de las líneas Hamburg-Süd y Hapag-Lloyd que salían de Hamburgo. Desde mediados de 1930, los miembros del partido de Hamburgo habían trabajado para crear una oficina en el puerto sudamericano con el fin de mantener contacto con los alemanes de ultramar y a la vez obtener fondos para el movimiento nazi. El 7 de abril de 1931 el Landesgruppeargentino era fundado con 59 miembros como Auslandsabteilung der Reichsleitung der NSDAP (Departamento de Ultramar de la Dirección Nacional del Partido Nazi). Dos meses después, su líder, Rudolf Seyd, condujo a la delegación nazi a las ceremonias anuales que se celebraban en el memorial de guerra del cementerio alemán. Allí se exhibió por primera vez en público la esvástica, que aparecía en la bandera del recién establecido grupo local del NSDAP en Buenos Aires. Sin embargo, los primeros años del partido fueron turbulentos, caracterizándose por la lucha por el liderazgo. El grupo fue reorganizado en 1933 como la Gau Ausland (región de ultramar), y luego la Auslandsorganisation (organización de ultramar), o AO, del Partido Nazi. (1)  
    El partido Nazi argentino, según registros descubiertos en Alemania al final de la guerra, tenía 315 miembros a principios de 1933, y 2110 a comienzos de 1936. En 1937 la AO hizo el cálculo de que el Landesgruppeargentino era en números absolutos el cuarto partido Nazi fuera del Reich (después de los de Brasil, Holanda y Austria). No obstante, considerando la relación entre los alemanes nativos que residían en la Argentina y los miembros del partido, la relación era de 28:1, lo cual colocaba al partido argentino muy abajo en las estadísticas. Cuando el partido fue supuestamente disuelto por la presión del gobierno argentino a mediados de 1939, las listas contenían 1635 miembros. Según Wieland, los criollos fueron admitidos en la organización semilegal que lo sucedió, denominada Federación de Círculos Alemanes de Beneficencia y Cultura. La última cantidad de miembros registrada fue de 1489 a fines de 1942. El 16 de septiembre de 1942, el presidente Castillo ordenó el cierre de la federación, y en agosto de 1943 el gobierno militar la disolvió definitivamente. (2)  
    Cercana al partido, otra organización nazi que se ocupaba mucho de los alemanes argentinos era el Frente de Trabajo Alemán (Deutsche Arbeits-Front, o DAF). Es probable que haya sido fundado por Alfred Müller y transferido por éste en octubre de 1934 a Walter Leupold. En un comienzo cada categoría de trabajadores tenía su jerarquía propia; en 1936 este sistema fue reemplazado por organizaciones en el lugar de trabajo. A partir de esta fecha sólo pudieron asociarse alemanes o personas con derecho a la ciudadanía alemana. Las tarjetas de asociación estaban firmadas por el ministro de Trabajo del Reich, pero las cuestiones de administración y disciplina las consideraba el Landesgruppe nazi. El DAF y su órgano, Der Deutsche in Argentinien, llevaron a cabo una virulenta campaña antisemita. En el momento de apogeo, el DAF argentino tuvo 12.000 miembros, la mayor parte de los cuales trabajaba en empresas alemanas del Gran Buenos Aires. En 1939, al igual que el NSDAP, debió pasar a la clandestinidad, pasando a llamarse Unión Alemana de Gremios. (3)  
    La Liga del Pueblo Alemán para Argentina (Deutscher Volksbund für Argentinien o DVA) había sido fundada por la legación alemana en 1916. En la década del 30, bajo la presidencia de Wilhelm Romer, la Volksbund se reorganizó, quedando con unos 2000 miembros en 70 locales. Romer utilizaba los canales del NSDAP para incentivar a los miembros del partido nazi que vivían en el interior a asociarse a la liga. Los objetivos declarados de la misma eran el servicio a la comunidad y el fortalecimiento de ésta respecto de la conciencia de sus deberes de defensa de la identidad alemana. Para lograr esto, proporcionaba material de enseñanza gratuito a las escuelas alemanas del interior. También trabajó para contradecir los informes desfavorables hacia la Nueva Alemania que aparecían en la prensa argentina. (4)  
    Asimismo, el nacionalsocialismo trató de canalizar su influencia a través de las más de 200 escuelas alemanas que existían en la Argentina. En 1938, sólo 7 de éstas se habían declarado exentas de dicha influencia. Las demás respondían a una nacionalismo alemán conservador o directamente al hitlerismo. En una serie de casos, maestros entrenados en Alemania y completamente ignorantes de la Argentina se dedicaron a expandir la ideología nazi. Cuando la situación fue conocida en 1938, provocó la reacción de los políticos argentinos. (5)  
    El nazismo también aprovechó para sus fines los clubes deportivos y musicales inspirados “en el espíritu alemán”, que las asociaciones escolares germano-argentinas habían creado para que los jóvenes pudieran continuar con sus prácticas después de terminados sus estudios. También fue utilizada para el adoctrinamiento la organización de los boy-scouts germano-argentinos (Deutsch-Argentinisches Pfadfinderkorps), a la que podían ingresar niños alemanes y argentinos de padres alemanes. Luego fue creada la Juventud Hitlerista, que más tarde contó con una rama de la Liga de Doncellas Alemanas (Bund Deutscher Madl). En ambas, solamente los niños Reichsdeutscheeran aceptados. Los miembros de estas organizaciones eran movilizados para distintos actos, como reuniones del partido y de la DAF, conferencias o exhibición de películas, comidas comunales, festivales de solsticio, comienzo y fin de las clases, y festivales por las cosechas y Navidad. Todos los años, el calendario nazi agregaba nuevos acontecimientos que celebrar. El 1º de mayo de 1935, doce mil alemanes festejaron el Día del Trabajo en la ciudad de Buenos Aires; en 1936 quince mil de ellos se reunieron en el Luna Park. El último año, la fecha también fue conmemorada en distintos puntos del interior. (6)  
    Cuando dejaban la Juventud Hitlerista, los jóvenes más brillantes podían continuar su carrera en las escuelas de liderazgo SS en Alemania o en la Escuela del Reich para Marinos y Alemanes de Ultramar en Altona. Se ha calculado que los miembros SS en la Argentina pueden haber sido alrededor de 370. Los hombres SS dependían de la Gestapo y tenían a su cargo la función original, que era la de proporcionar guardias tanto para los miembros como para las ceremonias del partido. También se hicieron presentes en reuniones de fascistas argentinos. (7)  
    En octubre de 1937, algunos miembros del Sport-Abteilung del partido –también SA- se dejaron ver en la marcha Langemarck anual llevando uniformes de las tropas de asalto. Un líder del partido y simpatizante de las SA, Karl Arnorld parece haber sido el ornanizador del evento. Hacia 1940, según un autor argentino, el líder SA era un tal Vagedez, empleado de la firma Bromberg; y, según la prensa argentina, las SA habían sido reorganizadas como una amenazante fuerza de asalto. Su núcleo lo formaba la infantería, que se entrenaba en estancias de propiedad alemana. Contaba también con un cuerpo motorizado (coches, camiones, motos y carros blindados que pertenecían a los bancos alemanes); caballería, cuya base era el Club Hípico Alemán; aviones deportivos y deslizadores, perros de ataque, y divisiones de señales, médica y de embarcaciones pequeñas. No obstante, Newton considera que todo esto era producto de la imaginación popular y periodística. (8) 
    El nacionalsocialismo alcanzó también a las comunidades alemanas de interior. En el Chaco, residían 1800 colonos alemanes que habían alcanzado cierta prosperidad. Pero en 1937, debido a la sequía y las langostas, las cosechas prácticamente se perdieron causando graves perjuicios a los agricultores. En esta circunstacia, la asociación para la ayuda social nazi llegó en auxilio de muchos de ellos, suscitando de esta manera adhesiones al movimiento. (9) 
    En Entre Ríos a su vez vivían unos 64.000 alemanes y descendientes de los mismos, distribuidos en 124 pequeñas comunidades, con 85 y escuelas. La influencia nazi en esta zona llegó a las iglesias, quince de las cuales serían intervenidas en 1945 por el gobierno provincial. Existieron 35 locales del NSDAP o “puntos fuertes” en la provincia y los miembros del partido aparentemente controlaron muchas cooperativas agrícolas. Concordia fue un centro de actividades nazis dado su fácil comunicación con el Uruguay. (10)  
    Por último, debe mencionarse a Misiones, que a comienzos de la década del ’40 tenía una población de 190.000 habitantes, de los cuales 80.000 eran extranjeros. Entre éstos había unos 14.000 alemanes, pero el número de germanohablantes era mayor. La situación preocupaba al gobierno argentino porque también del otro lado de la poco custodiada frontera, en los países vecinos, eran numerosos los asentamientos de alemanes y sus descendientes. Advirtiendo el ambiente propicio para el proselitismo, los nazis comenzaron a organizar reuniones en 1933 en Alba Posse. Los “puntos fuertes” se multiplicaron rápidamente en las ciudades y colonias con población germana, como Leandro N. Alem, Oberá, Colonia Liebig, Bonpland, Cerro Azul, Cerro Corá y Monte Carlo. En el Alto Paraná, las colonias de Eldorado (Eldorado, Puerto Rico y Monte Carlo) tenían un fuerte carácter nazi, proliferando carteles y símbolos alusivos al mismo. (11) 
    Por otro lado, el Tercer Reich destinó parte de sus esfuerzos a cultivar la opinión de políticos, gerentes y profesionales argentinos, consumidores potenciales de la moderna tecnología alemana y medio para acceder a los artículos básicos para la economía alemana, tales como granos, lana y aceites industriales. Era responsabilidad del embajador alemán en la Argentina Edmund von Thermann cultivar la buena opinión de los funcionarios del gobierno argentino y de la alta sociedad. Pero a pesar de los esfuerzos de los representantes del Tercer Reich para ganar adeptos en la Argentina, los conversos sobre bases puramente ideológicas fueron relativamente pocos. El exclusivismo racial y el anticlericalismo del nacionalsocialismo alemán limitaban bastante su poder de atracción de los derechistas argentinos. Los pronazis locales eran movidos por una variedad de consideraciones, la mayoría de ellas materiales. Los representantes alemanes del Tercer Reich tenían bastante conciencia de esta limitación y planearon crear, con incentivos materiales, redes con los empresarios, burócratas, policías, militares, y profesionales vinculados a medios de información en la Argentina, que fuesen útiles, o potencialmente funcionales, a los intereses alemanes. (12) Incluso el embajador von Thermann no dudó en invitar a su despacho al cardenal Pacelli, futuro papa Pío XII, cuando asistió al Congreso Eucarístico de 1934, con el evidente fin de recomponer las conflictivas relaciones del Reich alemán con la Santa Sede (13) y contrarrestar la imagen de anticlericalismo del régimen nazi que espantaba a potenciales adeptos entre los católicos de derecha de la elite argentina. (14)  
    La embajada alemana en la Argentina hizo esfuerzos para cultivar a intelectuales, profesionales y funcionarios argentinos en la visión de la “nueva Alemania”. A mediados de 1936 se fundó una Comisión de Cooperación Intelectual, integrada por 19 destacados argentinos proalemanes, entre los que se destacaban Gustavo Martínez Zuviría, el Premio Nobel de Biología Bernardo Houssay, el decano de la Facultad de Derecho de Buenos Aires Juan P. Ramos, el político derechista Matías Sánchez Sorondo, los médicos Gregorio Aráoz Alfaro y Mariano Castex y los historiadores Ricardo Levene, Carlos Ibarguren y Roberto Levillier. (15) En julio de 1937 la embajada subsidió la fundación de un Instituto de Estudios Germánicos dentro de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El instituto fue dirigido por Juan Probst, un profesor de literaturas del norte europeo en la universidad nacional, que había nacido en Alemania. (16) Además, el embajador von Thermann dispuso que las universidades alemanas otorgaran títulos honorarios a personajes notables de la política argentina como Saavedra Lamas, Castex y Ramón Castillo. (17)  
    Pero el principal medio de propaganda fue la Institución Cultural Argentino-Germana, fundada con el objetivo de facilitar el intercambio de artistas e intelectuales. Con un presupuesto en expansión, esta institución ofreció amplios programas de conferencias, filmes, exposiciones y cursos poco costosos de idioma alemán. Hacia 1936 se habían inscripto en estos cursos 800 estudiantes argentinos. La agregaduría cultural dedicó grandes sumas de dinero a las excursiones a Alemania que organizaba la Institución Cultural Argentino-Germana. Asimismo, el Instituto de Estudios Germánicos, la Asociación de Ingenieros Alemanes y las sociedades culturales alemano-argentinas de ciudades como Córdoba y Mendoza reclutaron muchos académicos, profesionales y gente joven procedentes de familias argentinas de buena cuna para estas expediciones a Alemania. También los alemanes ofrecieron viajes gratis o subsidiados a individuos argentinos, incluyendo visitas a los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936. El cultivo de argentinos influyentes resultó un medio eficaz para la diplomacia alemana. Incluso en fecha tan tardía como junio de 1941, había 116 intelectuales y profesionales argentinos que seguían recibiendo correo regular de los periódicos alemanes pronazis a través del consulado general argentino en Berlín. (18)  
    Por otra parte, cuando el embajador von Thermann presentó sus credenciales al presidente Agustín Justo a fines de 1933, el mandatario argentino le dijo que estaba dispuesto a designar en puestos importantes del ejército a oficiales entrenados en Alemania, quienes en su opinión eran los profesionales más competentes que podían conseguirse. Von Thermann sintió satisfacción por las palabras de Justo, pues supuso que en vez de esforzarse por ganar una presencia alemana entre los militares argentinos, sólo necesitaba aumentarla. En esta tarea, el embajador alemán fue auxiliado por los informantes alemanes que habían estado trabajando con el ejército argentino desde la década de 1920. En 1936, cinco oficiales alemanes, nominalmente retirados de la Wehrmacht, fueron reclutados para trabajar en la Argentina bajo contrato con el Ministerio de Guerra argentino y llevando uniforme argentino: el general Günther Niedenführ, el coronel Friedrich Wolf (de artillería), el mayor Rudolf Berghammer (escuela de caballería), el mayor Joachim Hans Moehring (comisario) y el mayor Otto Kriesche (Luftwaffe). Iniciada la guerra, los contratos de estos cinco oficiales fueron liquidados antes de su vencimiento, el 11 de agosto de 1940, y los militares se dispersaron: Niedenführ fue nombrado agregado militar en las embajadas de Río y Buenos Aires, Wolf pasó a ser agregado en Chile, Moehring y Kriesche fueron agregados a la embajada en Buenos Aires, y Berghammer trató de regresar a Alemania. (19)  
    Por cierto, durante la década del treinta se había extendido entre los miembros del ejército la posición nacionalista. Esta incluía la imagen de un país unido y disciplinado, estratificado jerárquicamente y dotado del poder necesario para llevar adelante una política exterior independiente. También implicaba desterrar la influencia económica de Gran Bretaña, por lo cual la hostilidad hacia este país era un objetivo deseable. De esa manera, los partidarios y los agentes de la Alemania nazi incentivaron este sentimiento antibritánico y difundieron las ideas del totalistarismo en el cuerpo de oficiales. (20)  
    Para establecer relaciones personales con los oficiales argentinos, el embajador von Thermann desarrolló el Club Hípico Alemán como un lugar de esparcimiento donde los militares podrían montar buenos caballos, discutir asuntos militares y pasarla bien. Además, von Thermann y su esposa ofrecían una vez al año una comida formal para los más altos funcionarios del Ministerio de Guerra argentino, aunque no todos los argentinos convocados respondían positivamente a la invitación. (21)  
    Von Thermann procuraba además alentar en los militares argentinos la admiración por el nuevo ejército alemán. Para ello, el embajador alemán dispuso que algunos oficiales argentinos visitaran o sirvieran en unidades de laWehrmacht o asistieran a escuelas de la Wehrmacht. A principios de 1936, 10 militares argentinos asistían a escuelas militares especializadas de Alemania; 21 estaban en Alemania a fines de 1937, y otros 6 acababan de regresar de viajes de tareas de 22 meses; en 1939, en vísperas de la guerra, había 14 de ellos en Alemania. (22)  
    Algunos militares argentinos eran particularmente insensibles al impacto político que sus asociaciones con elementos del Tercer Reich podían tener en la opinión pública argentina. Los generales Rodolfo Martínez Pita, Carlos von der Becke, Armando Verdaguer y Francisco Reynolds permitieron ser fotografiados en una función del Kyffhäuser Bund el 2 de octubre de 1937, en el medio de un mar de saludos hitleristas. La fotografía fue reproducida con frecuencia. (23) Estas acitudes provocaron un enfriamiento de las relaciones de la embajada alemana con las fuerzas armadas argentinas a partir de la llegada del aliadófilo Roberto Ortiz a la presidencia argentina. Como alguno de sus ministros, en especial su ministro de Guerra, general Carlos O. Márquez, eran antagónicos al Tercer Reich, muchos de los oficiales argentinos, siguiendo la dirección adoptada por la administración de Ortiz, comenzaron a ausentarse de los círculos alemanes. (24) 
    Von Thermann comentaba a sus interrogadores de posguerra que aquellos militares argentinos que se vinculaban a la embajada alemana en Buenos Aires contaban con la ventaja pecuniaria de obtener comisiones de las firmas alemanas en las compras de armas u otro material militar. Por ejemplo, el general Juan Pistarini recibió una medalla y una comisión de las autoridades alemanas como jefe de la misión argentina de compras militares enviada por el presidente José Félix Uriburu en 1930; más tarde, y ya como ministro de Obras Públicas, Pistarini entregó contratos importantes de construcción a la firma de construcción GEOPE, siendo además improbable que rechazara los sobornos por los que era famosa esta firma. Por su parte, el general Juan Bautista Molina -a quien el embajador von Thermann describió como su mejor amigo entre los militares argentinos- estaba en la lista de personas de confianza (Vertrauensmann) y recibía fondos de la embajada alemana enviados mediante firmas alemanas. (25)  
    El  hecho de que el general (R) Basilio Pertiné fuera reelegido como presidente del Círculo Militar, a pesar de su conocida tendencia progermana, en junio de 1941, justo en el momento en que tanto en el Congreso como en la prensa se acusaba al gobierno del presidente interino Ramón Castillo de conocer las actividades de la quinta columna nazi en los organismos del gobierno y del ejército y no haber realizado ningún esfuerzo para impedirlas, es visto como un signo de que dichas actividades no preocupaban al sector de los oficiales medios e inferiores del ejército. Más bien la tendencia era profundizar la posición nacionalista, mantener estrictamente la actitud de neutralidad frente a la guerra y cierta reserva respecto de los intentos norteamericanos de organizar la defensa continental. (26)  
    Durante la década de 1930, también se acercaron a la embajada alemana algunos políticos argentinos, entre los cuales figuraron Matías Sánchez Sorondo, Carlos Ibarguren y Manuel Fresco. Sánchez Sorondo fue ministro del interior del gobierno provisional de Uriburu, más tarde senador de la provincia de Buenos Aires, ámbito donde se reveló como antijudío y defensor coherente de causas reaccionarias. A mediados de 1937 viajó a Europa como invitado oficial del gobierno alemán y le concedieron una audiencia con Hitler. En 1938 se convirtió en el dirigente espiritual de la Sociedad Exportadora-Importadora Argentina-Oriente y bregó por la ampliación del intercambio entre la Argentina y Japón. También ayudó a crear el Instituto Cultural Japonés-Argentino, que más tarde se convirtió en un centro de espionaje japonés. Durante la presidencia de Castillo, Sánchez Sorondo llegó a ser jefe del instituto estatal de promoción cinematográfica y presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Fue destituido por el gobierno en junio de 1943. Por su parte, Carlos Ibarguren era consejero legal del Banco de la Nación y presidente de la Compañía de Seguros Germano-Argentina; tenía muchos contactos comerciales, incluyendo GEOPE. Manuel Fresco era un médico al servicio de los ferrocarriles británicos, que llegó a ser gobernador de la provincia de Buenos Aires como resultado de una intervención federal de Justo en 1934, y fue depuesto como resultado de otra intervención federal (la de Ortiz en 1939). Fresco era admirador del fascismo italiano, se veía a sí mismo como otro Mussolini e implantó en la provincia de Buenos Aires un régimen autoritario, donde la instrucción religiosa fue impuesta por decreto, las cooperativas eléctricas fueron perseguidas, el juego legalizado y se aplicó la intimidación sistemática. Obtuvo apoyo de los alemanes para varias empresas editoras, incluyendo La Fronda y La Tribuna. (27)  
    Otras importantes figuras del espectro político, militar y empresario argentino con una estrecha vinculación con la embajada alemana en Buenos Aires fueron diplomáticos como Luis Hipólito Yrigoyen (sobrino del ex presidente), Oscar Ibarra García (representante en Dinamarca, entre 1937 y 1943, y rechazado como embajador en Washington en 1945 debido a sus conocidos puntos de vista antiestadounidenses), Alberto Uriburu y Mario Amadeo; ex militares como Alberto Baldrich (que como interventor en Tucumán gobernó la provincia sobre las bases fascistas) y León Scasso (ministro naval en el gobierno de Ortiz y que durante la gestión de Castillo ayudó a los oficiales y técnicos del Graf Spee). Se agregan a esta lista Justo Bergadá Mujica (después de 1939 consejero legal de la embajada alemana); Adolfo Mujica; Ramón Godofredo Loyarte (diputado nacional por la provincia de Buenos Aires y en 1943 interventor del Consejo Nacional de Educación); el empresario Alejandro von der Becke (hermano de Carlos); Leopoldo Lugones (hijo del poeta, asesor policial del presidente provisional Pedro Ramírez en 1943), y Guillermo Zorraquín (presidente de los Amigos de Alemania). (28)  
    Entre los núcleos de simpatizantes argentinos de la causa nazi ubicados fuera de la capital se hallaban el conformado por alemanes y argentinos en Bahía Blanca, entre cuyos integrantes se encontraban Juan Benito Llosa, funcionario de salud pública del distrito, jefe de la Legión Cívica de Bahía Blanca y de la Alianza de la Juventud Nacionalista; y el pintor y decorador Julio Sixte, cuyos hijos trabajaron para la Gestapo y como correo del partido Nazi. (29)  
    Otro canal a través del cual el régimen alemán procuró estrechar sus lazos con el gobierno y la sociedad argentinos fue el de la propaganda ideológica. La agencia noticiosa Transocean canalizaba relatos favorables al Reich para la Argentina y sus clientes latinoamericanos, procurando además un “trabajo de perturbación”, por el cual desacreditaba a agencias del bando enemigo como Havas, Reuters, Associated Press y United Press, colocando historias falsas y sobornando a sus empleados. En la Argentina, esta propaganda era financiada en parte desde Alemania y en parte a través de las exacciones de la oficina de prensa a las empresas alemanas instaladas en la Argentina. (30)  
    En sus instrucciones de septiembre de 1933, Josef Goebbels, quien en el régimen de Hitler manejó todo lo vinculado con propaganda ideológica, dividía la prensa extranjera en cuatro clases. (31) La clase uno, la prensa antifascista, debía ser atacada por todos los medios, incluyendo el boicot económico (la exclusión de avisadores) y la filtración de información falsa que tenía por fin debilitar la credibilidad de los diarios que se opusieran al Reich. En esta clase estaban incluidos, además del diario de la colectividad alemana antinazi en la Argentina Argentinisches Tageblatt, el diario de izquierda radical Crítica, y el socialista La Vanguardia.  La clase dos estaba integrada por la prensa independiente seria, que debía ser infiltrada o comprometida. En esta clase estaban comprendidos los periódicos La Prensa y La Nación, que fueron denunciados por la prensa de derecha subsidiada por Alemania como periódicos financiados por enemigos del Tercer Reich.  A su vez, la clase tres era la prensa pequeña, mayoritariamente provincial, vulnerable desde el punto de vista financiero, razón por la cual era un blanco predilecto para la propaganda subsidiada por Alemania. El Servicio Mundial de Prensa, con varias oficinas en Alemania, era responsable de escribir, en español, artículos proalemanes o antibritánicos o antinorteamericanos, con el objetivo de influir en las preocupaciones y prejuicios de los lectores de las provincias. En 1939, la embajada estadounidense en la Argentina informó que La Provincia de Salta, Restauración de Victoria (Entre Ríos), La Voz del Chaco de Resistencia, El Día de Jujuy, La Opinión de Balcarce, El Imparcial de Bolívar y El Atlántico de Bahía Blanca editaban regularmente material de segunda mano que tenía una inclinación anti-Estados Unidos. (32) Finalmente, la clase cuatro comprendía la prensa abiertamente profascista, que recibía apoyo alemán a través de subsidio directo, incluía a la prensa subsidiada de idioma alemán (Deutsche La Plata ZeitungDer TrommlerDer Ruslandsdeutsche y Der Deutsche in Argentinien) y los periódicos argentinos (Caras y CaretasEl Mundo y La Razón). La extensa lista de periódicos argentinos de derecha subsidiados por Alemania incluía a ClarinadaLa Fronda, considerado el órgano del Jockey Club y que se convirtió en un medio violentamente antibritánico y antidemocrático después que su director, Francisco Uriburu, pasó varios meses en Alemania en 1937; Afirmación De Una Nueva ArgentinaReconquista (fundada en 1939 por Raúl Scalabrini Ortiz con apoyo de Sánchez Sorondo, Fresco y la embajada alemana); y luego del estallido de la guerra, América alerta (editada por Horacio Félix Lagos, un oficial retirado de la Fuerza Aérea), La Tribuna de Fresco, CabildoEl FederalLa Voz Nacionalista y El Pampero.  A estas publicaciones de orientación pronazi se agregaban los órganos antisemitas como la revistaCriterio, del padre Gustavo Franceschi, Bandera Argentina y Crisol dirigidos a los grupos católicos. (33)  
    No obstante, y a pesar de gastar sumas prodigiosas en propaganda en los periódicos, el Tercer Reich y sus partidarios sólo obtuvieron influencia en periódicos urbanos de segunda línea y en los medios de prensa menos prestigiosos de las provincias, sin lograr el respaldo de ningún medio líder de opinión, como La Prensa, o La Nación, que mantuvieron en todo momento una posición aliadófila. 
    En la radio, los alemanes encontraron su canal de propaganda más exitoso. La Compañía Alemana de Transmisión en Ultramar, cuyas instalaciones en Zeesen empleaban seis poderosos transmisores, con dos de reserva, empezaron a realizar transmisiones de onda corta en español en 1934. Los programas eran retransmitidos en Buenos Aires, Lima y La Paz. Pronto los alemanes encontraron medios de interferir las transmisiones radiales inglesas, francesas y estadounidenses. (34) Durante los años de la guerra, una serie de radios, entre ellas Radio Prieto de Buenos Aires, Splendid, Cuyo, Callao, Cultura, Stentor, del Pueblo y Municipal, transmitió informes de prensa de Transocean y propaganda alemana producida localmente. La embajada alemana en Buenos Aires, empresas como Siemens-Schuckert y el propio gobierno alemán aportaron equipamiento y subsidios a esta red radial. (35)  
    Asimismo, el embajador von Thermann participó activamente en la distribución de propaganda nazi de corte antisemita a través de libros. En un gesto muy publicitado del 9 de abril de 1934 obsequió a la Biblioteca Nacional un lote de libros alemanes, panfletos antisemitas seleccionados por el propio director de la Biblioteca, Gustavo Martínez Zuviría (Hugo Wast), y el cónsul argentino en Berlín. También la Biblioteca recibió con regularidad una docena de periódicos del Tercer Reich y en ese mismo año adquirió 40.000 ejemplares de las novelas antisemitas Oro y El Kahal para la distribución gratuita entre argentinos influyentes. (36)  
    Los panfletos antisemitas que la embajada alemana distribuía en la Argentina y en los países vecinos se imprimían en Hamburgo y eran introducidos a través de la valija diplomática o de la Oficina de Gottfried Sandstede. También se registraron libelos antisemitas de inspiración propiamente argentina, tales como Roosevelt es judío, publicado por Crisol en 1938; y Las razas de Tomás Amadeo, texto de una charla ofrecida en el Jockey Club el 25 de junio de 1936. De este último texto se distribuyeron 150.000 ejemplares a través de las instalaciones del Jockey Club. (37)  
    Por cierto, el régimen de Hitler adoptó una decisión que tuvo serias consecuencias para los intereses de las empresas alemanas radicadas en la Argentina: digitar los medios de prensa a los que las empresas podían entregar su publicidad. El objetivo era impedir que aquellos diarios que mantenían una posición crítica al Tercer Reich contaran con recursos económicos derivados de su publicidad a las empresas. Pero en la práctica, esta medida de manipulación ideológica tuvo efectos económicos adversos para los intereses de las empresas alemanas, pues, con excepción de los pequeños órganos nacionalistas como ClarinadaBandera ArgentinaCrisol y El Pampero, el resto de la prensa argentina mantenía una postura crítica frente al régimen de Hitler. Informaba al respecto el embajador alemán von Thermann a su ministerio en Alemania: “Los periódicos realmente influyentes como La PrensaLa Nación o El Mundo no son comprables, ni siquiera por sumas millonarias”. Thermann comentaba también que los esfuerzos de la embajada alemana en la Argentina para sostener la aparición de El Pamperocomenzaron a rendir sus frutos, ya que este periódico había logrado aumentar su tirada. (38)  
    No obstante, esta política del gobierno alemán resultó perjudicial a los intereses de las empresas alemanas, que se veían obligadas a reducir su publicidad a medios pronazis  -los anteriormente mencionados Clarinada,Bandera ArgentinaCrisol y El Pampero, más el periódico de la comunidad alemana el Deutsche La Plata Zeitung y las publicaciones del partido nacionalsocialista en la Argentina Der Trommler y Der Deutsche in Argentinien, que eran poco leídos por la sociedad argentina-. También perjudicó a las empresas alemanas la prohibición de colocar avisos en el Argentinisches Tageblatt, diario dirigido por Ernesto Alemann que, a partir de la proclamación de Hitler como canciller en enero de 1933, llevó a cabo duros ataques al nacionalsocialismo. En abril de dicho año, Hitler prohibió la circulación de este diario en territorio alemán, y envió telegramas a la Argentina, dirigidos al Banco Alemán, al Banco Germánico de la América del Sud y al Banco Alemán Transatlántico, exigiendo a estas instituciones que retirasen sus avisos del diario. (39)  
    A pesar de estas medidas de boicot del régimen de Hitler, la campaña antinazi del Argentinisches Tageblatt continuó. Este factor llevó al embajador von Thermann a dirigirse por nota al canciller argentino Carlos Saavedra Lamas el 18 de enero de 1934, exigiendo sanciones al periódico por sus ofensas al Tercer Reich. (40) No obstante este intento, el Argentinisches Tageblatt mantuvo su prédica contra el régimen de Hitler y se convirtió en el periódico de lectura obligada de los alemanes que huían de su país y se encontraban en la Argentina con una comunidad alemana que en su mayor parte adhería a la ideología nazi.  
    En la sesión de la Cámara de Diputados del 18 de mayo de 1938, el diputado Enrique Dickmann alertó a sus colegas sobre la peligrosidad de la infiltración ideológica del  régimen nacionalsocialista alemán en la Argentina, y denunció la manipulación del Tercer Reich sobre el personal de las empresas alemanas instaladas en la Argentina en los siguientes términos:

En el país argentino hay una gran cantidad de instituciones económicas, financieras, empresas de construcción, que son sucursales de las existentes en Alemania. Todas ellas han sufrido profundos cambios: se han mandado desde Alemania directores de confianza del Partido Nacionalsocialista. No toman ningún empleado ni obrero que no pertenezca al Frente de Trabajo Alemán, que agrupa alrededor de 4000 obreros en la Capital Federal, que trabajan en empresas alemanas, y otros tantos en el interior. 
Hay circunstancias que agravan la situación: los obreros y empleados están fiscalizados y vigilados por el Frente de Trabajo Alemán; se les obliga a pagar cuotas que, según personas que han hecho un estudio profundo, llegan a ser del 15 al 20 por ciento de sus sueldos y salarios. Esta contribución obligatoria ha significado en 1937 más de dos millones de pesos. Es un tributo que paga la economía nacional al Frente de Trabajo Alemán. Esto, aparte de las suscripciones, del socorro de invierno, etc. Este dinero se dedica a propaganda nazista. 
Por investigaciones personales que he hecho, y por informes absolutamente fidedignos que poseo, sé que gran parte de esos obreros y empleados no comulgan con la ideología nacionalsocialista; pero si lo manifestaran perderían enseguida su trabajo. Están obligados, además, a enviar sus hijos a las escuelas alemanas; de lo contrario, son despedidos ipso facto. Están obligados, asimismo, a concurrir a todas las manifestaciones organizadas por el grupo territorial del Partido Nacionalsocialista. Hay un espionaje establecido por la Gestapo, que tiene una sucursal en este país y que sabe quiénes no han concurrido a tal o cual reunión. Me consta y conozco personas que han sido despedidas de su trabajo, después de muchos años de estar en él, por no haber concurrido al Luna Park, a una reunión de esta organización. Apreciarán los señores diputados, la gravedad de este hecho, pues los empleados y obreros están sometidos a un procedimiento tiránico, que está contra la ley y las costumbres nacionales. (...) (41)

Otra cuestión sumamente importante fue la que se planteó como consecuencia de la penetración de las ideas del nacionalsocialismo en las escuelas de la comunidad alemana en la Argentina. Esta divulgación de las ideas nazis fue tan exitosa que los alemanes disidentes judíos y no judíos, al llegar a la Argentina, se vieron obligados a crear su propia escuela: el Colegio Pestalozzi, ya que el resto de los establecimientos escolares, salvo dos escuelas (laGermania Schule y la Cangallo Schule), respondía a las directivas provenientes de Alemania. Los símbolos más conocidos del régimen de Hitler, la cruz gamada, el Himno Horst Wessel y los retratos de Hitler, fueron utilizados en los colegios alemanes, sin que las autoridades argentinas los prohibieran. Incluso se adoptó en dichos establecimientos la costumbre de cantar el himno argentino manteniendo el brazo levantado, en el característico saludo impuesto por Hitler en Alemania. (42)  
    Este control ideológico del Tercer Reich sobre los contenidos educativos de los colegios alemanes instalados en la Argentina fue logrado a través de la influencia creciente del partido nacionalsocialista en la asociación gremial que nucleaba a los maestros de estas escuelas, el Deutschen Lehrerverein o Asociación Alemana de Maestros. Fundada en 1902, y con personería jurídica desde 1934, esta asociación gremial había procurado ayudar a los maestros recién llegados de Alemania a introducirse en las costumbres, la historia y la geografía argentina, con el fin de que éstos pudieran enseñar a los niños alemanes todo lo referente a la realidad argentina. En los colegios que estaban bajo la influencia nacionalsocialista se utilizaban textos provenientes de Alemania, que difundían las ideas nazis, con su mensaje ultra-nacionalista, su culto al Führer y su exhaltación de la “raza” nórdica, y se rechazaban tanto los antiguos textos escolares editados durante la República de Weimar, como los textos argentinos, en los cuales se promovía la integración de las distintas nacionalidades al país. Esta invasión ideológica del nacionalsocialismo en la Argentina alcanzaba incluso a muchos niños que concurrían a los colegios alemanes y no tenían ascendencia alemana. (43)  
    Esta injerencia ideológica del nacionalsocialismo a través de los colegios alemanes gozó de impunidad durante los primeros años. Las reacciones a la misma provinieron básicamente de los medios de prensa. Recién con la llegada del presidente Roberto Ortiz, al mismo tiempo que se cerraba el ingreso a la Argentina a las víctimas del nazismo, se adoptaban distintas medidas con el objetivo de limitar las actividades de los grupos nazis en el país. El radicalismo y el socialismo, a través de los diputados Raúl Damonte Taborda y Enrique Dickmann respectivamente, lograron imponer un proyecto de resolución para iniciar una investigación orientada a mostrar el grado de infiltración de los activistas nazis en distintas organizaciones alemanas en la Argentina. Sin embargo la influencia nacionalsocialista sobre la comunidad germana en este país continuó hasta finalizar la Segunda Guerra Mundial. 
    Por último, debe mencionarse la vasta red de espionaje nazi montada en la Argentina durante la guerra y financiada por la embajada alemana. Dicha red estuvo constituida por personajes llegados del exterior y algunos empresarios de la colectividad alemana captados al efecto en la Argentina. Entre los últimos se encontraba Werner Koennecke, quien, desde una oficina situada en el edificio del Banco Germánico, llevaba las cuentas de Hans Harnisch, Wolf Franczok y el agregado naval de la embajada, Dietrich Niebuhr. Koennecke era yerno de Ludwig Freude, poderoso empresario de la colectividad germana y el más cercano contacto alemán de Juan Domingo Perón. (44) El papel fundamental de Koennecke en la red de espionaje fue señalado por él mismo en una declaración de 18 fojas útiles, realizada luego de su arresto en agosto de 1944 y antes de ser rescatado del organismo de Coordinación Federal por el coronel Perón. (45)
Otro exitoso empresario alemán que colaboró en el proyecto fue Hans Harnisch. Este se había afiliado al NSDAP en 1939, era un defensor de la causa nazi, y tenía contactos políticos en las altas esferas del gobierno argentino. En un viaje realizado a Alemania en 1941, fue enrolado por el servicio secreto alemán para enviar informes económicos desde la Argentina. En mayo del año siguiente, Harnisch comunicó a Koennecke que había llegado a la Argentina Wolf Franczok con el propósito de instalar un radiotransmisor secreto. Koennecke aceptó sumarse al proyecto. (46) 
    Franczok había arribado como empleado de la empresa Telefunken a Río de Janeiro en 1941. Luego de involucrarse en un asesinato, huyó al Paraguay, donde se contactó con los oficiales germanófilos, armando para ellos el enlace radial de la aviación militar. Trasladado más tarde a la Argentina, se le ordenó diseñar y montar la red “Bolívar”, un sofisticado conjunto de transmisores secretos, apoyados por la Orga-T (Organización técnica) y distribuidos por todo el territorio. (47) Por último, en enero de 1943, desembarcaba en la Argentina Siegfried Becker, más importante aun que todos los anteriores, cuya misión era recomponer la red del SD en Sudamérica, dado que ésta había perdido su base principal en Brasil por haber entrado este país en la guerra. 
    Harnisch llevó a Koennecke a la embajada alemana a ver al teniente de reserva naval, Martin Müller, secretario del agregado naval Niebuhr. En la entrevista, se señaló la necesidad de adquirir una chacra para instalar el transmisor. Koenneche fue luego presentado ante Niebuhr, quien “le impuso de las obligaciones que contraía al pertenecer al servicio, relevándolo de prestar juramento de fidelidad a Alemania y al Führer por su condición de argentino, pero destacándolo que su reserva debía ser absoluta, aun con las personas que presumiera vinculadas a la organización”. (48) 
    Koennecke buscó la ayuda de Domingo Angel Piramidani, dueño de una fábrica de pólvora en Tandil, quien desde 1940 vendía explosivos para minas a la empresa alemana Boker. Konnecke propuso a su amigo comprar una propiedad y ponerla a nombre del último, señalando que era una maniobra para proteger parte de su capital en caso de una ruptura de relaciones con Alemania. (49) Paramidani finalmente conoció la verdad sobre el uso que se daría a la chacra, aceptando la situación de hecho. 
    Koennecke se transformó en contador y administrador de propiedades y prácticamente en un jefe no oficial de la red nazi. Debía concurrir a la embajada para rendir cuentas a Niebuhr, quien disponía de importante cantidad de fondos, habiendo recibido 350.000 dólares al comenzar la guerra y otros 85.000 en 1941 para destinarlos al espionaje. (50) En una de sus visitas a la embajada, Koennecke conoció al experto en comunicaciones telegráficas, Wolf Franczok, encargado de operar la Orga-T. 
    La red “Bolívar” administrada por Koennecke y operada por Franczok, fue una de las organizaciones de espionaje nazi de mayor éxito de la Segunda Guerra. Cuando fue descubierta por Coordinación Federal en agosto de 1944, incluía una flota importante de automóviles, transmisores portátiles, “casas seguras” y unas diez chacras transmisoras en Bella Vista, Pilar, San Justo, General Madariaga, Ranelagh, San Miguel, Ramos Mejía, y en las provincias de Santa Fe y Santa Cruz. (51) 
    Entre octubre de 1942 y agosto de 1944, unos 2.500 radiotelegramas fueron transmitidos a la estación receptora de Hamburgo, desde donde eran retransmitidos a Berlín. Los informes de carácter económico, militar o de espionaje político preparados por Harnisch y Siegfried Becker fueron tan importantes como los enviados por la embajada alemana. Luego de la revolución de junio de 1943, la red se transformaría en un vínculo paralelo al oficial entre ambos países. La conexión por radio entre la jefatura del SD y el GOU, la logia de coroneles responsable de la revolución, reemplazaría la vinculación por la vía diplomática. Posteriormente a la ruptura de relaciones, declarada a comienzos de 1944, los informes de Becker constituyeron la única fuente de información que el gobierno alemán tendría de la región. El reconocimiento de que fue objeto en Berlín atestigua la importancia adquirida por la mencionada red. El 11 de junio de 1943, Himmler distinguió a Becker por “servicio radiográfico excepcional”, lo cual fue consignado en su legajo. Becker recibiría además la Cruz de Hierro, una de las más importantes distinciones del gobierno nazi. (52) Fuente: http://www.argentina-rree.com/9/9-027.htm

Golpes de Estado den América Latina


F. VICTORIANO ESTADO. GOLPES DE ESTADO Y MILITARIZACIÓN EN AMÉRICA LATINA INTRODUCCIÓN 

Durante las décadas de 1960 y 1970 del siglo xx, América Latina vivió, de manera sis- temática y estratégica, un proceso de militarización, el cual utilizó como acto político de expresión, como puesta en escena, la forma del golpe de Estado. Si bien la literatura política acuñó este término para describir la irrupción de gobiernos de facto asociados a un tipo específico de autoritarismo, en el curso de este proceso el término golpe de Estado adquirió la particularidad de expresar la captura del Estado por instituciones militares a partir de un acto material y simbólico. Material, en la medida en que fueron golpes que utilizaron infraestructura propia de una situación de guerra, movilizando sofisticados recursos para la conquista efectiva de instituciones organizadas exclusivamente desde el poder civil. Simbó- lico, debido a que dichas instituciones no sólo representaban los puntos más significativos del campo político (llámese casa de gobierno, ministerios, medios de comunicación, uni- versidades), sino que, además, sobre ellas se desplegó un conjunto de códigos altamente jerarquizados destinados a inundar el ámbito público de un principio de excepcionalidad, hasta entonces, propio de situaciones catastróficas o de agresión externa. Contunar leyendo en http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=59518491008.

Golpes de Estado en Argentina


En Argentina se realizaron seis golpes de Estado durante el siglo XX, en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976. Los cuatro primeros establecieron dictaduras provisionales en tanto que los dos últimos establecieron dictaduras de tipo permanente según el modelo de Estado burocrático-autoritario (EBA). El último impuso un Terrorismo de Estado, en el que se violaron masivamente los derechos humanos y se produjeron decenas de miles de desaparecidos. En los 53 años que transcurrieron desde el primer golpe de Estado en 1930, hasta que cayó la última dictadura cívico-militar en 1983, los militares gobernaron 25 años, imponiendo 14 dictadores con el título de «presidente», uno cada 1,7 años en promedio. En ese período todas las experiencias de gobierno elegidas democráticamente (radicales, peronistas y radical-desarrollistas) fueron interrumpidas mediante golpes de Estado. 

Golpe del 6 de septiembre de 1930

El golpe militar del 6 de septiembre de 1930 fue liderado por el General José Félix Uriburu y derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen de la Unión Cívica Radical, quien había sido elegido democráticamente para ejercer su segundo mandato en 1928. Paradójicamente el general Uriburu había sido uno de los organizadores de la Revolución de 1890, un levantamiento cívico-militar que dio origen a la Unión Cívica Radical. El 10 de septiembre, Uriburu fue reconocido como presidente Provisional de la Nación por la Corte Suprema mediante la acordada que dio origen a la doctrina de los gobiernos de facto y que sería utilizada para legitimar a todos los demás golpes militares. Uriburu designó a un civil en el cargo de Ministro de Economía, José S. Pérez, vinculado a los grandes terratenientes y a los sectores más conservadores. El gobierno militar se proponía establecer un gobierno de inspiración fascista y le encargó la redacción de su proclama inicial al escritor Leopoldo Lugones, quién había adherido a las ideas fascistas en 1924, al pronunciar ante los jefes militares un difundido discurso «La hora de la espada», donde el escritor anunciaba el deterioro de la democracia, su inestabilidad y su devenir hacia la demagogia. Una de las primeras medidas de Uriburu fue establecer una estructura estatal represiva ilegal, creando una "sección especial" de la policía para utilizar sistemáticamente la tortura contra los opositores, siendo la primera en utilizar la electricidad con tal fin, mediante las picanas diseñadas para el ganado. Al no poder instaurar el régimen político que se proponía ante la falta de apoyo político, Uriburu llamó a elecciones pero dispuso proscribir la participación en ellas del radicalismo. La reinstauración democrática fue falaz, restringida y controlada por las Fuerzas Armadas que dio origen a una serie de gobiernos conservadores fraudulentos y corruptos que fueron conocidos como la Década Infame.4 5 El 20 de febrero de 1932, el general José Félix Uriburu le entregó el poder al general Agustín P. Justo, verdadera fuerza material del golpe de Estado; que si bien proponía este, pretendía un gobierno democrático conservador y restringido. Golpe del 4 de junio de 1943[editar · editar código] Artículo principal: Revolución del 43 Generales Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell, los tres dictadores sucesivos de la Revolución del 43. La Revolución del 43 originada en el golpe militar del 4 de junio de 1943 tuvo características distintivas a todos los demás: Ramón Castillo, el presidente derrocado, era parte del régimen conservador conocido como década infame, originado en el golpe militar de 1930 y apoyado en el fraude electoral generalizado, la represión y la corrupción. Único golpe militar que se desenvolvió en medio de una guerra mundial. No mantuvo relaciones de alianza con los grandes terratenientes y empresarios. Su desencadenamiento estuvo vinculado a las presiones de Estados Unidos para que la Argentina abandonara su tradicional neutralismo frente a la Segunda Guerra Mundial, con el fin de afectar los intereses británicos en el país y reemplazar a Gran Bretaña como poder económico dominante en la Argentina. Fue el único golpe de Estado en Argentina que fue pura y exclusivamente militar, sin apoyo civil6 Acabó con todo un sistema de gobierno conservador y fraudulento instaurado en 1930 y que tenía intenciones de permanencia. Al igual que todo quiebre institucional de la República Argentina, fue muy nocivo en términos de calidad democrática, ya que aún eliminando el «fraude patriótico» de la década anterior, continuó a futuro la nefasta línea de sucesiones de facto al frente del Gobierno. La Revolución del 43 fue un confuso proceso político durante el cual diversos grupos, muchos de ellos sin protagonismo anterior en la historia argentina, se disputaron el poder. El golpe no tenía pretensiones de permanencia en el poder, por lo que fue una dictadura de tipo transitoria. Todos los grupos militares que lucharon por el poder durante la Revolución del 43 eran marcadamente anticomunistas y mantenían estrechas relaciones con la Iglesia Católica que recuperó una sólida presencia (perdida desde el siglo XIX), sobre todo en el ámbito de la educación. Las luchas internas desencadenaron dos golpes de palacio, sucediéndose en el poder tres dictadores que llevaron el título de «presidente»: Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell. Durante este período los sindicatos argentinos, principalmente los socialistas y los sindicalistas revolucionarios (pero también algunos pocos comunistas), realizaron una alianza con un sector de oficiales jóvenes del ejército liderado por el coronel Juan Perón, constituyendo una exitosa corriente laborista-nacionalista, que finalmente terminó predominando y ganando el apoyo de la clase obrera en ese momento en plena expansión y adquiriendo el nombre de peronismo. El período se caracterizó por una extrema polarización de las clases sociales, y llevó también a la conformación de un gran bloque social fuertemente antiperonista, mayoritariamente integrado por los sectores medios y altos.8 Económicamente la Revolución del 43 se caracterizó por continuar la política de industrialización por sustitución de importaciones que venía de años anteriores. La dictadura finalizó con un llamado a elecciones democráticas realizadas el 24 de febrero de 1946, que todos los sectores aceptaron como impecables, en las que triunfó Juan Domingo Perón, quien asumió el 4 de junio de 1946. Perón sería derrocado por un golpe militar en 1955 antes de finalizar su segundo mandato. 

Golpe del 16 de septiembre de 1955

Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu, los dos dictadores sucesivos de la «Revolución Libertadora». La llamada «Revolución Libertadora» fue una dictadura militar de tipo transitoria, originada en el golpe de Estado que derrocó al presidente Juan Domingo Perón entre el 16 y el 23 de septiembre de 1955, día éste último en que el jefe de la insurrección juró con el título de «presidente», a la vez que disolvió el Congreso. Al día siguiente designó como «vicepresidente» al almirante Isaac Rojas. La Revolución Libertadora contó con la Junta Consultiva Nacional integrada por la mayor parte de los partidos políticos: Unión Cívica Radical, Partido Socialista, Partido Demócrata Nacional, Partido Demócrata Cristiano y Partido Demócrata Progresista. El grupo golpista se dividió en dos sectores: un sector nacionalista-católico liderado por el general Eduardo Lonardi, que tomó el gobierno al comienzo, y un grupo liberal-conservador liderado por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas. Este último sector terminó predominando y dando un golpe palaciego, por el cual Lonardi fue reemplazado por Aramburu como «presidente». La dictadura impuso la proscripción del Partido Peronista y persecución de sus simpatizantes, que se mantendría por 18 años, y la intervención de los sindicatos. También, en un caso sin precedentes en la historia argentina moderna, fusiló a opositores, en algunos casos en forma pública y en otros clandestinamente. El gobierno militar asignó el Ministerio de Economía sucesivamente a Eugenio Folcini, Eugenio A. Blanco, Roberto Verrier y Adalberto Krieger Vasena, que llevaron adelante una política inspirada en los criterios de los sectores socialmente más acomodados y poderosos económicamente. Una de las medidas institucionales más importantes de la dictadura militar fue emitir una proclama derogando inmediatamente la Constitución Nacional vigente, conocida como Constitución de 1949, para reemplazarla por el texto de la Constitución de 1853. Esta medida sería luego avalada por una Convención Constituyente elegida con proscripciones, que sesionó bajo el régimen militar y le agregó el artículo 14 bis. En 1958 la Revolución Libertadora convocó a elecciones limitadas y controladas por las Fuerzas Armadas, con proscripción del peronismo que fueron ganadas por la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), un sector de la fracturada Unión Cívica Radical, liderado por Arturo Frondizi, quien había realizado un pacto electoral y político con Perón con el fin obtener el apoyo del decisivo voto peronista a su candidatura. El presidente Frondizi sería a su vez derrocado por los militares cuatro años después. 

Golpe del 29 de marzo de 1962

José María Guido, único presidente civil que tomó posesión de la presidencia tras un golpe de Estado en Argentina. El golpe militar del 29 de marzo de 1962 tuvo elementos tragicómicos que determinaron que no fuera un militar, sino un civil, quien accediera al gobierno luego de derrocar al presidente Arturo Frondizi (radical intransigente). Frondizi soportó durante su gobierno reiterados planteos e insurrecciones militares, mediante los cuales llegaron a imponerle incluso al ministro de Economía (Álvaro Alsogaray) y terminaron en el golpe del 29 de marzo de 1962, liderado por el Teniente General Raúl Alejandro Poggi, el Almirante Agustín Ricardo Penas y el Brigadier General Cayo Antonio Alsina, los comandantes en Jefe del Ejército Argentino, la Armada Argentina y la Fuerza Aérea Argentina respectivamente. El hecho que precipitó el golpe fue la amplia victoria del peronismo en las elecciones realizadas once días antes, en diez de las catorce provincias existentes en aquel momento, incluyendo la estratégica Provincia de Buenos Aires, donde triunfó el dirigente sindical textil Andrés Framini. El peronismo había sido proscrito por la dictadura militar de 1955, pero Frondizi volvió a habilitarlo electoralmente, aunque manteniendo la prohibición a Juan Perón de presentarse como candidato y volver al país. Frondizi inmediatamente intervino las provincias en las que había ganado el peronismo, pero el golpe era imparable. Producido el levantamiento militar el 29 de marzo de 1962, el presidente Frondizi, detenido por los militares en la Isla Martín García, se negó a renunciar («no me suicidaré, no renunciaré y no me iré del país»). Eso llevó a interminables movimientos, amenazas y gestiones que agotaron a los líderes de la insurrección, quienes se fueron a dormir antes de asumir formalmente el poder. En la mañana del 30 de marzo, el general Raúl Poggi, líder de la insurrección victoriosa, se dirigió a la Casa Rosada para hacerse cargo del gobierno, y se sorprendió con el hecho de que los periodistas le comentaban que un civil, José María Guido, había jurado esa mañana como presidente en el palacio de la Corte Suprema de Justicia.14 Guido era un senador radical intransigente que presidía provisionalmente la Cámara de Senadores, debido a la renuncia del Vicepresidente Alejandro Gómez. Teniendo en cuenta esto, la noche del golpe, algunos abogados relacionados con la Corte Suprema de Justicia de la Nación, entre ellos Julio Oyhanarte, resolvieron que el derrocamiento de Frondizi era un caso de acefalía y le propusieron a Guido asumir la presidencia por encontrarse en la línea sucesoria, algo que éste hizo jurando ante la Corte Suprema la mañana del 30 de marzo. Entre incrédulos, sorprendidos e indignados, los militares golpistas terminaron aceptando a regañadientes la situación y convocaron a Guido a la Casa Rosada para comunicarle que sería reconocido como presidente, en tanto y en cuanto se comprometiera por escrito a ejecutar las medidas políticas indicadas por las Fuerzas Armadas, siendo la primera de ellas anular las elecciones ganadas por el peronismo. Guido aceptó las imposiciones militares, firmó un acta dejando constancia de ello y recién entonces fue habilitado por estos para instalarse con el título de «presidente», pero con la obligación de clausurar el Congreso Nacional e intervenir las provincias. Efectivamente Guido cumplió las órdenes militares, anuló las elecciones, clausuró el Congreso, volvió a proscribir al peronismo, intervino todas las provincias y designó un equipo económico de derecha que incluía a figuras como Federico Pinedo y José Alfredo Martínez de Hoz. Finalmente en 1963 volvió a convocar a elecciones limitadas, con proscripción del peronismo, en las que resultó elegido presidente Arturo Illia (radical del pueblo), saliendo segundo el voto en blanco que muchos peronistas utilizaron como forma de protesta. El Presidente Illia asumió el 12 de octubre de 1963 y también sería derrocado por un golpe militar el 28 de junio de 1966. Golpe del 28 de junio de 1966[editar · editar código] Artículos principales: Revolución Argentina y Juan Carlos Onganía. Generales Juan Carlos Onganía, Marcelo Levingston y Alejandro Lanusse, los tres dictadores sucesivos de la autodenominada «Revolución Argentina». El 28 de junio de 1966 un levantamiento militar liderado por el general Juan Carlos Onganía derrocó al presidente Arturo Illia perteneciente a la Unión Cívica Radical del Pueblo. El golpe dio origen a una dictadura autodenominada «Revolución Argentina», que ya no se presentó a sí misma como «gobierno provisional», como en todos los golpes anteriores, sino que se estableció como un sistema de tipo permanente. Este tipo de dictaduras militares permanentes, se instalaron por entonces en varios países latinoamericanos en esos años (Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay, etc.) y fue analizado detalladamente por el destacado politólogo Guillermo O'Donnell quien lo denominó con la expresión de Estado burocrático autoritario (EBA).15 La Revolución Argentina dictó en 1966 un Estatuto que tenía nivel jurídico superior a la Constitución y en 1972 introdujo reformas constitucionales, algo que también la distinguió de las dictaduras anteriores. En general la dictadura adoptó una ideología fascista-católica-anticomunista, apoyada abiertamente tanto por Estados Unidos como por los países europeos.16 La alta conflictividad política y social generada durante la Revolución Argentina y las luchas entre los diversos sectores militares produjeron dos golpes internos, sucediéndose en el poder tres dictadores militares: Juan Carlos Onganía (1966-1970), Marcelo Levingston (1970-1971) y Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973). Onganía entregó el Ministerio de Economía a los sectores civiles más conservadores-liberales, cuyo máximo exponente fue Adalberto Krieger Vasena, quien ya había sido ministro de la Revolución Libertadora. Sin embargo durante la dictadura de Levingston, predominó un sector nacionalista-desarrollista de las Fuerzas Armadas, que nombró Ministro de Economía al radical Aldo Ferrer. Acosada por una insurrección popular creciente y generalizada, la dictadura organizó una salida electoral con participación del peronismo (aunque impidiendo la candidatura de Perón), en 1973, en la que triunfó precisamente el candidato peronista Héctor J. Cámpora, con el 49,53% de los votos, asumiendo el 25 de mayo de 1973. Cámpora renunció para permitir elecciones libres, en las que ganó Juan Perón con el 62% de los votos, quien moriría menos de un año después de haber sido electo, y el gobierno peronista, en manos ahora de la Vicepresidente María Estela Martínez de Perón, sería también derrocada por un golpe militar en 1976. 

Golpe del 24 de marzo de 1976

El 24 de marzo de 1976 una nueva sublevación militar derrocó a la Presidenta María Estela Martínez de Perón instalando una dictadura de tipo permanente (Estado burocrático autoritario) autodenominada «Proceso de Reorganización Nacional», gobernada por una Junta Militar integrada por tres militares, uno por cada fuerza. A su vez la Junta Militar elegía a un funcionario con el título de «presidente», con funciones ejecutivas y legislativas. Al igual que la dictadura anterior, la Junta Militar sancionó en 1976 un Estatuto y dos Actas de carácter complementario con jerarquía jurídica superior a la Constitución. El Proceso fue gobernado por cuatro juntas militares sucesivas: 1976-1980: Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti 1980-1981: Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini y Omar Domingo Rubens Graffigna 1981-1982: Leopoldo Fortunato Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo 1982-1983: Cristino Nicolaides, Rubén Franco y Augusto Jorge Hughes En cada una de estas etapas, las juntas designaron como «presidentes» de facto a Jorge Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola, Leopoldo Fortunato Galtieri y Reynaldo Benito Bignone respectivamente, todos ellos integrantes del Ejército. Bignone, fue el único "presidente" que no perteneció a la junta. El «Proceso de Reorganización Nacional» llevó adelante una guerra sucia en la línea del terrorismo de Estado que violó masivamente los derechos humanos y causó la desaparición de decenas de miles de personas. Internacionalmente, la dictadura argentina y la violación de derechos humanos contó con el apoyo activo del gobierno de Estados Unidos (salvo durante la administración de James Carter) y la tolerancia de los países europeos, la Unión Soviética y la Iglesia Católica. Asimismo, en ese momento se instalaron con apoyo estadounidense dictaduras militares en todos los países del Cono Sur de Sudamérica (Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay) que coordinaron entre sí y con Estados Unidos la represión, por medio de una organización terrorista internacional denominada Plan Cóndor. En materia económica, la dictadura entregó formalmente los ministerios económicos a las asociaciones empresarias más conservadoras que impulsaron una política económica abiertamente desindustrializadora y neoliberal, con máxima expansión de una deuda externa Tras algunos años de política conservadora que no rendía frutos reales, y uso de procedimientos represivos del estado contra civiles que incluyeron todo tipo de violaciones a los derechos humanos, hicieron que hacia fines de la década del 70 el descontento de la población y la falta de apoyo fueran en aumento. El triunfo del equipo argentino como anfitriones del evento en el mundial de fútbol de 1978 calmó el descontento, pero solo temporalmente. Percibiendo un rápido ingreso en una crisis de poder el gobierno militar decide retomar una disputa de larga data sobre la soberanía de las Islas Malvinas, ocupadas por una población inglesa implantada 1833. En este marco el gobierno militar argentino decide retomar las islas, acción que ejecuta exitosamente dejando así declarada la Guerra de las Malvinas contra el Reino Unido. El hecho causó un fuerte eco en el país europeo ya que, justamente en el mismo momento el gobierno de la Primer Ministro [Margaret Thatcher] también se encontraba en una fuerte crisis política. Entablar y ganar una guerra era, justamente, lo que Tatcher necesitaba y dispondría de toda la fuerza bélica que sea necesaria para volver a invadir las islas, incluso solicitando el apoyo de [Estados Unidos]. Tal vez haya sido afortunado que la Junta Militar no haya sopesado este aspecto y que se hayan cometido otros desaciertos que hicieron perder las islas en ataque por medios convencionales, ya que el [Reino Unido] no descartaba el uso de armas nucleares para concretar sus fines. La derrota infligida terminó de zanjar la crisis del gobierno militar, lo cual condujo a la caída de la tercera junta militar y meses más tarde la cuarta junta llamó a elecciones para el 30 de octubre de 1983, en las que triunfó el candidato de la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín, quien asumió el 10 de diciembre de 1983. Los jefes militares fueron enjuiciados y condenados, y muchos de ellos llevados a prisión, en complejos procesos que se extendieron en el tiempo. La dictadura militar llamada «Proceso de Reorganización Nacional» fue la última. Si bien entre 1987 y 1990 se produjeron varias insurrecciones militares, denominadas carapintadas, ninguna de ellas logró derrocar a los gobiernos democráticos. 

Cuestiones generales

Los golpes de Estado en Argentina generaron una serie de problemas jurídico-políticos específicos: La doctrina de los gobiernos de facto de la Corte Suprema de Justicia de la Nación;  La validez y suerte de los llamados "decretos-leyes" y demás normas sancionadas por los gobiernos militares, una vez finalizada la dictadura;20 La sanción de los golpistas. También es posible observar una escalada en la violencia represiva y una paralela reducción del respeto por las formas legales en cada uno de los golpes. En particular, mientras que los cuatro primeros golpes de Estado (1930, 1943, 1955 y 1962) se definieron como "gobiernos provisionales" y manifestaron desde un inicio su intención de llamar a elecciones democráticas en un breve lapso, los dos últimos golpes (1966 y 1976), establecieron dictaduras militares de tipo permanente, de acuerdo al modelo de Estado burocrático autoritario (EBA) descrito por Guillermo O'Donnell. Un elemento importante de los golpes de Estado en Argentina está relacionado también con los planes económicos y la actitud ante los mismos de las grandes potencias mundiales. En el primer caso, los equipos económicos de los gobiernos militares tendieron a recurrir a las mismas figuras, mayoritariamente provenientes del sectores conservador-liberal, llegándose a decir que las Fuerzas Armadas se comportaron como partido político de la clase alta. En el segundo caso en casi todos los golpes de Estado la o las potencias mundiales hegemónicas en el país, tuvieron participación directa, ya sea en su realización o posterior protección de los golpistas. A partir de la década del 60 los golpes de Estado en Argentina formaron parte de un cuadro subregional y regional más amplio, de golpes militares generalizados en Sudamérica y América Latina, en la mayoría de los casos apoyados o promovidos por Estados Unidos, a partir de las operaciones de la Escuela de las Américas con base en Panamá y la Doctrina de la Seguridad Nacional. Durante la Convención Constituyente que en 1994 reformó el texto de la Constitución Argentina se discutió largamente la doctrina de los gobiernos de facto y la forma de evitar que la misma pudiera volver a invocarse en un eventual golpe de Estado futuro. El resultado fue la aprobación del primer párrafo del artículo 36 de la Constitución Nacional, conocido también como de "defensa de la democracia o defensa del orden constitucional": «Esta Constitución mantendrá su imperio, aún cuando se interrumpiere su observancia por actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. Estos actos serán insanablemente nulos».

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