Los progromos


Un pogromo (del ruso погром, pogrom: «devastación») consiste en el linchamiento multitudinario, espontáneo o premeditado, de un grupo particular, étnico, religioso u otro, acompañado de la destrucción o el expolio de sus bienes (casas, tiendas, centros religiosos, etcétera). El término ha sido usado para denotar actos de violencia sobre todo contra los judíos, aunque también se ha aplicado para otros grupos, como es el caso del linchamiento polaco contra las minorías étnicas (alemanes y ucranianos) en Galitzia.

El origen histórico de la palabra se remonta a 1881, cuando el zar Alejandro II fue asesinado en la ciudad de San Petersburgo por Ignacy Hryniewiecki, lo cual produjo en la Rusia meridional una oleada de violencia que se prolongó hasta 1884. Se calcula que, como consecuencia del pogromo, cerca de dos millones de judíos rusos emigraron hacia los Estados Unidos y Argentina en el periodo comprendido entre 1880 y 1920. Ése no fue el único brote antisemita ocurrido en Rusia. Son numerosos los pogromos documentados durante la Revolución rusa de 1917 y la posterior Guerra Civil Rusa (1918-1921); así, durante la Revolución Bolchevique, los judíos acaudalados fueron, como el resto de las clases acomodadas, duramente perseguidos. Y, por su lado, la participación de colectivos judíos menos favorecidos, en favor de la revolución, motivó su posterior represión por parte del Ejército Blanco.
Antes de que la palabra fuera reconocida, otros actos de violencia indiscriminada han sido documentados, siendo los pogromos de 1096, durante la Primera Cruzada, los primeros en ser documentados. Otras cruzadas también inspiraron este tipo de actividad violenta no sancionada por las autoridades o hasta motivada por ellas mismas. Asimismo se califica como pogromo la persecución de judíos en la Europa del siglo XIV, por habérseles acusado de provocar un brote de peste negra.
Los pogromos no acabaron con la Segunda Guerra Mundial. En 1946 estalló uno en Kielce (Polonia). Murieron cuarenta y dos judíos y aproximadamente cincuenta fueron heridos. En enero de 1990, en Bakú (la capital de Azerbaiyán), la minoría armenia de la ciudad fue expulsada y atacada; unos 400 armenios murieron en varios días de pogromo, cientos resultaron heridos, y todos los 36 000 armenios (de un total de 220 000 en 1987) que no habían abandonado la ciudad entre 1988 y 1989, tuvieron que huir vía ferry hasta Turkmenistán, o en avión a Rusia o Armenia.

Pogromos contra judíos

En la Rusia zarista

Los ataques violentos contra judíos se remontan al menos a las Cruzadas o incluso antes (véase Castillo de York), pero el término pogromo referido a una algarada antisemita premeditada sólo empezaría a emplearse a principios del siglo XIX. Se cree que el primer pogromo así llamado se dio durante los disturbios de 1821 en Odesa, tras la muerte del patriarca griego ortodoxo en Constantinopla, durante la cual se asesinó a 14 judíos. Otras fuentes, como la Enciclopedia Judía, datan el primer pogromo en 1859, ocurrido igualmente en Odesa. El término se hizo común tras una serie de altercados violentos antijudíos que asolaron el sur de la Rusia Imperial (moderna Polonia, Ucrania, Moldavia) en el período 1881-1884, después de que se acusara sin evidencia alguna a los judíos como culpables del asesinato del zar Alejandro II.
Durante dicha oleada de ataques, se destruyeron miles de hogares judíos, muchas familias se vieron condenadas a la pobreza extrema, un número incierto de mujeres fueron víctimas de violación; en 166 ciudades rusas se produjeron numerosísimos asesinatos de hombres, mujeres y niños. El nuevo zar Alejandro III culpó a los judíos de estos sucesos y promulgó una serie de duras restricciones sobre los judíos. Los pogromos continuaron durante más de tres años acompañados por la inactividad, cuando no hubo cooperación, por parte de las autoridades.
Una oleada aún más sangrienta de pogromos se desencadenaría en el período 1903-1906, dejando tras de sí un balance de 2000 judíos muertos y muchos más heridos. The New York Times describió así el Primer Pogromo de Kishinev, sucedido en la Pascua de 1903:
«Los disturbios antisemitas en Chisinau, Besarabia, son peores de lo que la censura permitirá publicar. Estaba sobradamente planeada una masacre generalizada contra los judíos el día siguiente a la Pascua rusa. La turba estaba dirigida por sacerdotes, y el lema general, "Matad a los judíos", fue repetido por toda la ciudad. Los judíos fueron tomados por sorpresa y acabaron masacrados como corderos. El número de víctimas ascendió a 120 y el de heridos a 500. Las escenas de horror de esta matanza están más allá de cualquier descripción. Los bebés fueron literalmente despedazados por la turba frenética y sedienta de sangre. La policía local no realizó ningún esfuerzo para impedir el reinado del terror. A la puesta del sol, las calles estaban repletas de cadáveres y heridos. Aquellos que pudieron escapar de la muerte huyeron de la ciudad, ahora prácticamente vacía de judíos.» 
Al menos algunos de los pogromos fueron organizados o apoyados por la policía secreta zarista, la Ojrana. Hechos como la indiferencia de la policía rusa o el ejército fueron debidamente informados, por ejemplo, durante los tres días del pogromo de Kishinev de 1903, así como en ciertos artículos incendiarios de tendencia antijudía aparecidos en la prensa con anterioridad, indicio de que la policía sabía con antelación de algunos pogromos y optó por no actuar. Algunos miembros del ejército también participaron activamente en las matanzas de Białystok (junio de 1906) y Siedlce (septiembre de 1906). El movimiento antisemita más activo durante este período fue el de las Centurias Negras, que participaría en los pogromos.
Incluso con excepción de estas explosiones de violencia, los pogromos fueron comunes: hubo disturbios antijudíos en Odesa en 1859, 1871, 1881, 1886 y 1905, cuyo saldo fue de cientos de víctimas.

Durante la Revolución rusa

Durante la Revolución rusa de 1917 y la posterior Guerra Civil se produjeron numerosos pogromos: se estima que entre 70.000 y 250.000 judíos civiles fueron asesinados en todo el extinto imperio ruso; el número de judíos huérfanos superó los 300.000. En el libro 200 años juntos, Aleksandr Solzhenitsyn aporta las siguientes cifras extraídas del estudio de Nahum Gergel (1951) sobre los pogromos en Ucrania: de 887 pogromos contabilizados, aproximadamente se le achaca un 40% a las fuerzas ucranianas de Symon Petliura, un 25% al Ejército Verde y diversos grupos nacionalistas, un 17% al Ejército Blanco, especialmente a las fuerzas de Antón Denikin, y un 8.5% al Ejército Rojo. Cabe aclarar que el gobierno bolchevique, al menos oficialmente, no tenía una política antisemita, de hecho los pogromos zaristas se dirigían contra los intelectuales y activistas políticos ligados al movimiento revolucionario. Frente a esto, el ejército blanco, ligado al zarismo derrocado, estaba embebido de las tradiciones antisemitas del antiguo régimen ruso. No obstante, se conoce que las autoridades soviéticas censuraron varios documentos de testigos oculares sobre atrocidades bolcheviques en pogromos, como es el caso del escritor Serguéi Gusev-Orenburgski, que publicó en 1921 un manuscrito con prólogo de Máximo Gorki con todos los testimonios: Bagrovaya kniga. Pogromi 1919-1920 Ukraine, pero que, como contaría más tarde en Estados Unidos, le fue censurado, junto a dicho prólogo, todo lo referente a las atrocidades cometidas por el bolchevismo. 

Fuera de Rusia

Los pogromos se extendieron a través de la Europa Central y Oriental, y otros disturbios antisemitas sucedieron en cualquier lugar del mundo. En 1918 y durante los años 30 hubo pogromos esporádicos en Polonia. En 1927 hubo pogromos en Oradea, Rumanía. En 1929, en Palestina tuvo lugar la matanza de Hebrón, perpetrada por árabes palestinos contra las comunidades judías de Jerusalén y alrededores. En América, hubo un pogromo contra los extranjeros en general (y en especial contra los judíos, en la llamada "caza del ruso", gentilicio con el que aún hoy se identifica a los judíos en Argentina, organizada por la ultraderechista Liga Patriótica Argentina) en Argentina, durante la Semana Trágica. Este último pogromo tuvo como antecedentes los ocurridos durante la Huelga General del Centenario (mayo de 1910).
En el mundo árabe se produjeron varios, que desempeñaron un papel fundamental en la emigración masiva desde países árabes a Israel. En 1945, un disturbio antijudío en Trípoli (Libia) cobró 140 víctimas, y en el de Farhud, en Irak, hubo entre 200 y 400 judíos muertos.

Influencia de los pogromos

Con los primeros pogromos de finales del siglo XIX, se produjo un impacto en la opinión pública mundial y, junto con las duras leyes promulgadas, una numerosa emigración judía. Dos millones de judíos huyeron de Rusia entre 1880 y 1913, teniendo como destino principal los Estados Unidos.
En respuesta a estos pogromos y las opresiones del período zarista, los judíos empezaron a ejercer el activismo político. El Sindicato General Judío Laborista, coloquialmente llamado "El Dique", y la participación judía en los movimientos bolcheviques se vieron directamente influidos por los pogromos. De manera similar, la organización de ligas de autodefensa judías (que contuvieron a los pogromistas en ciertos lugares durante el segundo pogromo de Chisinau), tales como Hibbat Zion, derivaron en una aceptación general del sionismo, especialmente entre los judíos rusos.

Uso moderno: ataques a otras comunidades

Otros grupos étnicos fueron víctimas de este tipo de algaradas premeditadas, en diversas ocasiones y en diferentes países. En el pogromo de Estambul de 1955, por ejemplo, una turba numerosísima de turcos atacó a personas de origen griego.
Un ejemplo moderno de disturbio racial calificado por algunos como pogromo fueron los sucesos de agosto de 1991 en Crown Heights, Brooklyn. La Masacre contra los sijes de 1984 en India que ocurrieron tras el asesinato de la primera ministra Indira Gandhi son considerados como un pogromo contra la comunidad sij en Delhi. De igual manera, tras los disturbios de 2002 en Guyarat (India), se acusó al gobierno indio de dirigir un pogromo antimusulmán (a su vez, el gobierno achacó la causa al terrorismo).
Otros casos actuales de pogromos contra otros grupos de ciudadanos fueron las numerosas acciones anticaucásicas por parte de skinheads rusos:
21 de abril de 2001 en Yásenevo, un barrio periférico de Moscú, cerca del supermercado "Yásenevo", contra comerciantes de los países del Cáucaso.
30 de octubre de 2001 en el mercado de Tsarítsyno de Moscú.
El pogromo del 9 de septiembre de 2004 en Ekaterinburgo (Rusia), dejó varios muertos y la mayor parte de los comercios propiedad de personas de origen caucásico destruidos.
Fuera de Rusia:
En julio de 1977, como consecuencia de la victoria electoral del Partido Nacional Unido en Sri Lanka, se produjo un pogromo antitamil respaldado por el gobierno.
Pogromo contra la población serbia del 17 al 18 de marzo de 2004, en la provincia serbia administrada por la ONU de Kosovo-Metohija.
El genocidio de Ruanda también ha sido descrito en ocasiones como un pogromo. Fuente: wikipedia

La duplicación de la circunferencia

El famoso teorema de Banach-Tarski dice que es posible cortar una esfera en una cantidad finita de partes, las cuales, convenientemente reordenadas (y sin que sean deformadas de ninguna manera), permiten armar dos esferas iguales a la original.

Mi intención en esta entrada es mostrar un resultado parecido al teorema de Banach-Tarski; un resultado que, aunque menos espectacular, es tan paradójico como él. En esta entrada voy a mostrar cómo se puede cortar una circunferencia en una cantidad infinita numerable de partes que, convenientemente reordenadas, permiten armar dos circunferencias iguales a la original (de hecho, podría armarse una cantidad infinita numerable de circunferencias iguales a la original).

Obviamente, el aspecto paradójico del teorema de Banach-Tarski consiste en que nuestra intuición nos dice que si cortamos un cuerpo en una cantidad finita de partes y las reordenamos entonces el volumen total debería conservarse. El aspecto paradójico del resultado que aquí mostraré es similar ya que, quizás no nuestra intuición, pero sí los axiomas de la medida nos dicen que la longitud debería igualmente conservarse si una curva es cortada en una cantidad numerable de partes y estas son reordenadas.

Sea C entonces una circunferencia; vamos a comenzar definiendo en ella una relación de equivalencia. Para ello, para cada número racional q con $0\leq q < 1$ consideramos el movimiento que consiste en girar todos los puntos de C un ángulo de q.360° en sentido contrario al de las agujas del reloj. A todos los movimientos así definidos los llamaremos giros válidos.
Definimos entonces la siguiente relación: dos puntos P y Q de C están relacionados si y sólo si es posible llegar de P a Q mediante un giro válido. No es difícil probar que se trata, en efecto, de una relación de equivalencia.

Llamemos V a un sistema de representantes de la relación, es decir, V contiene exactamente un punto de cada una de las clases de equivalencia determinadas por la relación definida más arriba. Una consecuencia de esta definición es que cada punto P de la circunferencia C existe un único punto Q de V tal que se puede llegar de Q a P mediante un giro válido; y ese giro también es único.

A continuación, para cada número racional q con $0\leq q < 1$ llamamos Vq al conjunto que se obtiene aplicando simultáneamente a todos los puntos de V el giro válido de q.360°. Por ejemplo V1/3 se obtiene girando los puntos de V 120° en sentido antihorario (nótese que V0 = V). De lo dicho más arriba se deduce, por un lado, que C es la unión de todos los Vq y, por el otro, que no hay puntos que pertenezcan simultáneamente a dos Vq diferentes.

Dado que el conjunto de todos los números racionales es numerable, entonces la circunferencia C ha quedado partida en una cantidad igualmente numerable de partes Vq disjuntas dos a dos. Tenemos así definidas, entonces, cuáles son las partes en que la circunferencia es cortada, veamos ahora cómo reordenarlas para completar la duplicación.

Para comenzar con la duplicación, notemos en primer lugar que dos cualesquiera de las partes en que hemos cortado a C pueden obtenerse, una de la otra, mediante un giro válido. Por ejemplo, V1/2 resulta de girar 60° a V1/3. Separamos entonces las partes que hemos definido y, aprovechando el hecho de que los racionales son numerables, las numeramos 1, 2, 3, 4,… (la imagen se sale de marco porque sigue infinitamente hacia la derecha).
A continuación separamos las partes, colocando por un lado las partes “pares” y por el otro las “impares”.
Finalmente aplicamos, tanto en la fila superior como en la inferior de la imagen, un “corrimiento” al estilo hotel de Hilbert. Con más precisión, en la fila superior de la imagen giramos la parte número 3 de modo que ocupe el lugar de la parte 2 (es decir, rotamos V1/3 para transformarla en V1/2), al mismo tiempo rotamos la parte 5 para que ocupe el lugar de la 3, y así sucesivamente hasta “llenar todos los espacios en blanco”. El resultado final es una copia de la circunferencia C. Luego repetimos el mismo proceso en la fila inferior; giramos la parte número 2 para que ocupe el lugar de la 1, la 4 para que ocupe el lugar de la 2, y así sucesivamente. Logramos así construir una segunda copia de la circunferencia C, la cual, en consecuencia hemos duplicado.

No es difícil modificar la idea (véase aquí) de tal modo que se pueda obtener una cantidad infinita numerable de copias de la circunferencia C. Y con mínimas variantes puede aplicarse también para lograr la multiplicación de un círculo al que le falte su centro (para esto último, a cada punto de conjunto V le adjuntamos el radio que lo une con el centro del círculo, aunque sin incluir al centro en sí mismo).

De modo que, si así lo desean, pueden multiplicar hasta el infinito, sin costo de material, toda su colección de discos compactos… aunque, claro, tal vez la música registrada en ellos quede un poco alterada.

Esta entrada participa en la Edición 5.3: Felix Klein del Carnaval de Matemáticas cuyo anfitrión es Juegos Topológicos.

HOSPITALIDAD

En los inicios de la Pascua toda una semana de celebraciones en torno a la Hospitalidad subrayado todo, este año, por las celebraciones del Centenario de la muerte de San Benito Menni

POR TI

Porque todos podemos HACER ALGO POR ALGUIEN....

El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl, fragmentos


Monólogo al amanecer 

"En otra ocasión estábamos cavando una trinchera. Amanecía en nuestro derredor, un amanecer gris. Gris era el cielo y gris la nieve a la pálida luz del alba, grises los harapos que mal cubrían los cuerpos de los prisioneros y grises sus rostros. Mientras trabajaba, hablaba quedamente a mi esposa o, quizás, estuviera debatiéndome por encontrar la razón de mis sufrimientos, de mi lenta agonía. En una última y violenta protesta contra lo inexorable de mi muerte inminente, sentí como si mi espíritu traspasara la melancolía que nos envolvía, me sentí trascender aquel mundo desesperado, insensato, y desde alguna parte escuché un victorioso "sí" como contestación a mi pregunta sobre la existencia de una intencionalidad última. En aquel momento en una franja lejana encendieron una luz, que se quedó allí fija en el horizonte como si alguien la hubiera pintado, en medio del gris miserable de aquel amanecer en Baviera. "Et lux in tenebris lucet, y la luz rilló en medio de la oscuridad." Estuve muchas horas tajando el terreno helado. El guardián pasó junto a mí, insultándome y una vez más yo volvía a conversar con mi amada. La sentía presente a mi lado, cada vez con más fuerza y tuve la sensación de que sería capaz de tocarla, de que si extendía mi mano cogería la suya. La sensación era terriblemetne fuerte; ella estaba allí realmente. Y, entonces, en aquel mismo momento, un pájaro bajó volando y se posó justo frente a mí, sobre la tierra que había extraído de la zanja, y se me quedó mirando fijamente. 

Psicología de los guardias del campamento 

Llegamos ya a la tercera fase de las reacciones espirituales del prisionero: su psicología tras la liberación. Pero antes de entrar en ella consideremos una pregunta que suele hacérsele al psicólogo, sobre todo cuando conoce el tema por propia experiencia: ¿Qué opina del carácter psicológico de los guardias del campo? ¿Cómo es posible que hombres de carne y hueso como los demás pudieran tratar a sus semejantes en la forma que los prisioneros aseguran que los trataron? Si tras haber oído una y otra vez los relatos de las atrocidades cometidas se llega al convencimiento de que, por increíbles que parezcan, sucedieron de verdad, lo inmediato es preguntar cómo pudieron ocurrir desde un punto de vista psicológico. Para contestar a esta pregunta, aunque sin entrar en muchos detalles, es preciso puntualizar algunas cosas. En primer lugar, había entre los guardias algunos sádicos, sádicos en el sentido clínico más estricto. En segundo lugar, se elegía especialmente a los sádicos siempre que se necesitaba un destacamento de guardias muy severos. A esa selección negativa de la que ya hemos hablado en otro lugar, como la que se realizaba entre la masa de los propios prisioneros para elegir a aquellos que debían ejercer la función de "capos" y en la que es fácil comprender que, a menudo, fueran los individuos más brutales y egoístas los que tenían más probabilidades de sobrevivir, a esta selección negativa, pues, se añadía en el campo la selección positiva de los sádicos. Se armaba un gran revuelo de alegría cuando, tras dos horas de' duro bregar bajo la cruda helada, nos permitían calentarnos unos pocos minutos allí mismo, al pie del trabajo, frente a una pequeña estufa que se cargaba con ramitas y virutas de madera. Pero siempre había algún capataz que sentía gran placer en privarnos de esta pequeña comodidad. Su rostro expresaba bien a las claras la satisfacción que sentía no ya sólo al prohibirnos estar allí, sino volcando la estufa y hundiendo su amoroso fuego en la nieve. Cuando a las SS les molestaba determinada persona, siempre había en sus filas alguien especialmente dotado y altamente especializado en la tortura sádica a quien se enviaba al desdichado prisionero. En tercer lugar, los sentimientos de la mayoría de los guardias se hallaban embotados por todos aquellos años en que, a ritmo siempre creciente, habían sido testigos de los brutales métodos del campo. Los que estaban endurecidos moral y mentalmente rehusaban, al menos, tomar parte activa en acciones de carácter sádico, pero no impedían que otros las realizaran. En cuarto lugar, es preciso afirmar que aun entre los guardias había algunos que sentían lástima de nosotros. Mencionaré únicamente al comandante del campo del que fui liberado. Después de la liberación —y sólo el médico del campo, que también era prisionero, tenía conocimiento de ello antes de esa fecha— me enteré de que dicho comandante había comprado en la localidad más próxima medicinas destinadas a los prisioneros y había pagado de su propio bolsillo cantidades nada despreciables. Por lo que se refiere a este comandante de las SS, ocurrió un incidente interesante relativo a la actitud que tomaron hacia él algunos de los prisioneros judíos. Al acabar la guerra y ser liberados por las tropas norteamericanas, tres jóvenes judíos húngaros escondieron al comandante en los bosques bávaros. A continuación se presentaron ante el comandante de las fuerzas americanas, quien estaba ansioso por capturar a aquel oficial de las SS, para decirle que le revelarían donde se encontraba únicamente bajo determinadas condiciones: el comandante norteamericano tenía que prometer que no se haría ningún daño a aquel hombre. Tras pensarlo un rato, el comandante prometió a los jóvenes judíos que cuando capturara al prisionero se ocuparía de que no le causaran la más mínima lesión y no sólo cumplió su promesa, sino que, como prueba de ello, el antiguo comandante del campo de concentración fue, de algún modo, repuesto en su cargo, encargándose de supervisar la recogida de ropas entre las aldeas bávaras más próximas y de distribuirlas entre nosotros. El prisionero más antiguo del campo era, sin embargo, mucho peor que todos los guardias de las SS juntos. Golpeaba a los demás prisioneros a la más mínima falta, mientras que el comandante alemán, hasta donde yo sé, no levantó nunca la mano contra ninguno de nosotros. Es evidente que el mero hecho de saber que un hombre fue guardia del campo o prisionero nada nos dice. La bondad humana se encuentra en todos los grupos, incluso en aquellos que, en términos generales, merecen que se les condene. Los límites entre estos grupos se superponen muchas veces y no debemos inclinarnos a simplificar las cosas asegurando que unos hombres eran unos ángeles y otros unos demonios. Lo cierto es que, tratándose de un capataz, el hecho de ser amable con los prisioneros a pesar de todas las perniciosas influencias del campo es un gran logro, mientras que la vileza del prisionero que maltrata a sus propios compañeros merece condenación y desprecio en grado sumo. Obviamente, los prisioneros veían en estos hombres una falta de carácter que les desconcertaba especialmente, mientras que se sentían profundamente conmovidos por la más mínima muestra de bondad recibida de alguno de los guardias. Recuerdo que un día un capataz me dio en secreto un trozo de pan que debió haber guardado de su propia ración del desayuno. Pero me dio algo más, un "algo" humano que hizo que se me saltaran las lágrimas: la palabra y la mirada con que aquel hombre acompañó el regalo. De todo lo expuesto debemos sacar la consecuencia de que hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la "raza" de los hombres decentes y la raza de los indecentes. Ambas se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo se compone de hombres decentes o de hombres indecentes, así sin más ni más. En este sentido, ningún grupo es de "pura raza" y, por ello, a veces se podía encontrar, entre los guardias, a alguna persona decente. La vida en un campo de concentración abría de par en par el alma humana y sacaba a la luz sus abismos. ¿Puede sorprender que en estas profundidades encontremos, una vez más, únicamente cualidades humanas que, en su naturaleza más íntima, eran una mezcla del bien y del mal? La escisión que separa el bien del mal, que atraviesa imaginariamente a todo ser humano, alcanza a las profundidades más hondas y se hizo manifiesta en el fondo del abismo que se abrió en los campos de concentración. Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración." _________________________________________ ** Viktor Frankl nació en Viena en el año 1905 y falleció allí mismo en el 1997. Fue psiquiatra y neurólogo y fundador de la logoterapia. Desde el año 1942 al 1945 estuvo en campos de concentración nazis, experiencia a partir de la cual escribió este libro y varios más sobre la psicología del ser humano en situaciones extremas.