La controversia que ha rodeado el papel de Pío XII durante la Segunda Guerra Mundial y en particular su actitud frente a la persecución de los judíos podría aclararse en breve si se confirman las intenciones del papa Francisco de abrir a los estudiosos archivos no conocidos de este periodo. El rabino de Buenos Aires Abraham Skorka, amigo desde hace muchos años del actual pontífice, declaró al diario británico ‘The Sunday Times’ que el Vaticano, en el marco de su nueva política de transparencia y cercanía, está estudiando esta apertura y que podría tomar una decisión muy pronto. El propio portavoz de la Santa Sede, el padre jesuita Federico Lombardi ha confirmado al diario ‘La Stampa’ que se está trabajando en ello y que existe la voluntad de hacer accesible a los estudiosos los documentos de aquellos años.
El Vaticano siempre ha defendido labor de Pío XII y el anterior pontífice, Benedicto XVI, lo declaró ‘venerable’ en 2009, un paso crucial hacia la beatificación. Las reacciones no se hicieron esperar, sobre todo en Israel, donde el museo del Holocausto dedica una foto del fuera cardenal Pacelli definiéndolo como “ambiguo”. Sectores judíos consideran que antes de cualquier paso hacia el ascenso a los altares del que fuera cardenal Pacelli se deben sacar a la luz todos los documentos que puedan aclarar motivos y actuaciones frente a las autoridades fascistas o nazis.
Pío XII vivió muy de cerca el ascenso del nazismo, ya que fue nuncio en Alemania desde 1917, y desde 1930 dirigió la política exterior de la Santa Sede como secretario de Estado hasta ser nombrado pontífice en 1939. Lo cierto es que en la posguerra recibió el agradecimiento de destacadas personalidades judías, entre las que figuró Albert Einstein.
Durante la contienda, el Vaticano bajo Pío XII escondió a numerosos judíos en decenas de Iglesias y monasterios; a muchos les facilitó falsos certificados de bautismo y visados. De los documentos que se conocen, resulta indudable que el Papa rechazaba el nazismo, pero también que creía que debía mantener relaciones con Alemania como mal menor. La principal acusación por parte de algunos historiadores que fue cogiendo vuelo a partir de los sesenta se centra en que el Papa no condenó de forma pública el fascismo y que no intervino para detener las deportaciones de judíos, a pesar de que estaba al corriente. Otra acusación es el apoyo prestado por la Iglesia, en forma de documentos falsos, a responsables nazis para que huyeran a Sudamérica, Adolf Eichmann entre ellos.
La justificación del Vaticano es que el Papa consideró que era preferible actuar en silencio para no poner en peligro la ayuda a los judíos y empeorar la situación de los cristianos alemanes y de los países ocupados. El exsecretario de Estado, Tarcisio Bertone, dijo en el ‘Osservatore Romano’ que “Pío XII no fue silente ni antisemita, fue prudente”.
Ojalá la investigación sobre los miles de documentos guardados aporten una nueva luz sobre aquellos acontecimientos, aunque existe una alta probabilidad de que la polémica siga abierta y que la división se mantenga entre los que creen que Pío XII calló para evitar males mayores y aquellos que están convencidos de que tomar una postura firme y clara, además de éticamente obligada, hubiera frenado en alguna medida la barbarie nazi.