Reivindicó la militancia política.

Su legado: reivindicó la militancia política
Ricardo Alfonsín
Para LA NACION
Jueves 28 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa


Néstor Kirchner asumió la presidencia de la Nación en circunstancias de extrema gravedad. Empuñó el timón con firmeza. Más allá de las diferencias, en muchos casos profundas, que nos distancian de su gestión, no pueden desconocerse algunos de sus logros. Restableció el funcionamiento de la Corte Suprema de Justicia, procuró que la política fuese el instrumento apropiado para articular los conflictos entre intereses económicos y sociales. No se sumó, y cuestionó, la preocupante carrera armamentista que se registra en América latina.

Reivindico en su administración la recuperación de la política de derechos humanos -que se abandonó en la década del 90-, así como el rescate del Estado como factor clave de la economía.

Este es un momento que nos obliga a señalar más las coincidencias que las discrepancias. Pertenecimos ambos al campo del pensamiento nacional, aunque con distintos métodos, banderas y estrategias.

Kirchner fue un hombre público que murió como vivió, sumergido en la lucha política. Tal vez ésta sea la virtud que ningún militante puede dejar de destacar. Sólo la muerte pudo con su fervor militante. En política, uno se auxilia con la militancia o con el marketing. Compartimos con él lo primero. El marketing nunca fue su preocupación.

Reconocemos en él al militante que todos querríamos encontrar en las filas de nuestros partidos políticos. Su estilo de gestión del todo o nada lo llevó a desoír las advertencias médicas sobre su salud y los ruegos permanentes para que amenguase su tremenda actividad. Se fue peleando. Para sus simpatizantes se transformó en un símbolo que les permitirá superar la adversidad y mantener las convicciones que los indujeron a ingresar en la militancia política.

Este es su legado: la reivindicación de la militancia política. Muchos argentinos, oficialistas u opositores, hoy lamentamos su partida. A todos ellos los acompañamos en su pena. Muchos compartimos sus deseos de una Argentina enmarcada en un modelo de progreso con inclusión social.

Jorge Sigal.

Se fue un hombre poderoso
Jorge Sigal
Para LA NACION
Jueves 28 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa


Ayer murió un hombre poderoso. Para un país que rozó varias veces la línea de la desintegración, que no llegó a la madurez institucional, expresión finalmente de la madurez colectiva, la posibilidad de vivir sin padres omnímodos?, la noticia trasciende el plano emocional. Otra vez, la Argentina se enfrenta a un dilema histórico. Porque Néstor Kirchner tuvo la astucia de morirse sin completar el inevitable proceso de decadencia que suele corroer a los jefes de hierro. Hasta ayer, la política se dirimía entre quienes apostaban a la continuidad de lo que se bautizó "el modelo" ?en realidad una forma de ejercicio del poder? y quienes se oponían, sin mucha imaginación, a ese manejo discrecional de la fuerza.

La proyección de Kirchner, un líder que aborrecía el arte de la sutileza, había simplificado la política argentina: a favor o en contra, ésa era la razón de ser de los aspirantes a heredar la corona. Salvo honrosas excepciones, la mayoría de los candidatos se dedicaban hasta hace unas horas a construir fórmulas de contención o de degradación de la figura central del poder. Kirchner supo instalar el dramatismo a su favor. Incluso, logró seducir a una parte de la intelectualidad progresista que lo siguió hasta en aventuras impensadas poco tiempo atrás, como la alianza con la dirigencia sindical ortodoxa. Por primera vez, un segmento tradicionalmente apegado a las proclamas éticas generó recursos creativos para justificar lo injustificable. La alianza con un sector de la dirigencia juvenil de los años setenta le dio al ex presidente un rédito extraordinario: dotó de sustento ideológico su prédica de poder.

Kirchner era un hombre valiente, audaz y temible. Quizá ningún hombre sin esas cualidades podría haber ordenado el desquicio posterior a 2001 y el tembladeral social en que se sumergió el país luego de la cirugía mayor realizada por Eduardo Duhalde. Lo hizo, y logró atravesar la transición con crecimiento económico y restituyendo las bases del Estado a un lugar de certidumbre. Permitiendo, además, que los jugadores se volvieran a alinear, aunque fuera en la elemental dicotomía entre buenos y malos.

A partir de ahora se sabrá si, además de amar u odiar al rey, los aspirantes a la corona serán capaces de imaginar una vida sin el rey. © La Nacion

Nada será igual.

Néstor Kirchner 1950-2010
De ahora en más nada será igual
Luis Gregorich
Para LA NACION
Jueves 28 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa

De ahora en más nada será igual
Néstor y Cristina Kirchner, en uno de los últimos actos que compartieron juntos. Foto Archivo

La discreción y el respeto que impone la muerte del ex presidente Néstor Kirchner no pueden impedir un breve análisis inicial de la situación política del país ante este penoso hecho.

La consecuencia obvia, imposible de callar, es que se ha producido un sacudón en el corazón del poder. En una tierra poco pródiga en liderazgos, ha desaparecido el principal líder del principal partido (o movimiento), aunque no controlaba todas las ramas de la organización.

De aquí en adelante, nada será igual. No puede garantizarse, tampoco, un ordenado trámite hereditario conyugal.

Afortunadamente la crisis es diferente, si bien bastante simétrica, de la suscitada en 1973-1974, con la fórmula Perón-Perón y la forzosa asunción de Isabel. Hemos dejado atrás la sangrienta violencia de aquellos años. Cristina Kirchner es una presidenta que fue directamente elegida y su calidad política y de gestión son muy superiores a las de la viuda del general. Esto no le evita amenazas internas, pero le brinda armas para resistirlas.

Si Cristina refuta la fragilidad emocional que algunos le atribuyen y aprovecha la simpatía popular que otorga el sufrimiento, si consigue blindar su gobierno y derrumbar la certidumbre según la cual "el jefe era él", si es capaz de establecer un diálogo razonable y duradero con la oposición y con el peronismo disidente, es posible que termine consiguiendo para sí la candidatura a la reelección, con ciertas posibilidades de éxito.

En cambio, si accediera a esa candidatura en medio del caos y la fragmentación política, su permanencia en la primera magistratura sería, por el castigo del voto popular, inviable.

El peronismo, que tiene la virtud de acomodarse a cien ropajes distintos, bien podría, asimismo, juramentarse frente a la tumba de Néstor Kirchner y buscar, para las próximas elecciones, un candidato de unidad, en torno al cual pudiesen reunirse todos o la gran mayoría de los peronistas.

Hoy por hoy nadie trabaja mejor que Daniel Scioli ese perfil de moderación, de estética conservadora y pausada. Podría aspirarse, así, a retener buena parte de los votantes y las intendencias del conurbano y recrear eficazmente las alianzas con los gobernadores que se despreocupan del rigor ideológico.

En cuanto a los transversales de izquierda, en primer lugar no son muchos, y en segundo lugar "nos votan lo mismo, porque somos la mejor opción".

La desaparición física de Néstor Kirchner es lamentable y sustrae de la escena a uno de sus protagonistas.


No hay que olvidar que también se lleva consigo un estilo, un modo de hacer política que con sus más y sus menos, sus asperezas y sus confrontaciones, ha dejado una huella patente en los últimos años.

No vaya a suceder que la oposición, legítima aspirante a conquistar el gobierno en 2011, se dedique ahora a copiar los defectos del ex presidente desaparecido y se olvide de sus virtudes, en las que, como todo individuo, es inimitable.

Joaquín Morales Sola - Nunca dejó el poder -

Joaquín Morales Solá | Ver perfil
El análisis
Jamás dejó el poder
Joaquín Morales Solá
LA NACION
Jueves 28 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa
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Podrán decirse muchas cosas de Néstor Kirchner, pero no que le faltó genio para construir un imperio político desde las ruinas. Nunca, como candidato, pudo ganar una elección nacional. Sin embargo, nunca dejó el poder desde que se encaramó en él. En 2003 le ganó Carlos Menem y en 2009 lo superó Francisco de Narváez. El kirchnerismo ganó las elecciones de 2005 y de 2007, pero él no fue candidato en ninguno de esos comicios.

El desierto del que venía lo obligó, tal vez, a una vida excepcional. Todo giraba en torno de él, bajo su presidencia o cuando la jefatura del Estado la ejercía su esposa. Su estilo de gobierno convertía a los ministros en meros conserjes sin decisión propia. Desde que se aferró al poder, fue, al mismo tiempo, gobernador de cualquier provincia, intendente de cualquier municipio del conurbano, ministro de Economía, jefe de los servicios de inteligencia, ministro de Obras y de Defensa, canciller y productor de los programas televisivos que lo adulaban. "Así, enloquecerá la administración o terminará con su vida", colegía uno de los ministros que a los que echó pocos años después de llegar al gobierno.

Fue, también, más que eso. Hasta marzo de este año, cuando cambió la relación de fuerzas parlamentaria, ejerció de hecho la titularidad del Poder Ejecutivo y del Legislativo, fue el jefe fáctico de los bloques oficialistas y titular de las dos cámaras del Congreso. De alguna manera, se hizo al mismo tiempo de la dirección de una porción no menor del Poder Judicial, con la excepción de la Corte Suprema. Siempre cargaba bajo el brazo una carpeta con la información última sobre la marcha del Estado; esos datos no eran a veces certeros y, muchas veces, sobresalían más por el error que por el acierto. Su objetivo no era la verdad, sino colocarla a ésta en la dirección en que estaba su sillón.

"Quiero dejar la presidencia, caminar por la calle y que la gente me salude con un «buen día, doctor»", solía decir cuando conversaba con frecuencia con periodistas que lo criticaban. Entonces era presidente. Cerraba ese diálogo y abría otro con sus habituales lugartenientes. "Mátenlo", les ordenaba de inmediato; les pedía, así, que incendiaran en público a algún adversario o a algún kirchnerista desleal para sus duros conceptos de la fidelidad. Nunca podrá saberse si aquel era un combate entre el deseo y el carácter, en el que siempre perdía el anhelo, o si el deseo era sólo una expresión fingida ante los oídos de un interlocutor diferente.


"Mátenlo", era una palabra que usaba frecuentemente para ordenar los castigos públicos
. La política es cruel y las prácticas políticas son crueles. Kirchner era un exponente cabal de esa estirpe. Los amigos se convertían en enemigos con la rapidez fulminante de un rayo. Nada les debía a sus ex colaboradores, que habían dejado en el camino partes importantes de su vida para servirlo. Sus afectos estaban reducidos al pequeño núcleo de su familia, a la que realmente quiso con devoción, más allá de las muchas discusiones y discordias con su esposa. "La familia es lo único que la política no destruye", repetía.

Sabía aprovechar con maestría la debilidad del otro para caerle con la fuerza de un martillo. El caso más emblemático es el de George W. Bush. Conoció a Bush cuando era un líder muy popular en su país, insistió con que quería acercarse a él, lo visitó en la Casa Blanca y lo tranquilizó diciéndole que era no izquierdista, sino peronista. Ese romance duró hasta la cumbre de Mar del Plata en 2005, cuando Kirchner vapuleó imprevistamente a un Bush pasmado por la sorpresa. ¿Qué había pasado? La fatídica guerra de Irak había convertido en jirones la popularidad del líder norteamericano.

"No es popular estar cerca de él en estos momentos", explicó luego con el pragmatismo desenfadado del que hacía gala. La popularidad del otro era el índice de su simpatía. Por eso, nunca rompió con el colombiano Alvaro Uribe, de quien, además, solía hablar bien. Uribe se fue del gobierno con el 75% de aceptación. Todo eso ocurrió en un tiempo en el que Kirchner pintó el país del color de la Patagonia: el mundo fue siempre lejano e impenetrable para él.

Ambivalente, como un príncipe del oportunismo, Kirchner nunca terminó de comprender al conjunto de la sociedad argentina. Nunca recibía a nadie cuando andaba en sus tiempos de broncas desmedidas. Sin embargo, era un anfitrión cordial y conversador, un político clásico, cuando ingresaba en los períodos de conciliación. Eso sí: la información que le trasladaba a un periodista, por ejemplo, no siempre era confiable. Edificaba un océano con una gota de agua que pudiera afectar a un adversario. Y contaba con una buena despensa de información confidencial.

Una vez habló por teléfono con la periodista Magdalena Ruíz Guiñazú para pedirle disculpas porque había borrado la legendaria Conadep de un discurso suyo. Magdalena, sincera y frontal, le reprochó que se dejara llevar por la versión del pasado que le daba Hebe de Bonafini. "Es muy sectaria, pero yo la tengo cerca sólo para contenerla", le respondió el entonces presidente. Flotaba entre una orilla y otra durante su mandato. Luego se quedó definitivamente con Bonafini, con D´Elía, Moyano y Kunkel. Esas alianzas demostraron, más que cualquier cosa, no sólo su talante, sino su desconocimiento de la sensibilidad de la sociedad argentina. Esas figuras integran la lista de las personas más rechazas por una inmensa mayoría social.

El pasado

Compartía con ellos cierto gusto por la arbitrariedad. Al inventarse un pasado personal, debió también acomodar un presente que tampoco era suyo. Convirtió la revisión del pasado en un tema omnipresente, en una divisoria de aguas, en una herramienta para la construcción de su política cotidiana. Ese era un tema que reunía las condiciones épicas que más le agradaban. No le importaba si tenía que mezclar historias artificiales con personajes imaginarios. Hace algunos años, cuando él era presidente, luego de una de las muchísimas veces que vapuleó a este periodista en la fogata de sus atriles, nos reunimos para tomar un café en la Casa de Gobierno. Se produjo este diálogo que lo pinta de cuerpo entero.

-Usted sabe que lo que me imputó es absolutamente falso?-le dije.

-Sí. Pero usted quiere que otro presidente ocupe este despacho? me respondió.

-¿No cree que estamos hablando de dos cosas distintas? -le pregunté.

-No- me contestó, y pasó de inmediato a hablar de otro tema.

Otro Kirchner, más implacable y menos amigable, apareció después de la crisis con el campo y del fracaso electoral de 2009. El Kirchner del primer período era más componedor y moderado. Pero no aceptó ninguna de las dos derrotas. Era un político que no había conocido la derrota y decidió, con envidiable voluntarismo, que no la conocería. Los culpables no eran sus políticas erradas o los argentinos que votaron por opositores, sino los medios independientes que se habían volcado hacia sus adversarios sociales y políticos. Emprendió una batalla para él decisiva contra esos medios y contra los periodistas independientes. No se tomó un día de descanso en esa guerra, como él mismo la llamaba, ni concedió tregua alguna. En esos menesteres bélicos lo encontró el estupor de la muerte.

Fue un presidente y un líder político que conocía los manuales básicos de la economía. Era una condición excepcional desde Arturo Frondizi. Sabía, en algún lugar secreto de su inconsciente, que la inflación y el crecimiento pueden coexistir durante un tiempo, pero no todo el tiempo. Sabía algo peor: ninguna receta antiinflacionaria carece de algunas medidas impopulares. No quería tomarlas. Su popularidad y la de su esposa no pasaban por un buen momento como para correr esos riesgos. Esa lucha entre el conocimiento y la conveniencia lo maltrató durante sus meses cercanos.

Tenía últimamente, dicen los que lo oían, una desilusionada percepción de las cosas, que jamás la llevaba a las palabras. Empezó a zigzaguear con un objetivo claro: él y su esposa nunca serían derrotados por el voto. Debía, por lo tanto, comenzar la escritura del día después, la de una epopeya culminada abruptamente por la maquinación de la "corporación mediática", por el sector rural, por el empresariado y por todo lo que expresara un pensamiento distinto del suyo. Todo eso ya era, no obstante, una fascinante reliquia de un mundo abolido.

Cinco días antes de su muerte, en la noche avanzada del viernes, su encuestador histórico y más eficiente, llamó desesperado a un importante dirigente filokirchnerista. Acababa de concluir una encuesta nacional (el trabajo de campo se hizo antes del crimen de Mariano Ferreyra) y él había hecho un ejercicio: duplicó la intención de votos de los Kirchner en el interior de Buenos Aires, en la Capital, en Santa Fe y en Córdoba. Aun con tanta fantasía, el resultado no superaba el tercio de los votos nacionales que el kirchnerismo sacó en las elecciones de 2009. "Esto está terminado", concluyó el encuestador. ¿Hay alguna posibilidad de cambiar el curso de las cosas?, averiguó el interlocutor. "Ninguna, hermano. Esto está terminado", repitió el conocido analista.

Una vida sin poder no era vida para Néstor Kirchner. Por eso, quizás, su vida y su poder se apagaron dramáticamente enlazados. El final del poder era, para Kirchner, el final de la vida. O de una forma de vivir tal como él la concibió.

Despedida de Néstor K.

Cientos de miles de personas despidieron a Néstor Kirchner en la Casa Rosada
Cristina estuvo cerca de 12 horas junto al féretro acompañada por sus hijos, visiblemente dolida; largas filas de seis horas de espera para llegar al lugar donde velan al líder justicialista; llantos y aplausos
Jueves 28 de octubre de 2010 | 03:05 (actualizado hace 2 días)
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Cientos de miles de personas despidieron a Néstor Kirchner en la Casa RosadaFoto: Presidencia

En una conmovida despedida al ex presidente, cientos de miles de personas desfilan por el Salón de los Patriotas de la Casa Rosada donde es velado desde ayer a la mañana, luego de cumplir con una fila de al menos seis horas de espera. Desde anoche, hay una vigilia en la Plaza de Mayo.

Pasadas las 11 de ayer, ingresó a la Casa de Gobierno Cristina Kirchner, visiblemente dolida, acompañada por Máximo y Florencia, los hijos del matrimonio. La Presidenta estuvo 12 horas, aunque se retiró por momentos, y cerca de las 23 de ayer partió hacia la quinta de Olivos, mientras que su hijo se quedó junto al féretro.

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Además de familiares, estuvieron presentes a lo largo de la jornada de ayer miembros del gabinete del Gobierno, gobernadores, intendentes, legisladores, dirigentes y representantes del mundo artístico.

Por su parte, el vicepresidente Julios Cobos aclaró que no se acercó por pedido del Ejecutivo.

Cientos de miles de personas despidieron a Néstor Kirchner en la Casa Rosada
1 de 41 - Cristina, junto a sus Hijos, Máximo y Florencia, recibió el afecto de todos sus allegados, mandatarios, políticos, amigos, actores; todos se acercaron para acompañar a la familia - Foto: LA NACION Presidencia de La Nación



Desde las 10 de ayer, cuando se abrieron las puertas del Salón de los Patriotas Latinoamericanos, el silencio en la sala sólo se interrumpía con aplausos y gritos de apoyo a Cristina. También pudo observarse el llanto de los militantes que se fueron acercando para despedir al líder del justicialismo.

Los ciudadanos ingresan por una puerta del salón, bordean el féretro y luego se retiran por otra puerta. En ese transcurso, los militantes alentaron a la Presidenta.

Cristina, sobria y conmovida, respondió con un gesto de agradecimiento detrás de sus lentes oscuros. O agachó la cabeza, mientras llevaba la mano derecha junto a su pecho.

Durante las primeras horas se la pudo observar en silencio, sólo mantuvo algunos diálogos con sus familiares o con los dirigentes políticos que se acercaron para saludarla, como Hugo Moyano, Estela Carlotto o Hebe Bonafini.
Cientos de miles de personas despidieron a Néstor Kirchner en la Casa Rosada
1 de 19 - Miles de personas se acercaron a la Plaza de Mayo para despedir al ex mandatario argentino, Néstor Kirchner, innumerables muestras de afecto y dolor - Foto: LA NACION Aníbal Greco



La Presidenta se ausentó apenas un breve momento, por la tarde de ayer. A su regreso, continuó recibiendo a la gente, que incesantemente se fue acercando con pequeños obsequios, como estampitas y cartas. Hubo llantos y abrazos, que Cristina fue recibiendo muy conmocionada.

Entre las sorpresas, un hombre que se acercó al velorio entró cantando el Ave María. Durante un minuto la audiencia permaneció en silencio, y hasta la Presidenta se mantuvo atenta a la interpretación. De hecho, una vez que el hombre terminó su canto, Cristina se acercó a agradecerle por el gesto.

Frente a la sede del Gobierno, miles de personas brindan testimonio de su pesar, cargando las rejas perimetrales de la Casa Rosada con flores, banderas y mensajes, en los que predominaron palabras de admiración por Kirchner y de aliento para su esposa. "Tu partida nos duele pero tu legado quedará por siempre", "Gracias Néstor" y "Todo el pueblo te acompaña. Fuerza Cris", decían algunos de los más característicos.

Al llegar a la Casa de Gobierno desde el Aeroparque Metropolitano esta madrugada, Aníbal Fernández dio breves declaraciones a lanacion.com y otros medios. "Después de la muerte de mi viejo, este fue el día más triste de mi vida", dijo.



La región, presente. Presidentes de América latina visitaron la capilla ardiente en Casa Rosada. Así, estuvieron los mandatarios: Evo Morales (Bolivia), Sebastián Piñera (Chile), Rafael Correa (Ecuador), José Mujica (Uruguay), Fernando Lugo (Paraguay), Juan Manuel Santos (Colombia), Hugo Chávez (Venezuela) y Lula da Silva (Brasil).

Además, estuvieron en el lugar personalidades del mundo del espectáculo y de la cultura como: Teresa Parodi, Florencia Peña, Jorge Luz, Osvaldo Santoro, Andrea del Boca, Pablo Echari, Nacy Duplaá, Marcelo Tinelli y Daniel Fanego, entre otros.

Murió en su ley, como vivió.

Murió en su ley, como vivió
Jorge Lanata
Para LA NACION
Jueves 28 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa
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1) Kirchner:

La muerte, siempre, sorprende y espanta. La de Néstor Kirchner estalló en el vacío de un feriado, espera de la llegada del censista y teléfonos que no pararon de sonar. La muerte ajena espanta porque nos enfrenta al fantasma de la muerte propia. Esta mañana supimos, otra vez, que no somos inmortales. La sola idea es insoportable, por eso vamos a olvidarla con rapidez. Ni siquiera el poder puede defendernos de ella. Néstor Kirchner tuvo suerte: murió en su ley y en El Calafate, su lugar en el mundo. Los médicos diagnosticaron "muerte súbita". Súbito: precipitado, impetuoso o violento en las obras o palabras, diagnostica el diccionario. Tuvo, Néstor Kirchner, una muerte que coincidió con su vida.

-Ultimamente estaba sensible y paranoico -dijo Jessica en el chat. Jessica cubre Gobierno para mi programa de televisión.

-Se murió sin que nadie lo conociera -largó Luciana, más temprano, apenas supimos la noticia. Luciana hablaba y hablaba, y yo pensaba que la muerte nos empuja sobre los silencios, que era el miedo de Luciana el que estaba hablando.

-Vos sabés que él era su amigo -siguió Luciana mencionando su conversación con una fuente-. Bueno, estaba muy mal, llorando, y me dice: "Es un tipo que no contaba nada, se guardaba todo adentro. Pero sufría un montón. Este nivel de agresividad fue el que lo mató".

Escuché eso varias veces a lo largo del día: Kirchner fue asesinado por su personalidad.

Néstor Kirchner ha muerto y el pasado, ahora, se convirtió en anécdota: la avidez que lo empujó al precipicio será avaricia o entrega generosa, según la historia y quien la escriba.

Acabo de ver, en el noticiero, que alguien pintó apresurado una tela que dice "Néstor Vive", y la colgó de la reja que separa la mitad de la Plaza de Mayo de la Casa de Gobierno. Antes, supe que hubo quienes tocaron bocina en la calle, en una miserable actitud de festejo. Nadie puede estar orgulloso de su odio, si es que lo tiene. El odio es una bajeza del espíritu. Recordé entonces aquella pintada de "Viva el cáncer" durante la agonía de Eva Perón; pesadillas de una Argentina que ojalá haya quedado para siempre atrás.

Néstor Kirchner ha muerto. Que su alma descanse en paz.

2) Kirchnerismo:

¿Existirá el kirchnerismo? Si existe, desde hoy será puesto a una dura prueba: dar los primeros pasos sin su inspirador. Y si existe, ¿de qué kirchnerismo se trata? ¿Del de Moreno o el de Scioli? ¿El de Kunkel o el de Bonafini? ¿Tendrá la disciplina suficiente para organizarse en ausencia de su líder o habrá llegado para muchos el momento de pasar facturas? ¿El kirchnerismo habrá sembrado vientos? Una Presidenta con un vice opositor y el peronismo dividido un año antes de las elecciones: la palabra prohibida es Isabel. No hay duda posible sobre la continuidad institucional, y mucho menos sobre asonada alguna, pero la palabra prohibida remite al vacío de poder o al desborde temperamental de quien lo maneje. La otra palabra es equilibrio.

¿Cristina necesita ayuda? Habrá varios dispuestos a darle el abrazo del oso. ¿Sobre quién sostener el Gobierno más allá de sí misma? Julio De Vido tiene problemas de salud y acaba de perder un hijo hace poco más de un mes. Aníbal Fernández es un buen espadachín radial, el hijo de Jacobo un pésimo diplomático, Hugo Moyano el enemigo en casa. La soledad es peligrosa y las compañías de segunda línea tienen intereses propios. Cristina deberá tomar, en los próximos meses, muchas decisiones: ella es la persona que soportará en su espalda el destino del kirchnerismo. © LA NACION

LAS MADRES Y CELS

EL PAIS
La postura de las Madres y el CELS



La Asociación Madres de Plaza de Mayo y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) expresaron su repudio por el asesinato del militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra durante los incidentes ocurridos ayer en Barracas. “Con la angustia que significa la injusta muerte de un joven, nos solidarizamos con su familia y compañeros y execramos y repudiamos las balas, vengan de donde vengan, como siempre hemos repudiado y condenado a todas las patotas sindicales”, señalaron en un comunicado firmado por Hebe de Bonafini, la titular de las Madres de Plaza de Mayo. En tanto, desde el CELS “condenaron” el asesinato y también exigieron “democratizar” la representación sindical, un proceso que enmarcaron en “una transición del modelo de desprotección neoliberal hacia formas más abarcadores de protección”. Añaden que “ese proceso afecta privilegios elementales y adquiere extrema gravedad cuando la muerte se impone como forma de dirimir conflictos”. A su vez, apuntaron que el hecho “exige una respuesta pronta y eficaz del gobierno nacional, que no puede reducirse a declaraciones de funcionarios que buscan salvar su responsabilidad”. “El Estado tiene la obligación de identificar y sancionar a los responsables y esclarecer si existió algún tipo de participación de la Policía Federal, tal como sugieren algunos testigos presenciales”, concluyeron.