redes sociales sobre el caso K.

Miles de mensajes en las redes sociales
Twitter, Facebook y los blogs fueron los vehículos elegidos para expresar desde condolencias hasta opiniones políticas
Jueves 28 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa


Las redes sociales fueron una caja de resonancia en tiempo real de la muerte de Néstor Kirchner. Twitter, Facebook y blogs concentraron la pluralidad de voces que se expresaron a través de las nuevas plataformas.

Los blogueros K, por ejemplo, utilizaron estos espacios para coordinar mensajes de condolencia para la familia presidencial y movilizaciones, como la que realizaron a partir de las 20 en Plaza de Mayo. Al igual que la televisión, la mayoría de estas bitácoras le agregaron un crespón de luto a sus diseños. "Gracias por todo lo que le diste al país", rezaba una breve entrada en el blog Conurbanos (http://conurbanos.blogspot.com/). Otros blogs también elogiaron la figura del ex mandatario.

En Twitter, el nombre de Néstor Kirchner se convirtió en pocos minutos en uno de los temas más citados, junto con el de Cristina Kirchner y la palabra Calafate (http://twitter.com/#search?q=N%C3%A9stor%20Kirchner
). Y figuras de la escena política y cultural del país como José Luis Gioja, Mauricio Macri, Ricardo Lorenzetti , Ricardo Alfonsín, Martín Redrado, Sergio Massa, Mex Urtizberea y Ronnie Arias, entre otros, eligieron esta red social para manifestarse públicamente.

La mayoría recordó logros del ex presidente y su militancia, aunque tampoco faltaron las críticas a su gestión y al de su esposa, Cristina Fernández. También, a su forma confrontativa de encarar la política y sus vínculos, por ejemplo, con el presidente venezolano Hugo Chávez.

Por su parte, Macri eligió su cuenta oficial en Facebook para solidarizarse con la Presidenta y expresarle sus condolencias. "Hoy es un día de duelo para los argentinos", escribió. Y el mismo camino eligió el ministro del Interior, Florencio Randazzo, que calificó a Kirchner como "un compañero de sueños y de proyectos y un gran transformador de la realidad del país". Además, los usuarios crearon numerosos perfiles y grupos con frases como "Néstor Kirchner te vamos a extrañar" y "Fuerza Cristina" como encabezados.

El principal grupo creado en Facebook, que ya reúne más de 15.000 usuarios, exhibe muestras de cariño y de apoyo a la familia. Otros usuarios utilizaron este espacio para defender la continuidad del gobierno de Cristina Kirchner.

En el exterior

Los principales líderes de la región también utilizaron Internet para destacar el lugar de Kirchner en la escena política y comunicarse con la Presidenta y su familia. "Se destacó su papel en la reconstrucción económica, social y política de su país, y su compromiso por la integración latinoamericana", dijo el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, desde el Blog do Planalto , el sitio oficial de la presidencia.

Por su parte, Chávez fue uno de los primeros en expresarse y envió esta mañana sus condolencias a Cristina Kirchner vía Twitter: "@CFKArgentina Ay mi querida Cristina...Cuánto dolor! Qué gran pérdida sufre la Argentina y Nuestra América!", escribió el venezolano en su cuenta oficial. Y culminó: "Viva Kirchner para siempre!!". Su par chileno, Sebastián Piñera, calificó en el blog oficial de su país la muerte del ex presidente como "una gran pérdida" para la Argentina y para todas las naciones de América del Sur. (http://www.gobiernodechile.cl)

Por su parte, el ex presidente colombiano Alvaro Uribe eligió publicar en 140 caracteres su mensaje de condolencias.

Exclusiva

Cerca de las 9.30 de ayer, lanacion.com publicó en exclusiva la noticia sobre la internación de Néstor Kirchner. Fue el primer medio en dar a conocer la información, que sólo consignaba el sitio local Ahora Calafate. Minutos después se confirmaba la muerte. La noticia fue ratificada por fuentes cercanas al ex presidente a la corresponsal de LA NACION en Santa Cruz, Mariela Arias. En la siguiente media hora, otros medios online , televisivos y radiales se hicieron eco de este adelanto.

Hoy, lanacion.com realizará una cobertura minuto a minuto de las exequias del ex mandatario, con notas, videos y fotografías exclusivas.

Parte Oficial

El parte oficial, tras siete horas del deceso
Durante horas, los datos eran confusos y escasos
Jueves 28 de octubre de 2010 |


El hermetismo oficial signó la vida política de Néstor Kirchner y lo mismo ocurrió durante su muerte. La noticia se conoció merced al revuelo de médicos y ambulancias que se desató en las afueras de la residencia Los Sauces, en El Calafate, y de la Clínica José Formenti, donde se encontraban los periodistas locales en forma fortuita. Pero no fue comunicada por los equipos oficiales de prensa sino hasta pasadas las 16, siete horas después del deceso.

Los medios locales se apostaron en el ingreso de la residencia privada porque buscaban cubrir la nota de color anunciada por la presidenta Cristina Kirchner el día anterior: su recepción a la persona que le iba a formular las preguntas por el censo nacional.

Su reunión con el censista estaba prevista para las 10.30. Pero la agitación en la casa comenzó pasadas las 8.

La prensa local comenzó de inmediato a indagar en el entorno familiar y entre los médicos y el personal de la clínica. En forma extraoficial, se consultó al clínico del ex presidente, Luis Buonomo. Un periodista que lo consultó a las 9 recibió como respuesta: "Ya está. Es muerte súbita. Pero todavía no es oficial; le pido que tenga cautela y respeto".

El vocero presidencial, Alfredo Scoccimarro, sólo informó sobre el parte médico de Buonomo después de las 16. Sólo entonces informó sobre el fallecimiento, cuando los medios desbordaban de noticias; también consignó el duelo nacional de tres días, y el lugar y la hora del sepelio, que se realizará hoy, a las 10, en la Casa Rosada.

Pero la prensa no fue la única afectada por el silencio. La madre del ex presidente, María Ostoic, fue informada del fallecimiento de su hijo sólo una vez que llegó a El Calafate. "Se subió al avión sabiendo que había sido internado, aunque ya había ocurrido el desenlace. Pero como es una persona mayor se temía por el impacto del disgusto", dijo un funcionario a La Nación.

Lo primero que dijo la madre del ex presidente, cuando le informaron, fue: "Pero... Este Néstor, que no se cuida".

Parte de la desinformación reinante también obedeció a las marchas y contramarchas originadas por el estado de lógica alteración del entorno familiar, en especial de la Presidenta. Y en la incertidumbre sobre el horario de regreso de Florencia Kirchner, hija del fallecido líder, que estaba en Nueva York y debió viajar de urgencia.

La Presidenta no quería tomar decisiones trascendentes sin antes tener el visto bueno de ella y de su hijo Máximo.

PO

Critíca consideración del Partido Obrero
Jueves 28 de octubre de 2010 |

El Partido Obrero vinculó la súbita muerte del ex presidente Néstor Kirchner con las repercusiones políticas que tuvo el crimen de Mariano Ferreyra, militante de esa fuerza asesinado la semana pasada, durante una gresca con miembros de la Unión Ferroviaria. "Es imposible no pensar que la crisis desatada por este crimen, que caló hasta el hueso del régimen político, no haya cobrado un precio elevado sobre la salud deteriorada del ex mandatario", enfatizó el PO.

El hospital, celosamente custodiado.

El hospital, celosamente custodiado
Jueves 28 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa
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EL CALAFATE (De una enviada especial). El único hospital de esta ciudad de turistas fue ayer el mayor testigo de la muerte de Néstor Kirchner. El mismo edificio al que él, desde la Presidencia, había gestionado la terapia intensiva que pudo inaugurar su esposa hace dos años.

La guardia fue donde el ex presidente pasó sus últimos minutos. Allí, sobre una de las tres únicas camas que tiene el lugar, a metros de la calle, Cristina Kirchner y sus dos secretarios privados eran los únicos que estaban en el lugar, al que alcanzaron a llegar a partir de las 8 de la mañana, cuando ya Kirchner había tenido el primer paro cardíaco.

El hospital José Formentti, ubicado en el centro de la ciudad, tiene capacidad para 28 internos. Nunca se revolucionó tanto como ayer a la mañana, cuando la zona fue vallada para evitar fotos indiscretas.

SóloRecién por la tarde había logrado volver a la calma, con algunos vecinos en la guardia, pero el triste recuerdo de los ambulancieros, médicos, y personal de la clínica que no salían de su asombro ante la noticia menos esperada.

Ayer era imposible ubicar a algún responsable del hospital. Todos se habían retirado y los pocos que quedan evitaban hablar con la prensa. "Nos pidieron que no hablemos. Y tampoco tenemos ganas", decía a La Nacion uno de los hombres del personal que había estado en la mañana fatídica.

La vida a cara o ceca

La vida a cara o ceca
Beatriz Sarlo
Para LA NACION

Jueves 28 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa


A las diez de la mañana, la ciudad estaba desierta por el censo. En ese vacío cayó la noticia. Cuatro personas, en un vagón de subterráneo escuchamos que alguien dijo: "Murió Kirchner". A partir de ese instante, la ciudad en silencio se convirtió, retrospectivamente, en un ominoso paisaje de vaticinio. Cuando bajé saludé a quienes habían escuchado conmigo la noticia, quise preguntarles sus nombres porque, como fuera, había vivido con ellos un momento de los que no se olvidan nunca más. En el quiosco de San José y Rivadavia pregunté si era cierto, con la esperanza alocada de que me dijeran que alguien acababa de inventarlo. Fue poderoso, ahora estaba muerto.

Pensé en quienes lo amaban. Su familia, por supuesto, pero ese círculo privado es, como toda familia, inaccesible y sólo se mide con las propias experiencias de dolor, que habilitan una solidaridad sin condiciones. Puedo imaginar, en cambio, la muerte del compañero de toda una vida, que la política marcó con una intensidad sin pausa: la Presidenta conoce hoy la fractura más temida.

Con la intensidad de la evocación marcada por una proximidad que comprendo más, pensé en quienes lo admiraron y creyeron que fue el presidente que llegó para darle a la política su sentido. Recordé a Kirchner en el Chaco, en marzo de este año, y un día después en el acto de Ferro, con la cancha repleta, donde se mezclaban los contingentes de los barrios bonaerenses, las familias completas, las barritas con los bombos, los viejos y los niños, con las clases medias que llegaban sueltas o débilmente organizadas. Lo recordé abrazándose a los chicos de un barrio pobre del Gran Buenos Aires, donde aterrizó su helicóptero, bajó corriendo y empezó a caminar como si llegara tarde a una cita. Se movía por las calles de tierra y cascotes como quien siente que la vida verdadera está en esos contactos físicos, abrazos rápidos pero vigorosos, tironeos, gritos; los chicos lo seguían como una nube, jugando; era fácil tocarlo, como si no existiera una custodia que, sin embargo, trataba de rodearlo mientras todo el mundo se sacaba fotos.

A fines del siglo XX nada anunciaba que la disputa por ocupar el lugar del progresismo iba a interesar nuevamente salvo a los intelectuales o a los pequeños partidos de izquierda. Kirchner introdujo una novedad que le daba también su nuevo rostro: se proclamó heredero de los ideales de los años setenta (al principio agregó "no de sus errores"). En 2003, llegó al gobierno marcado por una debilidad electoral que Menem, dañino y enconado, acentuó al retirarse del ballottage y no permitirle una victoria con mayoría en segunda vuelta. La crisis de 2001, pese al intervalo reparador de Duhalde, no estaba tan lejos en la memoria, mucho menos de la de Kirchner, que encaraba su gobierno con poco más que el veinte por ciento de los votos. Su gesto inaugural, el mismo día de la asunción, fue hundirse en la masa que lo recibía, como si ese contacto físico provocara una transferencia. Kirchner ocupaba por primera vez un lugar en la Plaza de Mayo y terminaba, junto a su familia, mirándola desde el balcón histórico; en la frente, una pequeña herida, producida en la marea de fotógrafos.

La escena es un bautismo. Kirchner comenzó su presidencia con un golpe en la frente porque se lanzó a la multitud que estaba en las calles, entre el Congreso y la Plaza de Mayo; se lanzó como quien corre hacia el mar el primer día del verano, con impaciencia y sensualidad, gozando ese cuerpo a cuerpo que es el momento amoroso de la política.

Pensé entonces en las escenas que, pese a ser una opositora, me había tocado vivir.
En las escenas de masas, donde no hay sólo acciones que se aprueban o se critican, se percibe un más allá de la política que la convierte en experiencia y en alimento sensible. Kirchner, un duro, gozaba con esa afectividad intensa que a sus ojos seguramente refrendaba el pacto peronista con el pueblo. Pero no pensé sólo en esos cientos de jornadas en que Kirchner había pisado la tierra o los lodazales de los barrios marginados, donde era recibido con una alegría que superaba la gestión de los caudillos locales, porque alguien, un presidente, llegaba a ese confín donde vivían ellos, unos miserables.

Pensé también en los que formaron el lado intelectual del conglomerado que armó Kirchner. Con ellos he discutido mucho en estos años. Sin embargo, me resulta sencillo ponerme en su lugar. Muchos vienen de una larga militancia en el peronismo de izquierda; vivieron la humillación del menemismo, que fue para ellos una derrota y una gigantesca anomalía, una enfermedad del movimiento popular. Cuando los mayores de este contingente representativo ya pensaban que en sus vidas no habría un renacimiento de la política, Kirchner les abrió el escenario donde creyeron encontrar, nuevamente, los viejos ideales. Pensé que se engañaban, pero eso no borronea la imaginación de su dolor.

El furor de Kirchner en el ejercicio del gobierno transmitía la eléctrica tensión de la militancia setentista; para muchos, era posible volver a creer en grandes transformaciones, que no se enredaran en el trámite irritante y lento del paso a paso institucional. Y creyeron. Entiendo perfectamente esas esperanzas, aunque no haya coincidido con ellas. Conozco a esa gente, que se identifica en Carta Abierta, pero la desborda. Pensé en ellos porque cuando un líder político ha triunfado con el estilo de la victoria kirchnerista, su muerte abre un capítulo donde los más mezquinos y arrogantes saldrán a cobrar deudas de las que no son titulares, pero otros padecen el dolor de una ausencia que comienza hoy y no se sabe cuándo va a aflojar sus efectos. La muerte no consagra a nadie ni lo mejora, pero permite ver a quién le resulta más dura. Los que soportamos muchas muertes políticas sabemos que sus consecuencias pueden ser de larga duración.

Imposible pasar por alto la desazón de quienes se entusiasmaron con Kirchner. Sería no comprender la naturaleza del vínculo político. En las manifestaciones de 1973 marchaban viejitos con fotos de Eva que, amarillas y cuarteadas, probaban su origen de casas populares construidas en 1950. No sabemos si habrá fotos así de Kirchner en movilizaciones futuras. Pero su impacto en la sensibilidad política quizá se prolongue. Esto no excluye los balances de su gobierno sino que, precisamente, los volverá indispensables. Kirchner será un capítulo del debate ideológico e histórico. Una forma de la posteridad, tan duradera como la dimensión afectiva de esa gente de los barrios más pobres y de quienes lo apoyaron con su actividad intelectual. Maestra implacable, la muerte nos hará trabajar durante años.

La muerte de Kirchner fue súbita y filosa. Hay una frase popular: murió con los zapatos puestos, no había nacido para viejo. Hay otra, pronunciada en un pasado lejano donde todavía se decían frases sublimes: "¡Qué bella muerte!". Bella, aunque injusta y trágica, es la muerte de un hombre que cae en la plenitud de la forma, un hombre a quien no maceró la vejez ni tuvo tiempo de convertirse en patriarca porque murió como guerrero. Sin haberlo conocido, me atrevo a pensar que Kirchner se identificó siempre con el guerrero y nunca con el patriarca.

La medicina explica con todas sus sabias precisiones que Kirchner debió "cuidarse", que su cuerpo ya no podía soportar los esfuerzos de una batalla concentrada y múltiple. Pero una decisión, que no llamaría sólo psicológica sino también un ejercicio de la libertad, fue que Kirchner eligió no administrarse ni tratar su cuerpo como si fuera un capital cuya renta había que invertir con cuidado. Gastaba. Vivió como un iracundo. Ese era justamente el estilo que se le ha criticado. Tenía un temperamento, y los temperamentos no cambian.

Concebía la política como concentración potencialmente ilimitada de poder y de recursos y no estuvo dispuesto a modificar las prácticas que lo constituían como dirigente. Kirchner no podía ser cuidadoso en ningún aspecto. No se aplacaba. Gobernó sin contemplaciones para los que consideró sus opositores, sus enemigos, sus contradictores. Tampoco se ocupó de contemplar su debilidad física cuando se lo advirtieron. Como político no conoció el intervalo de la tregua; sin tregua manejó el conflicto con el campo y con los medios; la tregua es el momento en que se negocia y Kirchner no negociaba, no administraba sus objetivos, los imponía o era derrotado. No delegaba funciones. Fue, paradójicamente, un calculador que confiaba en sus impulsos, un vitalista y un voluntarista que se pasaba horas haciendo cuentas.

En su primer discurso, cuando juró frente al Congreso, dijo: "Atrás quedó el tiempo de los líderes predestinados, los fundamentalistas, los mesiánicos. La Argentina contemporánea se deberá reconocer y refundar en la integración de equipos y grupos orgánicos, con capacidad para la convocatoria transversal, el respeto por la diversidad y el cumplimiento de objetivos comunes". Sin embargo, esas palabras, que no hay elementos para juzgar insinceras en ese entonces, no le dieron forma a su gobierno.

Kirchner definió un estilo que, como sucede con el liderazgo carismático, es muy difícil de transmitir a otros. El líder piensa que es él el único que puede bancar los actos necesarios: él garantiza el reparto de los bienes sociales, él garantiza la asistencia a los sumergidos, él sostiene el mercado de trabajo y forcejea con los precios, él enfrenta a las corporaciones, él evita, en solitario, las conspiraciones y los torbellinos. El liderazgo es personalista.

La Argentina tiene, como tuvo Kirchner, una oscilación clásica entre la reivindicación del pluralismo y la concentración del poder. Como presidente, Kirchner eligió no simplemente el liderazgo fuerte (quizás indispensable en 2003) sino la concentración de las decisiones, de las grandes líneas y los más pequeños detalles: tener el gobierno en un puño. Consideró el poder como sustancia indivisible. Con una excepción que marca con honor el comienzo de su gobierno: la renovación de la Corte Suprema, un acto de gran alcance cuyas consecuencias van más allá de la muerte de quien tuvo el valor de decidirlo.

El poder indivisible es fuerte y débil: su fortaleza está en el presente, mientras se lo ejercite; su debilidad está en el futuro, cuando las circunstancias cambian. Así como Kirchner no administraba con cautela su resistencia física, tampoco fue cauteloso en el ejercicio de su poder. Frente a la desaparición de quien concebía el poder como indivisible, se aprestan las fuerzas y los individuos que quieren creer que ese poder pasa intacto a otra parte, lo cual sería una equivocación, o los que creen que se acerca un nuevo reparto.

Kirchner murió cuando en el horizonte cercano se insinuaba la posibilidad de un reparto de ese poder indivisible. Las elecciones de 2009 cambiaron las representaciones partidarias en el Congreso. Esa fue una experiencia nueva dentro de los años kirchneristas. Entre la negociación y el veto, entre retirar un proyecto propio y adoptar el de un aliado, se había empezado a recorrer un camino que mostraba cierto cambio de paisaje, obligado por la relación de fuerzas. El poder del Ejecutivo tenía una contraparte que no había pesado hasta 2009 y, en 2010, vendrán las elecciones nacionales. El poder indivisible necesitaba victorias, primero dentro del propio movimiento justicialista, batalla que Kirchner ya estaba calibrando.

Kirchner no era sólo un voluntarista sino también un inspirado. Salvo un apresurado que supiera poco, nadie en esa próxima competencia podía estar seguro de que podía desplazarlo. Su inteligencia y su iniciativa causaron siempre la admiración de sus amigos y la expectativa de sus opositores. Estas últimas semanas de su vida estuvieron bajo el signo de las exploraciones, las encuestas y los pálpitos electorales. Como cualquier político que había tocado el éxito y la popularidad en muchos momentos, Kirchner no quería alejarse de la cabina de mando. Creía que él era la única garantía, incluso la única garantía de su propio futuro. Surgido del peronismo, Kirchner no se sentía seguro con las declaraciones de lealtad y desconfiaba de las disidencias que, a sus ojos, encubren traiciones.

Todos, amigos y enemigos, estaban seguros de que algo debía suceder en los próximos tiempos. Sucedió esta muerte que, como toda muerte inesperada y temprana, cortó el curso de las cosas, pero un destino propicio hizo que Kirchner muriera sin conocer una derrota decisiva. Kirchner, muchos lo aseguraban, vivía en el límite de las apuestas a cara y ceca, perder todo estuvo siempre inscripto dentro de las posibilidades. Fue un político de alto riesgo, no un jefe cuya cualidad principal fuera la prudencia. Fue también un político afortunado. Y murió antes de que su imprudencia venciera a la fortuna.

Junto con la renovación de la Corte Suprema hay otro acto de reparación histórica que nadie podrá negarle: después de la derogación de las leyes de impunidad, Kirchner apoyó con su peso personal e institucional la apertura de los juicios a los terroristas de Estado. Hizo su escudo protector con los organismos de derechos humanos hasta convertirlos en articulaciones simbólicas y reales de su gobierno. Como sucedió siempre con Kirchner, el apoyo a que las causas obtuvieran sentencia se entreveró con la política que inscribió a las Madres y Abuelas en la trinchera cotidiana. Kirchner, hasta hoy, ofrece esos balances complicados. Igual que su afirmación latinoamericanista: reivindicó la idea de una nación independiente y soberana, pero dirigió o permitió peleas tan declarativas como inútiles; como secretario de la Unasur, tomó una responsabilidad que cumplió contra muchas predicciones.

Fin de un acto que lleva su marca. Fue la obsesión amada o temida, desconfiada o combatida de muchos. Pocos políticos tienen la fortuna de marcar la historia de este modo. En la turbulencia que produce la muerte, antes de la claridad que llega con el duelo, no es posible saber si el kirchnerismo será un capítulo cerrado. La muerte convoca a los herederos, los legítimos y los que piensan que, en realidad, no son herederos sino titulares de un poder perdido o entregado de mala gana. También falta definir del todo cuál es la herencia y si es posible que pase a otras manos. La memoria de Kirchner puede convertirse en política o en historia. Lo segundo ya lo tiene asegurado con justicia. © LA NACION

Cronologia

La cronología de su vida
Jueves 28 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa
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La cronología de su vida
El abrazo con su esposa en una de las marchas oficialistas contra el campo, el 18 de junio de 2008. Foto Ver mas fotos

FEBRERO DE 1950
El nacimiento, en Río Gallegos


Hijo de Néstor Carlos Kirchner y María Ostoic, el 25 de febrero de 1950 nace Néstor Carlos Kirchner. Es descendiente de inmigrantes alemanes y croatas.
MAYO DE 1975
El casamiento con Cristina Fernández


Tras seis años de noviazgo se casa con Cristina Fernández. Se conocieron en la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN), en La Plata.
OCTUBRE DE1976
En La Plata se recibe de abogado


El 1° de octubre de da su último examen en la Universidad Nacional de La Plata. Decide radicarse en Río Gallegos y dedicarse a la profesión.
FINES DE 1976
La génesis de una pequeña fortuna


Abre un estudio jurídico que se convertirá en uno de los más importantes de la provincia. Empieza su contacto con futuros aliados políticos.
MAYO DE 1977
Detenido en Río Gallegos


Después de un incidente con amenazas de bomba en su estudio, es detenido durante algunas horas junto con su amigo y luego opositor, Rafael Flores.
DICIEMBRE DE 1983
Asume en la Caja de Previsión Social


Con la democracia, y hasta julio de 1984, preside un cuerpo clave de la provincia, pero renuncia por oponerse al gobernador que lo designó en ese cargo.

SEPTIEMBRE DE1987
El primer éxito electoral en su tierra


Gana la intendencia de su Río Gallegos natal por apenas 111 votos. Ese día se desmayó por el estrés. Empieza su ascenso hasta el poder nacional.
DICIEMBRE DE 1991
De la intendencia a la gobernación


Gana las elecciones a gobernador de Santa Cruz con el 61 por ciento de los votos gracias a la ley de lemas. Sería reelegido otras dos veces.

A PARTIR DE 2003
Estilo confrontativo, el sello de su gestión

Adopta un fuerte antagonismo con los actores de los 90 y el FMI y renueva la Corte Suprema. Se enfrenta con las Fuerzas Armadas, la Iglesia y el campo.

25 DE MAYO DE 2003
La llegada a la Casa Rosada

Tras la renuncia de Carlos Menem a participar del ballottage, es presidente de la Nación. En la primera vuelta, había logrado el 22 por ciento de los votos.
FINES DE 2005

Crisis y la deuda con el FMI

Reemplaza a Lavagna como ministro de Economía por Felisa Miceli. Anuncia la cancelación total de la deuda con el FMI, que era de 9810 millones de dólares.
SEPTIEMBRE DE 2006
La desaparición de Julio López

Desaparece en La Plata el testigo clave en el juicio contra el ex jefe de la Dirección de Inteligencia de la policía bonaerense, Miguel Etchecolatz.
10 DE DICIEMBRE DE 2007
Un caso inédito:lo sucede su esposa

Decide que su esposa pelee por la Presidencia. Tras ganar en primera vuelta con el 45 por ciento, Cristina Fernández de Kirchner asume como presidenta.
MAYO DE 2008
Asume la conducción del justicialismo

Kirchner asume la conducción del PJ, otro foco de poder. Se convierte en el gran articulador de política del gobierno, después de la pelea con el campo.
28 DE JUNIO DE 2009
Una dura derrota en las urnas

Es elegido diputado nacional, aunque la Casa Rosada pierde la mayoría en el Congreso. Francisco de Narváez lo supera en Buenos Aires.
2010
Alertas por su estado de salud

En febrero es operado por una obstrucción en la carótida. En septiembre sufre una afección coronaria. En el medio había asumido como jefe de la Unasur.

Adiós a un amigo.

Adiós a un amigo
José Nun
Para LA NACION
Jueves 28 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa


En este momento tan penoso, quiero hablar del Kirchner que yo conocí. Un mediodía de 2004 me llamó por teléfono y me propuso un encuentro para esa misma tarde. Fui a su despacho, donde me recibió Alberto Fernández. A los pocos minutos entró Néstor y, simulando un aire solemne, me dijo: "Te ofrecí un par de cargos que no aceptaste. Ahora, como miembro de un movimiento que algunos han tildado de autoritario, te ordeno que me respondas que sí". Adivinando de qué se trataba, contesté: "Sí". "Entonces, sos el nuevo secretario de Cultura de la Nación, con rango de ministro". Después del abrazo y de mi agradecimiento, agregué: "Si no lo tomás a mal, me gustaría ponerte dos condiciones". "Cómo no? dijo?. Sentémonos a la mesa."

La primera condición era más o menos obvia: que se aumentara el presupuesto de la Secretaría. Sin vacilar, el presidente dijo que eso iba de suyo y que, de lo contrario, no me hubiese convocado. Doy testimonio de que tanto él como su jefe de Gabinete hicieron honor a esas palabras, ampliaron los recursos de Cultura y nunca me retacearon su apoyo. "¿Y la segunda condición?", preguntó. "Que yo tenga total libertad para designar a mis colaboradores." Recuerdo literalmente la respuesta de Kirchner: "Desde luego. ¿Cómo te imaginás que podría ser de otro modo?". Ocupé el cargo durante cuatro años y medio. Rindo aquí un público homenaje a Néstor (y también a Alberto Fernández) declarando que jamás interfirieron en forma alguna en mi labor. Por el contrario, me ayudaron cada vez que lo pedí.

Como deseo mantener esta evocación en el plano personal, me limitaré a unos pocos ejemplos. Desde 2005, yo lo asediaba a Néstor con un ambicioso plan de actividades preparatorias del Bicentenario, encabezado por mi idea de reconstruir un edificio de la Secretaría para transformarlo en la Casa Nacional del Bicentenario. " ¿No te parece que te estás anticipando demasiado?", me preguntó. Bastó que le explicase por qué pensaba que debíamos trabajar duro para que el período 2010/16 se convirtiera en un momento catártico que uniese a todos los argentinos y nos permitiera superar lo que Joaquín V. González había bautizado en 1910 como la ley histórica de la discordia nacional, para que me diese su autorización.

En otra oportunidad le conté que estaba proyectando el programa Libros y Casas, destinado a que cada vivienda que entregase el gobierno a los sectores de menores recursos contuviera una biblioteca con una veintena de libros. No sólo aprobó la iniciativa, sino que se entusiasmó muchísimo con ella y, junto con su esposa, fue uno de sus mayores propulsores.

Con estos rápidos trazos, intento hacer la semblanza de un político de singular agudeza, dotado de una gran intuición y siempre dispuesto a separar la paja del trigo. También la de un hombre franco, amigable, sin remilgos y con una clara sensibilidad popular. Le tocó presidir el país en una época muy difícil, con la pesada herencia neoliberal de una industria destruida, de una deuda pública insostenible, de una pobreza y desocupación excepcionales, de una desigualdad en aumento y de los niveles de privatización y de extranjerización de la economía más altos de la posguerra. Sin embargo, supo sacar la nave a flote y ponerla en un rumbo de crecimiento notable y sostenido, sin créditos externos y mejorando la situación de millones de argentinos.

Quien suponga que el instinto de un político puede ser siempre infalible o es un fundamentalista o es un tonto. En estas tierras de la discordia, por supuesto que, en medio de sus aciertos, Kirchner también cometió errores e incurrió en omisiones. Mucho de todo esto pudo corregirlo; el resto, queda en manos de sus sucesores lograr superarlo.

De algo no me cabe duda. Ha entrado hoy en la historia un líder de calidad muy infrecuente y hemos perdido, a la vez, a un hombre talentoso y entrañable. Despido con tristeza a un amigo. © La Nacion